Max Castañón fusiona en su arte golpes con sensibilidad
Por Hatsi Sanchez y Pamela Valadez
Max Castañón es un artista que fusiona el deporte y el arte para cuestionar los estándares de masculinidad en la cultura mexicana.
En la Feria de Arte Trámite en Querétaro, representando a Yucatán, presentó algunas de sus obras que exploran el impacto de una educación patriarcal en la construcción de la identidad masculina.
Su obra es un reflejo de su experiencia en el boxeo, un deporte que comenzó para “ocultar” su lado afeminado y en el cual se desempeñó como boxeador amateur durante seis años. Pero en lugar de “endurecerlo”, el boxeo le mostró un camino hacia la dualidad, describiéndolo como "una compleja danza de agresión y resistencia".
Para Castañón, el boxeo es un espacio de paradojas: una actividad “violentamente frágil” donde se permite la violencia entre hombres, pero se prohíbe cualquier contacto no agresivo. Esta exclusividad de la brutalidad, denuncia un reflejo de la opresión y rigidez de la cultura machista que permea tanto el deporte como la sociedad mexicana.
Su enfoque más reciente ha sido la exploración del “boxeo homoherótico”. Ya que para él, todo el deporte, plagado de complejidades contradictorias, es un lugar donde "un hombre puede idolatrar a otro sin perder su momento macho”.
Sus obras exploran estos contrastes. En Tensiones (una obra interactiva que consiste en dos peras de box que el espectador debe activar para que se golpeen entre sí) el artista aborda la relación entre dos individuos en combate o en términos correctos “el encuentro”, revelando así, cómo algo agresivo puede alcanzar una suavidad inesperada y casi íntima. La tensión entre ambos cuerpos no solo simboliza una lucha, sino una especie de danza, de acercamiento que como él dijo: “termina pareciendo casi besitos”.
Por otro lado, en Mordidas, un video y objeto que expone dos bucales que comparten la impresión doble de dos boxeadores que al finalizar un combate, lo guardan y se lo llevan) explora el acto de morder como un símbolo de romanticismo violento, un gesto de afecto que lleva consigo un eco de agresión.
Este acto de "llevarse un pedacito del otro" es, sutilmente, un símbolo de lo que muchas personas queer viven; una expresión de afecto en un entorno hostil que se tiene que mantener en secreto.
La práctica artística de Max es una lupa que aparte de exponer las paradojas de una masculinidad violenta, refleja la parte provocadora que habita en los seres que la experimentan.