¿Cómo descifrar un rompecabezas llamado Nicolas Jaar?

¿Cómo descifrar un rompecabezas llamado Nicolas Jaar?

Decir que Nicolas Jaar es un productor de música electrónica, es hablar muy poco de él. El chileno-estadounidense demuestra que el tiempo que le ha dedicado a sus composiciones, a sus producciones experimentales y a su arte visual y sonoro, lo convierten en un artista mucho más complejo, capaz de rebasar las líneas que dibuja la categorización. Muestra de ello es el 2020.

A inicios de este año, Jaar lanzó un álbum bajo el alias Against All Logic, un proyecto bailable que resonó en el mundo como un soundtrack para las fiestas, antes de que marzo las convirtiera en las últimas y nos obligara a abandonarlas con una pandemia. Tras el cierre de clubes y antros, y en medio de una atmósfera que comenzaba a ser de mucha introspección para todos, Cenizas llegó como un sucesor directo de Space Is Only Noise de 2011 y Sirens de 2016 —proyectos más abiertamente personales de Jaar— augurando con su música, retraída y cautelosa, los pasajes ambientales de prologada soledad que nos esperaban. 

El tiempo ha pasado y el virus continúa entre la humanidad. Seguimos confinados y Nicolas Jaar, desde su propio encierro, continúa produciendo. A inicios del mes de julio, Jaar nos regaló su tercer trabajo del año, Telas, un registro de 58 minutos dividido en cuatro partes diferentes de aproximadamente 15 minutos cada una, y en el que sigue explorando la soledad de un mundo que hace apenas unos meses bailaba con sus creaciones. 

Telas comienza muy disruptivo con una cacofonía de cuernos que son acompañados por metales casi disonantes y sonidos electrónicos glitchy en “Telahora”, construyéndose a partir de ahí un mundo de caos y confusión que vendrá a ser derribado, en momentos, por un ambiente más minimalista a partir de percusiones, cuerdas y sonidos campanales, todo durante la primera parte del tema de apertura. Los instrumentos clásicos de inspiración oriental se mezclan con la producción ultramoderna que concluye con las silenciosas eufonías de «Nada lo que veo, nada lo que soy, nada en lo que es ser nada en la nada lo que doy», la única letra dentro del álbum, en la que se muestra a él mismo abrazando la nada dentro de sí y lo que lo rodea.

Los susurros continúan dentro de la siguiente pista: “Telencima”, que envuelve aún más al oyente en una vena similar a “Telahora”, sin ataduras ni latidos por una melodía confiable. Las escalas de piano descendentes y ascendentes cual cascada frente a los vientos de Callum, dan la sensación de guiarte hacia un mundo futurista de sonidos electrónicos centelleantes, donde los trinos en forma de arpa son sacudidos por golpes distorsionados de ruido electrónico.

Las dos últimas piezas ofrecen una conexión emocional genuina, el eufemismo del disco eventualmente llega a un clímax cerca del final de la tercera canción, en donde un par de sintetizadores hacen su aparición con estribillos fuertemente tratados en la resonancia de un clarinete bajo, mismo que es acompañado por un órgano y  ecos fantasmales. Todo esto junto le dan al disco un climax altamente disfrutable. Es el momento más contundente en un álbum que sigue siendo difícil de comprender.

“Telallás” cierra las cosas con el retumbo de baldes parecidos a insectos. Las pinceladas de los sintetizadores, la incursión de instrumentos de cuerda, los chasquidos ocasionales en las percusiones y los sonidos industriales se sincronizan hacia lo último, solo para desintegrarse al final en la nada, como el discurso mismo lo sugiere en la única letra existente del álbum.

Las contribuciones musicales adicionales son cortesía de la violonchelista Milena Punzi, la vocalista Susanna Gonzo y los fabricantes de instrumentos Anna Ippolito y Marzio Zorio.

El proyecto completo es sutil, aunque rumoroso y alborotador, pero tiene momentos que se sienten orgánicos gracias a las cuerdas y las percusiones, y es que Jaar logra abrazar simultáneamente la disonancia y la armonía dentro de un mismo viaje de una hora, que funciona a través de la electrónica frenética, producciones hipnóticas de piano y un ambiente cavernoso que, sin embargo, resulta inquietantemente lindo.

¿Es Telas un buen disco? En parte sí porque sin duda logra evocar ideas de creación, aunque ciertamente no se siente como la culminación de Jaar, ni tampoco es fácil de digerir. Sugiere, en cambio, que es una más de sus diversas facetas dentro de un mismo rompecabezas, como si la misión del artista fuera llevarnos al otro extremo del estudio, mostrar una nueva obra y que de repente cada pieza en la sala parezca una parte indispensable de todo un cuerpo de trabajo.

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