Coronada de abejas: una charla con Margo Glantz
"De la más fragante Rosa
nació la Abeja más bella,
a quien el limpio rocío
dio purísima materia".
Sor Juana Inés de la Cruz
Estuve buscando por días un regalo para Margo Glantz, previo a nuestra entrevista. Sabía de su fascinación por los zapatos y de su colección miniatura, así que pensé en llevarle algo alusivo a su fetichismo por el calzado, pero mi búsqueda fue patética y no encontré nada que fuera digno de obsequiarse. Luego pensé en un ramo de flores, pero recordé que María Félix decía que eran "un pésimo negocio" —apenas duran un día y tienes que agradecerlas todo un mes— y además, ¿le gustarían siquiera las flores? ¿De qué tipo? ¿Cuáles irían mejor con su decoración? Por supuesto que también pensé en un libro, pero, ¿qué libro regalarle a una mujer que quizás ya los ha leído todos?
Un día antes de nuestro encuentro en su casa de Coyoacán, aún sin regalo, preferí dedicarme a repasar mis preguntas y pulir el tono de mi entrevista. Para un neófito como yo, de 27 años, conocer por primera vez a un personaje de las letras de la estatura de Margo Glantz representaba un hito en mis aficiones literarias. Recuerdo haberme regocijado cuando la vi retratada en la portada de Gatopardo apenas en noviembre del año pasado: “El Siglo de Margo...” rezaba el encabezado entre las páginas de aquella revista. Así que cuando me propusieron encontrarme con ella, a la luz de su nueva publicación, Y por mirarlo todo, nada veía, bajo el sello editorial Sexto Piso, supe que tenía frente a mí una oportunidad colosal de conversar con una de mis autoras preferidas, y que mis preguntas debían ir más allá de ubicuas y sosas solicitudes como un simple “cuéntanos, ¿qué te inspiró a escribir este libro?”.
Tenía como diecinueve años cuando escuché por primera vez de Margo. Un maestro sabía de mi arrobo literario por Sor Juana y me dijo “Léete a Margo Glantz, ella escribe mucho de tu musa”. Durante los siguientes meses, no sólo la leí, también la escuché. Vi cuánto video y entrevista pude, donde fluía en tendidas charlas sobre la vida y obra de la Fénix americana. Para entonces, yo ya había leído a Paz, Arroyo, Méndez Plancarte y Pfandl en sus estudios y especulaciones sorjuanistas. Me parecía que Margo hablaba en similares notas y coincidiendo con algunos, pero lo especial en ella era su gran naturalidad y gozo al hablar de la Décima Musa que compartimos. Su rigor académico nunca parecía peleado con la sensibilidad y admiración que le guardaba a la monja jerónima y así, me cautivó. Cuando caí en cuenta de que precisamente el título de su nuevo libro aludía a un verso del célebre Primero Sueño, supe de inmediato que Sor Juana estaría presente en nuestra charla.
"Decidí hacer este libro como una cosa muy concreta, muy directa, donde quedara como un espejo de lo que está sucediendo, un espejo crítico, porque yo intervengo constantemente, como Sor Juana que se detiene en el camino y pretende mirar mejor el cosmos que la rodea".
Margo Glantz
Puntual y sin regalo, llegué finalmente a nuestra cita en su casona de fachada blanca en el corazón de Coyoacán. Al entrar a su recibidor, dos cosas me asaltaron: la primera fue el aura rústica y acogedora de su estancia. Me vino a la mente de inmediato Virginia Woolf con su cuarto propio.
Pinturas, artesanías, muebles robustos, un vistazo a su jardín. Todo parecía encajar en la quintaesencia del hogar de una escritora; una alcoba como suspendida en el tiempo, nacida de las páginas de un libro. El segundo asalto fue que, justo en medio de esa atmósfera intelectual, Margo Glantz estaba sentada en su sala con un reflector incandescente sobre ella, una copia de su nuevo libro entre las manos, una cámara de video enorme al frente y tres miembros de TV UNAM a su alrededor, dándole instrucciones. Parecía que había entrado a un estudio de televisión más que a la celda de una artista.
Margo se limitó a mirarme de perfil y desde su sitio y cortésmente me dijo “un momentito, eh”. Asentí con gusto y nerviosismo. Finalmente estaba ahí, en su presencia. Su voz y sus rasgos eran tal cual los había figurado después de múltiples fotos, videos y grabaciones. Me senté en el rincón de un pequeño y cálido comedor y desde ahí, recorrí el espacio evocativo, bañado en la luz del mediodía. Pensé: "¿realmente estoy sentado en el comedor de Margo Glantz a escasos metros de ella?" Me sentí tan cliché y cursi por mi embeleso, pero no contuve mi entusiasmo. Clavé mi vista en dos cosas: una pequeña Sor Juana que colgaba en la pared y un cuadro de un gato que me recordó a los felinos de Remedios Varo.
“Los dejo, están en su casa. Tengo que atender otra entrevista”, dijo Margo cuando terminó con TV UNAM, y pasó de su sala de amplios sillones al recibidor donde estaba yo, mientras sus previos entrevistadores comenzaban a guardar su equipo. Me estrechó su mano y me ofreció una disculpa por la demora. Yo asentí encantado. Nos sentamos a la mesa que daba justo en el cerco de luz de la ventana. Me hubiera encantado fotografiarla bajo esos tonos dorados para ilustrar esta entrevista, pero tuve indicaciones previas de no llevar cámara ni fotógrafo.
"El mundo ha sido siempre un lugar siniestro".
Margo Glantz
Margo acarició con su mano el mantel de la mesa que habría de reunirnos, fijándose en las marcas de los dobleces y dijo con su característico humor: “este mantel está más arrugado que yo”, y yo atiné a soltar una carcajada, porque la misma frase la dice mi mamá.
Tomó una galleta de abanico de un plato cercano y la degustó con júbilo. “No debería estar comiendo porque se escucha”, me dijo cuando se dio cuenta de que estaba configurando la grabadora de voz. “¿No gusta una?”, me ofreció.
Minutos después, nos quedamos solos en su estancia y empecé. Sentía una mezcla de alegría incontenible e inquietud. ¿Y si mis preguntas le parecían tontas? ¿Y si se aburría? Me vino a la mente un soneto de Sor Juana: “Si los riesgos del mar considerara, nadie se embarcara...”
Me animé y le di REC.
De abejas, monjas y Madonna
Aleks. Margo, quisiera comenzar contándote una historia. Como bien sabes, el 20 de mayo fue el Día internacional de las abejas y precisamente en la página 35 de tu libro, entre este discurrir de ideas y noticias que vas hilando, haces referencia a esta tragedia de que las abejas están desapareciendo. Y te quiero contar que precisamente vi un video recientemente en Facebook de una anciana escocesa, Fiona Presley, que encontró una abeja en su jardín con una malformación que le impidió nacer con alas, y la adoptó como su mascota y la cuidó a tal grado que creó un vínculo afectivo con ella. Le daba agua azucarada, dejaba que le caminara por la cara, se dormía en su mano, le construyó una casita con una caja. En fin. Y me acordé mucho de cuando en tu libro Coronada de Moscas hablabas de este hospital de pájaros en la India, que me pareció fabuloso. Y yo pensé, qué insólito y qué paradójico es este mundo donde una anciana adopta y cuida a una abeja mientras muchas otras se están extinguiendo, y creo que de esos contrastes es de lo que va un poco tu libro también.
Margo. Sí bueno, y el tema de las abejas es muy recurrente en el libro porque la extinción de las abejas es muy muy grave. Por ejemplo, tiene un efecto literario, porque en el Cantar de los Cantares, sin abejas no hay Cantar de los Cantares, porque es la tierra de la leche y la miel. Era fundamental para la Biblia la miel. Por otro lado, no hay polinización y puede haber, no sólo una extinción de las abejas, sino de una cantidad de vegetales, además de un endulzante maravilloso que es la miel de por sí. Entonces, creo que es uno de los temas recurrentes en el libro: la extinción de las especies. Y es así porque sus hábitats se están reduciendo, pero también por la cacería. Por ejemplo, aparecen los hijos de Trump al lado de animales como trofeos y eso revela claramente lo que es Trump, ¿no? Yo no estoy en lo absoluto contra la banalidad, yo no estoy en lo absoluto en contra de lo frívolo, en contra de lo superficial. Todos esos son aspectos fundamentales de la vida y creo que son imprescindibles, pero al mismo tiempo siento que la forma en cómo se manejan hoy las noticias, y que con las redes sociales se ha vuelto mucho más violento el fenómeno, es que la línea que separa lo más insignificante de lo más brutal, de lo más significativo, ha desaparecido.
A. Y hablando quizás de temas más banales precisamente, el 20 de mayo, además de ser el Día Internacional de las abejas, también fue cumpleaños de Cher, esta diva de la música que sigue vigente después de más de cinco décadas. Y yo sé que a ti te gusta Patti Smith, o al menos leí por ahí que la fuiste a ver en concierto, y creo que ambas mujeres, en sus respectivos estilos y géneros, han desafiado a la industria y han tenido que luchar por seguir vigentes. Patti Smith es solo un año más chica que Cher, tiene 71. Cher tiene 72 y en su caso específico, ella ha tenido que enfrentarse a la presión mediática y cultural de no envejecer. Esto sucede con las rockstars, pero ¿tú dirías que sucede igual para las mujeres en la literatura?
M. Bueno, ahí es un problema de género. ¿Por qué el cuerpo femenino está sujeto a un examen microscópico al que no está sujeto el del hombre? ¿Por qué un hombre de 60 años que se casa con una chica de 30 o de 20 o de 18 parece normal? Pero si una señora de 60 se casa con uno de 40, parece totalmente anormal. Es decir, la relación que se tiene directa, intelectual y visualmente con el cuerpo femenino es muy diferente. Por ejemplo, están haciendo muñecas artificiales-sexuales muy sofisticadas y hay mucha gente que las está comprando. ¿Por qué no nos han hecho también muñecos sexualizados para que nosotras las mujeres los compremos? Estamos en una situación en donde la virtualidad y la robótica está planteando nuevos desafíos absurdos mientras continúan existiendo temas elementales sin resolver. No han resuelto el problema del cáncer, el SIDA, la pobreza y, sin embargo, es mucho más importante que Madonna tenga que hacerse no sé cuántas operaciones para estar al día.
A. Y precisamente en esta pregunta de que si las mujeres en la literatura también son sujetas a este escrutinio, pensaba precisamente en Sor Juana, cuando Ludwig Pfandl en su libro dice que prácticamente sus letras dolorosas al final de su vida, el abandono a sus estudios y a su obra, tuvo mucho que ver con su menopausia, y porque ya en sus cuarenta y tantos estaba afligida y demás. Y por otro lado, se dedica prácticamente todo el libro a demostrar que Sor Juana era un alma masculina dentro de un cuerpo femenino… es decir, ¿por qué eso es relevante?
M. Es una tradición. La propia Sor Juana estaba siempre defendiéndose de su sexo. Es imposible para nadie prescindir de su cuerpo, pero para las mujeres es absolutamente imprescindible. Yo he trabajado mucho con las monjas contemporáneas de Sor Juana y ellas, para lograr pasar a la historia, aspiraban a la santidad. Y esa santidad se lograba a razón de querer desaparecer el cuerpo y tenerlo menos presente, y para desaparecerlo había que flagelarlo, terminarlo. Y lo mismo le pasaba a Sor Juana. Por ejemplo, en los panegíricos al segundo volumen de sus obras, hay un sacerdote carmelita que dice “yo pensaba que Santa Teresa era una débil mujer, pero cuando leí sus obras me di cuenta de que no era mujer, sino un hombre de los más barbados, y cuando leo a Sor Juana, pasa como con Santa Teresa, no es una mujer lo que leo, sino un hombre”. Es decir, para ser grande, una mujer tiene que cambiar su cuerpo. Lo hace Pfandl, pero es una tradición que viene desde hace mucho tiempo. Y todavía, aunque parece mentira, esa tradición permanece. Por eso existe mucho esta queja cuando una mujer decide hablar de su cuerpo y el erotismo. Por mucho tiempo, las mujeres han sido vistas siempre como objetos en los textos de los hombres y de repente las mujeres quieren verse a sí mismas partiendo de su propio cuerpo y entonces se desata el escándalo.
"Es tan importante que no se acaben las abejas como que no sigan violando mujeres".
Margo Glantz
A. Y continuando con Sor Juana, el título de tu libro es retomado de uno de sus versos de Primero Sueño y por ahí en otra página la interpelas de nuevo diciendo que su “Óyeme con los ojos” es más expresivo que el "Y escucho con los ojos" de Quevedo. Y yo te preguntaría, ¿tu consideras este libro tu manera de asir el mundo, con toda la magnitud de lo que ocurre, así como Sor Juana lo intentó con su poema de mil versos?
M. Bueno, no puedo juzgarlo en ese sentido. Es un libro que me parece muy importante porque es como una especie de culminación de cierto proceso de escritura, de mi trabajo con la fragmentación, con la ortografía deslavada, con la frecuentación de lo literario y todas las cosas que me preocupan. Lo que a mí me parece muy cierto, ahora que lo mencionas, es que le puse ese título de Y por mirarlo todo, nada veía, que Sor Juana dice “nada vía (sic), ni discernir podía”, porque precisamente pasa eso.
Tenemos un cúmulo impresionante de noticias y cosas que nos atacan, que ya no sabemos ni hacia dónde volver. Y ella hace perfectamente la distinción entre mirar y ver. Y además, a mí me parece importantísimo tomar como símbolo ese verso de Sor Juana porque es la inflexión fundamental del Primero Sueño. Ella está enfrentada a un cosmos imposible de asimilar y entonces, comienza a mirarlo de otra manera cuando descubre la importancia del discernimiento y todo cambia a partir de ahí. Y ese es justamente mi tema. Yo quisiera que aprendiéramos a discernir, a jerarquizar, a criticar, porque el mundo se ha vuelto muy maniqueo, muy literal, muy resentido, muy ególatra. Y creo que las redes sociales en cierta forma fomentan también todo eso. No es que no existiera de por sí, pero lo agudiza.
A. ¿Y crees que al final de tu libro, como lo dice la misma Sor Juana al final de su Sueño, te queda “el mundo a luz más cierta, y tú despierta”?
M. Yo creo que no hay que ser pesimistas. Creo que hay una situación muy grave en el mundo y que siempre la ha habido. En el siglo XX hubo el nazismo, el totalitarismo, masacre de armenios… el mundo ha sido siempre un lugar siniestro. Pero ahora ha habido cambios en cuanto a la perspectiva, porque el neoliberalismo como programa mundial ha cambiado muchos parámetros, ha cambiado la mirada hacia lo estético, el consumismo, la relación con la literatura. Ha pretendido, y lo ha logrado en muchos sentidos, uniformizar el mundo. Y las redes sociales, que han llegado mucho más tarde, han ayudado a ese proceso. Son medios que aparentemente abren muchos panoramas y perspectivas, pero por el otro lado, cierran más. Al trabajar mucho en Facebook y Twitter y reflexionar sobre lo que significaban, decidí hacer este libro como una cosa muy concreta, muy directa, donde quedara como un espejo de lo que está sucediendo, un espejo crítico, porque yo intervengo constantemente, como Sor Juana que se detiene en el camino y pretende mirar mejor el cosmos que la rodea.
A. Ahora que mencionas este asunto de que las redes sociales o los medios de comunicación dejan visibles unas aristas, pero invisibilizan otras, me viene a la mente la abogada congoleña Caddy Adzuba que hace poco estuvo en la Ibero y que habló de las atrocidades que se viven en su país por la guerra por el Coltán, las violaciones masivas que se cometen en contra de las mujeres y los horrores que se viven en las minas. Y ella justamente decía que el mundo habla obsesivamente de Siria, que se volcó por un tsunami en Asia, pero que nadie habla de los millones de muertos en el Congo.
M. Precisamente en el libro yo pretendo hacer una mirada mucho más total. Lo de Siria es una masacre por la intervención de las grandes potencias y es muy visible. Pero pienso en el Congo, en Nigeria, y en todo lo que pasa en el mundo africano, en el mundo árabe, latinoamericano, y no se toma en cuenta. Sucede algo en París como lo de Charlie Hebdo y todos hablan de eso. Sin embargo, hay masacres en Patagonia, en Kenia y demás y eso no aparece. Por eso, a mí me resulta muy importante hacer una especie de revista de todos esos problemas. Es tan importante que no se acaben las abejas como que no sigan violando mujeres. Como en los países Árabes, que si una mujer es violada, la castigan a ella y no al violador, o en Turquía, que decretaron una ley que dice que a los 9 años, las niñas pueden casarse con niños de 12, que es una forma de violación masiva para ambos sexos. Es decir, la información es tan abundante, tan excesiva, que no te da tiempo de reflexionar sobre ella y creo que es lo que traté de hacer en este libro. Una mirada crítica, sí, pero donde las cosas se muestran por sí solas.
A. Y justamente hablando de tu libro, hay una parte donde dices “escribir por lo menos una línea, una página al día, puede convertirse en otro libro”. ¿Así fue como gestaste tu nueva obra?
M. Mira, yo veía el Twitter y apuntaba eso que me parecía digno de apuntarse; lo que era verdaderamente tremendo y al mismo tiempo, la banalidad de ocuparse en cosas como los casamientos reales. Me parecía importante reflexionar y empecé a escribir todos los días, en una especie de archivo, donde fui almacenando desde tweets hasta aforismos. Luego, fui estructurando, interviniendo, cambiando principios, decidiendo dónde poner interrogaciones, dónde quitarlas, dónde poner puntos suspensivos. Con qué frase empezar, con qué frase terminar. Por ejemplo, era muy diferente el principio del libro, pero me pareció muy bonito comenzar con una frase más o menos poética, pero a la vez, denotando un hecho astronómico maravilloso que fue la luna sangrienta del 31 de enero de 2018, para luego pasar a hablar de los diarios de Kafka. Cosas que me parecieron dignas de ponerse y en especial porque Kafka es importantísimo para mí, como la misma Sor Juana y muchos otros.
Follow y Unfollow
A. Y bueno, ya hablamos mucho de las redes sociales y sus implicaciones, de cómo navegamos por estas mareas de información, así que te voy a hacer unas preguntas rápidas al respecto. Si pudieras crear una app, ¿de qué sería?
M. Jamás podría crear una porque no sé ni siquiera bien lo que es un algoritmo.
A. ¿Pero si supieras?
M. Fíjate que no, no sé. Me parece muy interesante que casi como generación espontánea, salen cada día nuevas aplicaciones, pero en ese sentido, no tengo yo la mente que ustedes los jóvenes. No estoy en Instagram, empecé un blog y no lo seguí. No, no sé qué haría yo.
A. Si tuvieras que instaurar un hashtag, ¿cuál sería?
M. Odio que digan hashtag, cuando la figura es el símbolo de gato. Entonces, no, ninguno.
A. Si fueras YouTuber, ¿de qué sería tu canal?
M. Me gustaría que me pusieran mucho en YouTube, pero no abrir ningún canal.
A. Y ahora, ¿te gustaría volverte "viral" por algo?
M. Me gustaría mucho que este libro se leyera y que se leyera mucho entre los jóvenes, porque me parece que es un tema muy relevante, la relación de los millenials con las redes sociales. Este libro está un poco destinado a ellos, no a dar mensajes porque me choca eso, pero sí me parece importante que los jóvenes me lean y creo que lo he empezado a lograr.
Ya que para despedirme...
Al terminar nuestra charla de cerca de media hora, el nerviosismo se había ido y en su lugar quedó una inmensa satisfacción. Una ansiosa Margo se despidió de mí, presurosa para atender a un invitado que llegó justo a mitad de nuestra entrevista. Yo estaba admirado y agradecido por la paciencia y gozo con la que había respondido mis preguntas. Justo cuando pensé que quizás la había agotado con mis historias e interrogantes, me reconfortó recibir de ella un abrazo de despedida y un “gracias por haber venido, fue un gusto conocerte. Qué gusto que compartimos a Sor Juana”, que se sintió gratamente franco, más que como obligada cortesía. Finalmente, empaqué mi equipo y partí.
Más tarde, cuando me senté en un café a reflexionar sobre nuestra charla y planear esta nota, recordé que había llevado conmigo una copia de su extraordinario anecdotario de sus viajes a la India, Coronada de Moscas, del 2012 —que me introdujo a los formidables versos de Blanca Varela— con la esperanza de que me lo autografiara. Lo olvidé por completo. Sin embargo, recordé la amena y enriquecedora conversación que tuvimos y el privilegio de haber estado en presencia de una de las mentes maestras vivas de la literatura mexicana, y resolví que mi obsequio había sido mucho mayor que unos garabatos en una hoja. Nos saludamos de mano, pero nos despedimos de beso en la mejilla. Quizás eso bastó.