Bartleby, el escribiente: un cuento para la resaca vacacional
Por Germaine Khebzou Dabbah
El regreso de la breve vacación de Semana Santa a la rutina es tediosa de una manera peculiar: este descanso se vive tan fugaz que, viéndolo desde ahora, se siente más como un glitch en la monotonía del calendario que aquél merecido paréntesis para respirar que todos deseamos y anhelamos que llegue.
Sin embargo, siempre hay algo que me asegura que este receso efectivamente sucedió: la pereza mental y la lentitud costera que arrastro conmigo al volver al exasperante deber. La primera semana de regreso mis capacidades se sienten levemente oxidadas, con un tiempo de respuesta atrasado de un segundo pues todavía me siento tendida como hacía ocho días cuando los recuerdos de la lista donde poco a poco se acumulan las cosas que hacer parecía tan lejana como vidas pasadas.
En corto, cuerpo y mente rechazan el quehacer aunque la razón sepa que de nuevo hemos aterrizado en la realidad del lunes.
Para esta sensación-problema, por suerte, hay un personaje que ha resuelto el enigma. Se trata de Bartleby, que le da nombre al exquisito cuento de Herman Melville: Bartleby, el escribiente.
Unas décadas previas a Kafka, en Melville encontramos lo que pareciera ser un precursor encarnado en Bartleby, un hombre que es contratado en una oficina de Wall Street pero no cumple con las órdenes que su jefe le impone. Decir que se niega a llevarlas a cabo sería un error pues esa no es su estrategia.
Con una breve frase deja perplejo a su empleador, quien queda absolutamente desarmado por la neutral y nunca cambiante respuesta de Bartleby a cada una de sus órdenes. Esto deja al jefe en jaque mate y parece imposible que encuentre una manera de deshacerse de él, gracias a la característica oración que se quedará permanentemente grabada en la memoria de los lectores de esta maravillosa historia.
Puede ser que la respuesta a este sopor post-descanso que sufro se encuentre en esa frase mágica inventada por el inolvidable personaje. Si, al igual que yo, te sientes víctima de esta resaca vacacional no puedes quedarte sin leer este cuento absurdo y existencialista que además de ser placentero y sencillo, ofrece un fenomenal atajo o escapatoria a las órdenes de superiores.