Un vuelo explorador: 'Flying Wig' de Devendra Banhart
En el 2000, Devendra Banhart dejó su carrera universitaria para comenzar una aventura musical que, más de dos décadas después, sigue dando de qué hablar. El 22 de septiembre de 2023, lanzó Flying Wig, obra que nos muestra un lado diferente de este músico nacido en 1981 en Houston, de madre venezolana.
Desde su primer álbum en 2002, Banhart ha mostrado interés por el folk psicodélico, con su muy peculiar enfoque latino, que incluye influencias que van desde Donovan hasta Víctor Jara. Por supuesto, habiendo grabado para sellos discográficos como Hinah, Young God o XL Recordings, su carrera lo ha definido como un músico independiente (indie). Un punto de inflexión definitivo en su discografía fueron el par de álbumes producidos por Michael Gira (líder de los míticos Swans): Rejoicing in the Hands y Niño Rojo, ambos de 2004; la influencia de Gira se sintió tanto en las composiciones, como en el estilo de las portadas, con una curiosa estética que proyectaba una simplicidad perturbadora. Y entonces en 2005 vino Cripple Crow, un lanzamiento que finalmente mostró la madurez y el refinamiento de Devendra como compositor, desplegando un estilo musical suelto pero congruente, con temáticas tan divertidas como profundas.
Después de haber lanzado algunos álbumes para Warner Records, Banhart regresa a su condición de músico independiente, pero esta vez a través de su propio sello: Mexican Summer. El resultado es, ciertamente, diferente a lo que había realizado hasta ese momento: nuestro querido hippie barbón ha dejado atrás la frescura de sus composiciones originales para arriesgar un poco más en el estudio, y esa psicodelia de flores en el pelo ha evolucionado hacia una psicodelia ácida, con una voz profunda y composiciones contemplativas, hipnóticas, que presentan al escucha un fresco de pinceladas sutiles, producto de su trayectoria musical y su carrera como artista visual.
Un factor importante en este proceso fue la producción de Cate Le Bon (Deerhunter, Kurt Vile, Wilco), cuya energía femenina conectó con la de Banhart, quien durante la grabación usó un vestido que le regaló Le Bon y unas perlas de su abuela; el mismo título (Peluca Voladora), es referencia a una peluca que le regaló una amiga, que él tuvo colgada sobre la base de un micrófono durante la pandemia. Esta figura que asemejaba una persona le hizo compañía en el confinamiento, y se imaginaba que por las noches esa peluca cobraba vida y salía volando por la ventana para reunirse con otras pelucas. Anteriormente, sus experiencias durante el encierro ya habían sido expuestas en su álbum Refuge (2021).
Respecto a la producción, el músico declara que, en un inicio, sus canciones ―inspiradas por un poema de Kobayashi Issa― tenían esa cualidad bucólica que lo ha distinguido, incluso el lugar de grabación estaba rodeado de naturaleza; no obstante, Cate Le Bon reelaboraba sus propuestas y las convertía en una sombra de la original; así, en el proceso de contrapuntear las ideas de ambas partes y negociar un punto medio, el resultado fueron las versiones finales que quedaron registradas. En esta propuesta, inusual en su carrera, un factor importante para lograr esta tonalidad oscura fue el uso de sintetizadores.
A pesar de lo tenebroso que puedan sonar las composiciones, el propio Devendra declara que, en realidad, las letras están llenas de amor: el mensaje que expresa es que, para emprender cualquier camino desde abajo, hay que empezar sin esperanza y, a pesar de la soledad que podamos sentir, podemos sabernos acompañados al comprender que otras personas han experimentado la misma desolación. De este modo, la esperanza contenida en el álbum está escondida ―en una estética inversa a las canciones de Sting y Jarvis Cocker, por ejemplo, cuyas letras oscuras están disfrazadas de música alegre―.
Una vez establecidos estos contextos, tenemos más herramientas para apreciar el álbum: sus composiciones nos llevan por diferentes paisajes, en un relato que, como el músico declara, comienza desde el punto cero y va ascendiendo en estructuras, complejidad y ánimo. "Feeling" nos transmite un ambiente desolador, en el que el intérprete expresa su necesidad por encontrar un sentimiento; "Fireflies" nos regresa a la temática entomológica que nos presentó en Cripple Crow a través de "Dragonflys" aunque, mientras las libélulas aparecían cuando tomaba cerveza, las luciérnagas dibujan un rastro luminoso en la oscuridad comparable a las canciones que compone como resultado de su tristeza. "Nun", poseedora de un bajo digno de Mick Karn, es un relato de la huída a su realidad actual, en un tono más movido… Y así, la aventura continúa. Destacan también "Twin", una pieza de tensión contenida que comienza a mostrar esos rayos de esperanza y "The Party", la conclusión del recorrido emocional.
Finalmente, la presentación a este contenido es una portada vibrante, inusual en su discografía, tan distinta de la pintura delirante del Rejoicing in the Hands o de la recreación beatlesca de Cripple Crow; desde la portada podemos adivinar que se trata de un trabajo diferente, personal, que ha polarizado la opinión de los críticos musicales ―tan autosuficientes como insensibles― quienes, acostumbrados a la obra previa del cantautor, extrañan el cálido piano de Antony Hegarty en "Heard Somebody Say" y se incomodan con los fríos sintetizadores en esta producción. En una carrera que ha evolucionado, es difícil predecir si Banhart volverá a emprender una odisea similar, pero ahora que tenemos Flying Wig, hay que valorar esta obra como una pieza tan original, como honesta.
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