De bochornos, música, cerveza y lluvia: Marvin 2018

De bochornos, música, cerveza y lluvia: Marvin 2018

Foto: Carolina Maciel

Foto: Carolina Maciel

Vivir en el Estado de México trae consigo una penitencia (tal vez de las “menos” atroces entre un amplísimo catálogo) digna de uno de los círculos del infierno de Dante: llegar tarde a todos lados. Aquí, al que madruga, Dios no lo ayuda, mucho menos los despertadores o las alarmas. Tal pareciera que en lugar de padrenuestro y ave maría, nuestro mantra es si algo malo puede pasar, pasará (Murphy, dixit); el deficiente transporte público, la pésima infraestructura urbana (cof cof nueva terminal aérea) y el desproporcionado uso del automóvil, entre muchos factores más, hacen que casi sea una misión imposible estar en la CDMX a la hora y lugar indicado.
 
Sí, querido lector, lo confieso, llegué un poquito tarde a mi cita con el Festival Marvin 2018, y no toda la culpa es del inmisericorde tráfico del Edomex. No, amiguitos, el sábado pasado las inmediaciones de la colonia Condesa lucían su congestión vehicular habitual y me privaron de diez preciosos minutos del recital de Los Maricas, banda de punqui melódico oriunda de Bogotá.

Los Maricas. Foto: Caro Maciel

Los Maricas. Foto: Caro Maciel

Una de las principales virtudes del Marvin es la variopinta oferta de actos y géneros musicales que confluyen y se mezclan (más de sesenta actos musicales repartidos en ocho spots). Los Maricas hicieron de las suyas en el Foro Bizarro, olor a cerveza, cuerpos sudorosos y gargantas desgañitándose con melodías ruidosamente juguetonas de tonos pasteles. Postales sonoras intempestivas, definitivamente el espíritu del punk es como el cuento en la literatura: siempre gana por knock-out. Jeffry, Manuel, Álvaro y compañía, no decepcionaron a sus fieles y regalaron temas como las insignes: “Magdalena”, “Morenita” y “Bebé, vamos a la playa”, un furioso recorrido por sus EPs: El verano, El invierno, Muerte  y Escupiendo tulipanes, además de su primer larga duración Cuánto más hemos perdido

Teen Flirt. Foto: Caro Maciel

Teen Flirt. Foto: Caro Maciel

Uno de los plus de esta celebración de la escena musical es la de regodearse con una caminata por el circuito Roma-Condesa, al puro estilo flâneur, los paseantes deambulan por las calles, entre colores, aromas y sonidos, abiertos a todo tipo de posibilidades, ya sean sonoras, gastronómicas e incluso humorísticas. La caminata que comienza en el escenario al aire libre ubicado en el Parque España podría catalogarse de placentera, con todo y el inclemente calor que azotó el fin de semana a la capital del país. La curaduría de la octava edición de Marvin representa un desafío para el melómano, la oferta es vasta y las sorpresas tentativamente resultan atractivas, entonces el presupuesto es la aventura y la apuesta por lo desconocido.

A las 16:30, ya con el preludio de la lluvia, The Marías (quinteto angelino) se adueñó por completo de Departamento. Sensualidad pop, elegancia y cadencia con dejos de Sade, es decir: rock pop de alta manufactura. María, líder del combo, exuda una mezcla de melosidad, sazonada con una pizca de lascivia, su show atiborró el venue y generó una sensación de bochorno que contrastaba con las gotas de lluvia que poco a poco se adueñaban de Álvaro Obregón. “I Don't Know You”, “Only In My Dreams” y “Déjate llevar” enloquecieron a sus más acérrimos fans que gritaban cuales quinceañeras en pleno jolgorio. 

A pesar del cielo nublado, la sensación térmica no cejó y el ambiente continuó en mood playero, puesto así, el servicio de Ride Marvin fue un aliciente para todos aquellos que no se encontraban en condiciones para hacer uso de sus extremidades (simple flojera o comodidad). Después de una buena hidratada y unos primorosos tacos campechanos proseguimos nuestra peregrinación musical nuevamente al Foro Bizarro, esta vez para presenciar una de las primeras apuestas de la tarde, Los Riot. Casualidad o mera coincidencia, topamos el frenético cierre del Chingadazo de Kung-Fu. Marino y su tropa la rompieron como suelen, cosa que no sorprende, los pocos pero fieles testigos armaron el pogo y lanzaban alaridos: seguimos, perdiendo, seguimos perdiendo. La espera fue breve, mientras tanto el recinto se vació y dio paso a una desangelada presentación.

Buzzcocks. Fotos: Rodrigo Arce

Como en todo festival no todo puede ser perfecto, lamentablemente para Los Riot el grueso del público se fue a ver el show de los Buzzcocks (al menos eso quiero creer). A pesar de su enjundia y de la potencia satinada de su rock clásico, la agrupación chilanga pasó sin pena ni gloria por la tarima. Los contados curiosos que se posaron frente a la banda trataron de arroparlos, sin embargo, no fue suficiente.

Con una ligera y coqueta cortinilla de lluvia en el ambiente, mis pasos me llevaron a encaminarme al encuentro de uno de los diyei y productores más interesantes de la escena electrónica de avanzada mexa, me refiero a Teen Flirt. Punta de lanza del sello Finesse Records, David Oranday ofreció un set lleno de cachondería, musicalizó de manera perfecta el bochorno primaveral que arrejuntó cuerpos, mezcló aromas y despertó la líbido de una audiencia emborrachada de beats y de tragos coquetos que tintineaban a diestra y siniestra. Como en la mayoría de los festivales, la premura hizo que ocupáramos un ride para llegar a uno de los shows más esperados de la noche, Gang of Four.

Gang of Four

Gang of Four

La primera presentación de los británicos en tierras aztecas generó altas expectativas, El Plaza lucía una gran fila para acceder a la eucaristía de distorsiones y guitarras afiladas. El crepúsculo fue la escenografía perfecta, afuera cientos de personas esperando impacientemente para entrar al pandemonium; adentro, el ambiente era de entusiasmo por mirar de cerca a una de las bandas que le dio forma al post-punk ( a pesar de contar sólo con Andy Gill como miembro de la alineación original). Como si se tratara de un vendaval sónico, así Gang of Four atacó nuestro sistema auditivo, 40 años de trayectoria en un escenario, pero… no conectó, al menos no conmigo. Ensordecedor, espeso, el sonido era saturado, demoledor pero con múltiples fallas técnicas (una constante en el festival). No obstante, el recital que repasó la larga trayectoria de los ingleses cayó en un limbo que se fue alargando, en un vistazo rápido por el público se podía observar a más gente concentrada en sus smartphones y redes sociales que en el huracán que destrozaba tímpanos por doquier. El momento apoteósico de la noche fue cuando John Sterry destrozó su guitarra para saciar la locura de sus más entusiastas. 

Tras la hecatombe sonora vino la calma, las inmediaciones del Plaza lucían los estragos de la llovizna, el calor dio paso a un frío moderado. Los outfits primaverales fueron sustituidos por chamarras y abrigos, a pesar de ello, el calor del público seguía siendo el leitmotiv del día. Ahora restaba esperar el plato fuerte de la noche, The Drums.

Para hacer más llevadero el tiempo, y huir unos instantes de la lluvia, el Caradura fue la opción adecuada. Grata sorpresa fue toparse con Red Jesus, músico mexa-chileno que coquetea abiertamente con el folk y el pop ensoñador. Con una pinta de un jesucristo hipster, el cantautor regaló instantes palaciegos, atmósferas suaves matizadas con una instrumentación sobria y eficiente. Charlas, bullicio, estragos de la cerveza, chacoteo por aquí y por allá, llegó el turno de subirse al escenario a Un Planeta, combo rioplatense que opera desde el 2010, ofreció un recital lleno de preciosismo pop (al parecer una constante en diversos proyectos que se presentaron en Marvin) que hizo que varios de los desesperados fans de The Drums paliaran por unos minutos sus ansias locas.

The Drums. Foto: Carolina Maciel

The Drums. Foto: Carolina Maciel

Minuto a minuto la fila para acceder al Plaza iba creciendo, incluso llegaba a confundir a los peculiares cadeneros de los diversos antros y bares de la zona (mirreyes y chicas enperifolladas clamaban indignadas: No mames, wey, la fila para el Artic está a full, error, amigas entaconadas, la fila era para ver a The Drums). Mientras la llovizna continuaba flagelando la humanidad del público,  opté por continuar en Caradura y escuchar las primeras canciones de Planeta No. Afortunada decisión la mía, Planeta No me sorprendió y me dejó con ganas de más. Evidentemente su público se nutría de fans, los chilenos no decepcionaron y lucían gestos de asombro y agradecimiento cuando notaron que el público gritaba a tope su primera interpretación “Ya no veo mis zapatos”.  

Como soy un vato cabal y responsable (léase con sarcasmo) salí para mi cita con The Drums, por la magnitud de la fila de acceso auguraba un lleno total. Sin embargo, quedé anonadado al entrar al Plaza y verlo a poco menos de la mitad de su capacidad, situación que se desvaneció de mi mente cuando Jonathan Pierce y compañía salieron al escenario. 

“What You Were” inició la bacanal, el suelo retumbaba, el público se entregó y coreaba como si no hubiera mañana. Paulatinamente, el espacio se cubriría y si bien no se llenó, se compensó con la actitud festiva, desenfadada y gamberra de los asistentes. Mazazos sonoros se sucedían uno tras otro, temas icónicos, así como de Abysmal Thoughts (2017) la más reciente producción de los neoyorquinos, hicieron acto de presencia. “Money”, “Days”, “I Need A Doctor”, “Let's Go Surfing”, “Me And The Moon”, “Heart Basel”, “Blood Under My Belt”, entre muchos otros hicieron las delicias del público por poco más de una hora y treinta minutos. 

Parejas en plena faena amatoria bajo el anonimato de las sombras, más cerveza, aroma a hierba mezclado con sudor, gritos y buena vibra, The Drums tuvo un recital catártico y cumplidor. La apoteosis se dio cuando Pierce interpretó “Meet Me in Mexico”, corte que vio la luz tras el trágico sismo que asoló la CDMX el pasado 19 de septiembre de 2017. The Drums entró en comunión directa con su público mexicano y cerró de manera adecuada una fiesta que si bien tiene errores (la mayoría técnicos), se agradece el formato y el espacio para que nuevas propuestas se desarrollen y lleguen a las orejas de nuevos escuchas. ¡Larga vida al Marvin!
 

Segundo debate presidencial: Abrazos, no balazos, no carterazos y pocas propuestas.

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El andar y rapear en el Festival Marvin

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