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Música sin juicios para iniciar la semana

Música sin juicios para iniciar la semana

Es difícil intentar venderle un disco a alguien con unas cuantas palabras en una página de internet. Pregúntale a los medios que ya no existen, a los músicos que tienen otros dos trabajos para pagar su renta y a las disqueras legendarias en bancarrota. 

Como a mí me da igual si escuchas estos discos o no, entonces no importa qué tan bien lo hagamos. Yo ya los escuché, y por eso estoy por lo menos seis discos más cerca que tú de escuchar todos los discos del planeta. Modestia a parte, porque un textito modesto no le hace ni cosquillas a nadie, y a estas alturas, leer un párrafo más escrito con pincitas para no ofender a nadie es igual a tirarse un pedo en un baño público, esta selección de recomendaciones está bastante bien. 

Si me preguntas a mí, todas pudieron haberse reducido a una sola línea. El disco de otta es como si Billie Eilish hubiera hecho un disco de noise; el de Rachel Chinouriri es exactamente lo que te esperas; el de Barker es una cosa electrónica para ravers con ropa de diseñador; el de Index For Working Music es una delicia que se escapó directamente del infierno; el de Anika también, pero de un círculo del infierno más cercano al cielo; y el de Black Country, New Road suena a la banda escolar dirigida por la Lisa Simpson del salón. 

Pero si quieres opiniones menos monopolizadas por mi juicio pedante, entonces tendrás que leer las reseñas por tu cuenta. Saludos.

WITH LOVE FROM EVERYWHERE - otta
Diego/Callejas

Portada del disco WITH LOVE FROM EVERYWHERE de otta

Este disco no es para los débiles. El primer track se titula Pain y suena como una licuadora peleando con una lavadora en una especie de jam de noise espacial. Si sobrevives, una calma inesperada te sorprende en Full of you, que empieza muy elegantemente con una voz dulce, batería marcando el ritmo y piano en el fondo de la mezcla, hasta que eventualmente comienza una vez más la locura. 

Este disco juega mucho con esos momentos de calma contrastados con ataques frenéticos a tus tímpanos como cuando tu vecino de arriba decide remodelar su casa a las tres de la mañana en martes. Si bien no es la escucha más fácil de tu vida, hay momentos muy buenos y muy amables. 

Everywhere fue mi rola favorita, una especie de breakcore que está entre las más melódicas que vas a encontrar en este disco lleno de ruido degenerado. Esto se pone muy experimental. No sé si yo te lo recomendaría pero sin duda es una propuesta interesante, no te quedes con mi opinión. Compruébalo ahora, ajusta tus calzoncillos y dale play. Te reto. Es una locura que tienes que experimentar tú mismx.

Little House - Rachel Chinouriri
Carol

Portada del disco Little House de Rachel Chinouriri

Este disco no es para tibios. En su sonido íntimo hay un refugio, uno al que acuden quienes, a pesar del miedo a quedar rotos nuevamente, se entregan por completo a sentir, a dejar que todo lo bueno, incluso si puede doler eventualmente, les transforme. 

En este EP, Chinouriri se muestra vulnerable ante el amor de una manera cruda y honesta, bajo la idea de encontrar un pequeño hogar en alguien más. Hace una oda a un futuro lleno de esperanza y tranquilidad en un momento en el que descansar, física y emocionalmente, se ha vuelto casi imposible. 

Can We Talk About Isaac? Es una canción que retrata la urgencia de contarle a alguien cómo se ha enamorado profundamente de su pareja actual, con esa necesidad casi infantil de compartir una emoción desbordante. 23:42 e Indigo son otras dos piezas que nos invitan a quedarnos quietos en un instante perfecto, a congelar el tiempo justo cuando el mundo parece alinearse. 

También es un recordatorio de que amar implica aceptar lo inevitable: que el futuro es incierto y la única manera de habitarlo con alguien más, es viviendo con esa incertidumbre. Chinouriri crea una atmósfera envolvente y cálida en donde demuestra que a pesar del caos que rodea la vida en pareja, el amor puede ser habitable. 

Stochastic Drift - Barker
Anna Testelli

El segundo disco de Barker es un trabajo que no solo invita a ser procesado emocionalmente, sino a analizarlo desde su complejidad sonora brutal, un ángulo más “electro-fan”. 

Barker no es ajeno al uso de pliegues melódicos y rítmicos en constante pero cautelosa transformación, y eso se escucha a lo largo del disco. Algo que me suele suceder al escuchar música electrónica como ésta, es que la percepción sonora se filtra hacia la imaginación, generando imágenes mentales como brillos suaves, texturas fluidas o fractales en movimiento (tal vez predispuestas por la portada del álbum) es música que parece generarse y mutar orgánicamente. 

Las pausas y silencios en sus tracks son utilizadas con inteligencia: generan tensión y luego un respiro, que se puede liberar en movimientos sutiles del cuerpo, con el clásico cabeceo, con los movimientos involuntarios de los dedos y los pies cuando se activan con el input musical. 

En este lanzamiento, que sigue resonando con Utility (2019), Barker mantiene una esencia armónica y estética que lo ha definido a lo largo de su proyecto; atención al detalle, texturas limpias y profundas y una clara intención de crear espacios sonoros más que tracks

Esto mismo me lleva a mencionar que sí, se podría decir que el sonido se repite, pero hay variaciones sutiles y modulaciones constantes que nos coloca en un estado mental más suave, menos acelerado, incluso contemplativo. Es ahí donde la música toca la emoción, no en lo señalable y evidente, sino en lo que va cambiando poco a poco casi sin darnos cuenta. este disco es una obra sonora compleja pero accesible, que se mueve entre el ambient y la electrónica experimental, y que deja una sensación de haber habitado un espacio más que haber escuchado una canción. 

Which Direction Goes The Beam - Index For Working Music
Raquel

Portada del disco Which Direction Goes The Beam de Index For Working Music

En el suelo mugriento del Barrio Gótico de Barcelona, Max Oscarnold y Nathalia Bruno, que ya estaban enfrascados en una especie de ping-pong creativo, tropezaron con un montón de fotocopias en blanco y negro marinadas en orines. 

La colección de imágenes eran tanto sagradas como profanas, acompañadas de un ensayo sobre los primeros ermitaños cristianos, titulado Hombres poseídos por Dios. De regreso en Londres, rodeados de un smog que parecía una maldición profética, los alcanzó la Peste Negra del siglo XXI, y con su descubrimiento reciente en mano, tuvieron que encerrarse, como el resto de la humanidad, durante los meses siguientes. 

Esta semana lanzaron su tercer disco, rasposo, contrastado en blancos y negros, como esas fotocopias que sentaron el precedente estétco de su mito fundacional. El frío del post punk inglés te congela la garganta mientras recorres una carretera en medio de un desierto, donde la maldad corre a contraflujo y te ensucia los dientes de polvo. Ellos dicen (en su perfil de Spotify, ¿dónde se informan ustedes, o qué?) que este disco tiene muchas referencias a bandas de culto de otras décadas, como Dome de los 80, This Kind Of Punishment de los 2010 y Thinking Fellers Union Local 282 de los 90. 

Es un disco oscuro, mugroso, a veces recatado y casi siempre desgarrador. 

Abyss - Anika
Regina

Portada del disco Abyss de Anika

Este disco es como estar en tu cuarto, completamente sola, escuchando lo que no puedes decir. Es como leer el diario de alguien que está tan enojada, tan confundida, pero al mismo tiempo tiene muy claro cómo decir lo que siente. 

La voz de Anika, siempre con ese tono fantasmagórico, como si cantara desde algún rincón oscuro de tu mente, sigue ahí, pero esta vez más cerca, más real, como si todo lo que estuviera diciendo te atravesara directamente. 

Este disco tiene la sensación de cuando te encierras en tu cuarto con los audífonos puestos porque necesitas estar sola. No es ese tipo de enojo que explota, sino uno más callado, el que se siente pero no se grita. Las canciones no suenan perfectas, y eso es lo que está bien. 

Todo suena como si lo hubiera escrito en una libreta a las prisas, sin querer hacer que suene bonito, solo diciendo lo que tiene que decir en ese momento. Es como si hubiera tomado algo de PJ Harvey y Nico, pero de una manera más suelta, sin miedo a sonar áspera o rara. 

Hay distorsión, bajos que retumban, loops que se repiten hasta que te cansan, y su voz siempre ahí, al frente, diciendo cosas que no entiendes del todo pero que te dejan con un nudo en la garganta. Unhappy es como un golpe en el pecho si alguna vez estuviste tan harto que no sabías qué hacer con eso. My Body tiene ese frío extraño que no sabes si te gusta o te incomoda. Fear suena a esa sensación de estar tan agotado que ni siquiera sabes si estás triste, o solo cansado. 

Este no es un disco que intenta gustarte. No está hecho para eso. Pero de alguna manera, te atrapa. No es bonito, pero tiene algo brutalmente honesto que te llega de una forma que no esperas. Lo pones una vez, y no puedes dejar de escucharlo. Es el fondo perfecto para esos momentos cuando no sabes qué te pasa, pero sabes que algo te está pasando.

Forever Howlong - Black Country, New Road
Tello

Portada del disco Forever Howlong de Black Country, New Road

Este es un texto estilo “escoge tu propia aventura”. Puedes leer una de las dos opciones y largarte de aquí sin saber qué diablos decía la otra, o leer las dos y formular la tuya propia. Cualquier manera de leerlo es correcta y aceptable, pero sin el ying no existe el yang. Y sin el 2 no existe una.

Opción 1

Un theater kid es aquel estudiante en tu salón que se sabía todos los musicales de broadway, el histrionicx que se levantaba en un momento aleatorio de la clase, coreando su tema favorito de Les Miserables, mejor que cualquier infante de su edad, pero muy pero muy lejos de un profesional. 

Los hay sutiles y los hay más evidentes, a su manera, todxs siempre intensxs. El que contaba su experiencia en las vacaciones pasadas y se conmovía hasta las lágrimas, describiendo la banda de músicos locales, que amenizaron su comida no típica entre charlas típicas con sus abuelos. El que movía los dedos en su palma extendida al finalizar un número de la obra escolar del día de las madres (jazz hands). La persona que destacaba en la clase de música, tocando odiosamente mejor, la aún más odiosa flauta de plástico Yamaha o la melódica de papelería. No siempre caían tan bien, a veces eran “too much”, pero el cringe y la personalidad siempre serán preferibles que nada. Mejor chingos de mostaza y pimienta que un simple e insípido pan sin sal. 

Forever Howlong es el disco para ellxs. Intensidad y emociones complejas envueltas en una obra de teatro musical diseñada para quien no tiene miedo a llorar en solitario o frente a multitudes. Es lo que pasa cuando a una generación entera le dices hasta al cansancio que son descendencia del colapso, y peor aún, lo pueden constatar. Una banda que, hablando de salud mental y crisis existenciales, vio a su líder y vocalista romperse el alma tras tocar cada noche en un escenario. Que se niega a seguir ese camino, tocando melodías alegres y divertidas, pero igual de profundas. Sin temor a decir abiertamente que enmascaran las emociones, con tal de poder seguir conectando con la gente y haciendo lo que más le gusta. El álbum ralentiza y embellece el mundo alrededor, sean sombras de árboles sobre el pavimento, autopistas conglomeradas o estacionamientos vacíos. Seas tú el insufrible theater kid, ahora engodinado, o un mortal que solo tiene algo latiéndole en el pecho.

Opción 2

Como cualquier respetada prensa musical, o al menos con la pinta suficiente de respetable para ser acreditada como tal, tres personas en Ibero 90.9 pudimos escuchar Forever Howlong antes de su lanzamiento oficial. Incluso antes que las listening parties globales, en las cuales México no llegó a figurar, por cierto. 

Puede que incluso me haya metido en problemas con amixes por gatekeepear el link sagrado. El acato a las condiciones en la página web de Ninja Tune fue estricto (juro solemnemente que no lo filtré porque soy un fiel creyente, temeroso de los dioses de la institucionalización de la música). 

Llegué una noche a mi departamento, acelerado y polvoso de cruzar la ciudad en moto. Casi olvido el casco sobre mi cabeza. Aplasté mi gran trasero en el gran sillón dispuesto a escuchar el nuevo gran disco. Ceremonioso, cansado, tal vez demasiado cansado (yo, no el disco). La atención aguda a los primeros tracks se fue disolviendo. La jornada pesada de universidad creció en tonelaje, advirtiendo un consejo importante para estos casos particulares; no escuches un link de un solo stream en la madrugada. 

En la fiebre, mis sentidos se nublaron en compañía de voces dulces, vientos sordos y una suave guitarra con acentos de laúd medieval. No significa que el álbum sea somnoliento, el que tenía sueño era yo, pero sí me arrulló. Al despertar la mañana siguiente, las canciones se sentían como un recuerdo, las frases borrosas tenían sentido pero su fidelidad se perdió en memorias de difícil acceso. Me quedé esperando poco más de una eternidad (una semana) para escuchar de nuevo las notas de aquel sueño de theater kid inglés, como un animal del bosque que fue acariciado por un turista, que regresó a la ciudad para no volver nunca (siete días después). Como dicho animal, traté de rascarme con árboles, piedras y ríos. En busca de la misma sensación dactilar llena de extraño afecto sobre mi pelaje, que jamás volvería a experimentar (hasta que lanzaran el disco oficialmente). 

Pude volver a escuchar ese disco, y ustedes también pueden. Comentarios más estructurados, informativos o menos viscerales, estarán a lugar. La musicalidad, los instrumentos peculiares, las letras y sus referencias a Dickens, la mezcla de Nathan Boddy o la producción de James Ford. Todo podría contribuir a esta subjetiva, irrelevante pero merecida afirmación: Este es el disco del año (y por lo menos el programador concuerda; de la semana).

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