[#VINTAGE909] Wilco - A Ghost Is Born

Por @AlanisMoon Alguna vez, en una de las pláticas en las que los egos musicales se enfrentan, mi interlocutor me dijo que Wilco era una de esas bandas aburridas. De las que sólo es una guitarrita simplona y una voz monótona que no se atreve a ir más allá. Por aquellos tiempos, yo era un neófito en lo que Jeff Tweedy había hecho. Sin nada que decir, me encogí de hombros. Pero siempre me quedó en el pensamiento aquella opinión.

¿Cómo nacen los fantasmas? ¿Nacen o se hacen? No todos los fantasmas son de ectoplasma. No todos los fantasmas salen por las noches a aparecerse en los espejos o en las fotografías como esferas luminosas. Algunos fantasmas son reales. Son humanos. Creaciones mentales que surgen y resurgen en las ocasiones que ya se sentían enterrados, olvidados. A veces se quieren exterminar, otras veces, ayudan a sobrevivir. Algún recuerdo que emerja de lo más profundo de la conciencia en los momentos en que uno necesita alguna roca a la que asirse, podrá ser un fantasma de los que se necesitan. Su naturaleza depende de cada uno.

Hay artistas que nacen para retratar ciudades. Hay quienes inventan ciudades para retratar su obra artística. Con Wilco es un poco de los dos. Chicago es el lugar en donde se sitúan las historias y sin una, no habría la otra. Si alguna vez vas por allá, a la ciudad de los vientos, querrás tener en tus audífonos un álbum como el Yankee Foxtrot Hotel, así como si vas a Nueva York querrás tener el I’m Wide Awake, It’s Morning de Bright Eyes. Para cada latitud, una sonoridad. Pero cada que se habla de Wilco, tiene que salir ese disco. ¿Por qué? Es muy bueno, pero quizá no se han dado la oportunidad de escuchar lo demás.

Un fantasma nace cuando se habla de superar discos anteriores. Con el éxito hay de dos: o te la crees y te haces una súper-banda; o te la crees y te duermes en tus laureles. ¿Qué camino tomar? ¿Dejarse vencer por el espectro o hacerle al Bill Murray y controlar la amenaza? Wilco optó por la aventura. El cambio. La experimentación. Quedarse con un estilo al que muchos calificaron como “alternative folk”, podría haber sido fácil. Guitarra y voz, una combinación legendaria que parece siempre acertar. Sin embargo, eso ya se le había escuchado, ya había funcionado, ¿podrían llegar más lejos?

La eterna agonía por el amor que se ha roto. Los sollozos en la almohada porque aquél con el que alguna vez imaginaste vivir la vida, hoy ya no es el mismo y las ilusiones se resquebrajaron tan rápido como surgieron. Es el mismo relato. “At Least That’s What You Said” empieza con un Wilco familiar. Pero de repente, emergiendo como una mezcla de coraje y dolor, una guitarra eléctrica que anuncia que, probablemente, Wilco se ha transformado. El primer pasaje instrumental es fuerte, cuando lo pones a todo volumen, se siente verdadero. Y por la misma línea, las primeras canciones parecen disolverse en algo intangible, así como los fantasmas, quizá así es como nacen. Es Jeff Tweedy intentando parecerse a Television, y cuando intentas parecerte a los gigantes, algunas veces, buenas cosas pueden generarse. “Spiders (Kidsmoke)”, pista número tres del disco, tiene un riff de los que te pegan directo. Kraut, ese ritmo motórico que te hace querer ir a toda velocidad por cualquiera de las avenidas de alguna ciudad. Y no suena a country alternativo ni a folk. Y definitivamente, no suena a una de esas bandas aburridas.

No obstante, por más que cambies, las raíces permanecen. Tu formación, tu bagaje, tus gustos, lo que escuchas, lo que ves, lo que lees, todo eso influye para que tu creación artística, tenga cierta aura característica. Wilco no puede negar que es Wilco. “Muzzle of Bees” y “Hummingbird” recuperan la calidez, la terneza que la voz de Tweedy ostenta ya por naturaleza y le incorpora elementos del Wilco clásico. Y aún así, el final vuelve a tener ese agrandamiento, la difuminación sonora que está presente en todo el disco. Así se puede explicar el álbum, desde su portada con un huevo y un fondo albo, hasta las culminaciones etéreas. Los fantasmas abundan. Nacen, mueren y renacen. Un ciclo en loop. En loop. En loop. Se puede distinguir a la banda que retrató a Chicago, pero bajo una neblina de diferentes sonorizaciones. Estos elementos, son fácilmente explicados cuando se sabe que el álbum fue hecho completamente en Pro Tools, para ser tocado en vivo hasta después de terminado. Al contrario de algunos románticos, para Jeff Tweedy la modernidad y sus herramientas en la sonofijación, son algo que se debe aprovechar al máximo. Un punto en el que este uso de sintetizadores y aparatos creadores de ruido es particular, es durante “Less Than You Think”. Quince minutos de canción en los que, a partir del minuto 2:55, todo es ruido. Sin armonía. Sin coro. Sin estrofas. Es un sintetizador haciendo ruido. ¿Un momento para reflexionar o uno de esos caprichos de músico que se quiere hacer el experimental? La decisión está en el escucha.

Después de algunas escuchas, el álbum se va tornando más bello. Se empiezan a apreciar los matices, los guiños de Tweedy en su esfuerzo por sonar diferente. Quizá un fantasma clave, sea la adicción que por aquel entonces sufría el cerebro detrás de Wilco, misma que lo hizo internarse en una clínica de rehabilitación recién salido el LP. ¿La ensoñación que envuelve todo el disco tiene que ver con esto? Algunos críticos dicen que sí. A pesar de que la crítica de Pitchfork, después de haber dado un 10 al Yankee Hotel Foxtrot, lo vapuleó con un 6.6, los demás medios parecieron entender el mensaje que Wilco quería dar, incluso los llevó a ganar dos premios Grammys, que, aunque se podrá debatir ampliamente su valía, es un reflector que por lo menos hace voltear a varios neófitos.

 

Hoy en día, estoy seguro de que si volviera a tener aquella plática, en la que se acusaba a Wilco de aburrido y simplón, no dudaría en desenrollar algunos audífonos, pasárselos a mi interlocutor, presionar play al A Ghost Is Born y dejar que los fantasmas envolvieran la habitación.

[Vocero 9] ¡Pura vida!

Brazuquita día diez, Sabores de Recife