La historia de ser genuino siendo un fraude
Por Luciana Soto Maurer
“Toda la vida he sido un fraude. No estoy exagerando. Casi todo lo que he hecho todo el tiempo es intentar crear cierta imagen de mí mismo en los demás”.
El neón de siempre fue publicado por primera vez en el número 37 de la revista Conjunctions en noviembre de 2001.
Es un cuento que trata sobre Neal, un personaje fruto de la autoficción y el pesimismo, que busca salir de la fraudulenta imagen que él mismo ha construido para que cada una de las personas con las que se relaciona lo perciba como él quiere.
Neal es además un narrador muy astuto. Nos dice cómo desde los cuatro años ha utilizado el lenguaje y las mentiras para manipular a los demás, porque siempre se ha sentido triste y confundido por no encajar en ninguna parte. En un intento por encontrar alguna pizca de genuinidad en su ser, Neal decide tomar terapia psicoanalítica para poder “conocerse mejor” y salir de este hoyo sin escapatoria que ha cavado él mismo. Sin embargo, sus sesiones de psicoanálisis se invierten y él pasa las horas analizando a su terapeuta, descifrando su personalidad, divagando en su manera de sentarse en la silla.
David Foster Wallace escribe este cuento desde uno de mis recursos favoritos de la narrativa moderna: la metaficción. Entendamos este término como una estrategia que destaca la naturaleza ficticia y los mecanismos de invención de un relato para reflexionar sobre su carácter inventivo.
Fraude, fraudulento, fraudulencia, “soy un fraude”, dice Neal cada vez que tiene la oportunidad, pero su psicólogo le propone que quizás eso no sea cierto, pues ¿no sería el hecho de reconocer que uno es un fraude prueba suficiente para saber que no lo es? Pensemos en la paradoja de la mentira, digamos “Esta frase es falsa”, que nos deja con la siguiente contradicción: si es verdadera, entonces debe ser falsa –porque dice ser falsa–, y si es falsa, entonces debe ser verdadera… porque dice ser falsa.
De la misma forma, Neal nos expone este problema pero el objeto de estudio no es una frase, es su vida. Cada esfuerzo que hace por parecer impresionante ante los demás, más fraudulento se siente por dentro, incluso cuando decide acabar con su vida se da cuenta de lo persistente de sus cálculos que dan como ceremonia final una actuación de la muerte.
Es un cuento que recomiendo a quienes les gusta ir más allá de la historia, voltear el tapiz y descifrar cómo están bordadas las figuras que construyen una imagen. No es una lectura para las personas que no quieren comenzar a cuestionar cada detalle de la realidad, porque este cuento muy probablemente las llevará por los oscuros callejones de la escritura del D.F.W., un universo literario angustiante y eufórico.