Segundo debate presidencial: Abrazos, no balazos, no carterazos y pocas propuestas.
La diversa y multicultural ciudad de Tijuana, Baja California, recibió el pasado domingo a los candidatos a la presidencia: Andrés Manuel López Obrador, Ricardo Anaya, José Antonio Meade y Jaime Rodríguez “el Bronco” para abordar el tema de México en el mundo, considerando como ejes de discusión: el Comercio exterior e inversión, la seguridad fronteriza y combate al crimen transaccional y los derechos de los migrantes.
Si bien el formato resultaba innovador, al ser la primera vez que en nuestro país un debate presidencial contaba con público presente capaz de realizar preguntas directas a los candidatos, nuevamente los ataques e insultos entre los participantes tuvieron mayor trascendencia que las propuestas y la explicación de las mismas; dando espacio a chascarrillos jocosos como esconder la cartera o señalar la presunta hipocresía y cinismo de algunos candidatos.
A su vez, los cuestionamientos planteados resultaban largos y poco conducentes a respuestas concretas por parte de los candidatos, situación que poco contribuye al voto informado de los ciudadanos y la clara explicación del cómo llevaran a cabo sus propuestas los aspirantes presidenciales. Sin duda, esta situación llevó a que ciudadanos, mediante redes sociales, manifestarán su horror, decepción y enojo ante lo que pareció una lucha por demostrar quién de ellos es el menos peor para nuestro país.
La naturaleza técnica de este debate evidenció en algunos candidatos la falta de conocimiento, llevándolos a comportamientos polarizados y prepotentes, sustentando sus argumentos en acusaciones y evadiendo la respuesta clara a los cuestionamientos planteados. Olvidaron considerar el fenómeno más elemental y que mejor explica al siglo XXI, la globalización, la cual ha afectado la capacidad de los gobiernos para hacer frente a nuevas amenazas globales, entre ellos y el que más debe preocupar a nuestro país, son las agrupaciones del crimen organizado, que en los últimos años han aumentado, han cambiado sus estrategias y métodos de operación, han encontrado mecanismos para evadir las políticas gubernamentales además de diversificar sus actividades delictivas.
Durante el debate, quedó de manifiesto la importancia de los equipos de campaña desde donde se tuvo que aclarar lo que querían decir los candidatos en diferentes momentos. Los abanderados poco o nada consideraron temas como la protección al Medio Ambiente y las metas que México se ha comprometido a cumplir mediante diversos Tratados Internacionales como el Acuerdo de París.
En cuanto al desarrollo y reducción de las brechas de desigualdad, prácticamente se denotó su desconocimiento en torno a la transición que los 193 países Miembros de las Naciones Unidas deben de llevar acabo, entre ellos México, como parte de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y ante la cual, un programa creado hace 57 años, como la “Alianza para el Progreso”, no permitiría alcanzar a nuestro país dichos objetivos y sólo aumentaría la dependencia en la relación con Estados Unidos.
A la vez parece que los candidatos presidenciales, tienen una reducida visión, que únicamente les permite conocer la relación entre México y Estados Unidos, ya que durante el segundo debate poco se escuchó sobre propuestas para diversificar las relaciones comerciales y políticas de México ¿cómo serán aprovechados los doce tratados de libre comercio celebrados con 46 naciones en América Latina, Asia y Europa? ¿cómo se reconstruirán las instituciones acordé a las necesidades de desarrollo y crecimiento económico del país que beneficien a la población? Ante estas preguntas, entre otras que tenemos los mexicanos, no queda más que seguir generando los espacios de diálogo y participar activamente en estas elecciones mediante un voto informado y no un voto de pánico.
Sigue a Daniela Muñoz en Twitter @danylagarza