Existe una sensación de suspenso y melancolía provocada por el paso del tiempo. “The years have not been kind” es lo que dice Tom Dougall en “I Left Myself Behind”, el primer sencillo de la banda. Después de que Joe Lean & The Jing Jang Jong (su banda anterior) se separara en 2009, es entendible que la música de TOY (ya sea consciente o inconscientemente) mostrara esa ansiedad, producto de la separación. Sin embargo, con el lanzamiento de su álbum debut, TOY, parece ser que a fin de cuentas los años y el paso del tiempo sí han sido útiles y favorables para Dougall y el sonido de su nuevo proyecto.
http://youtu.be/dcQ2nXDvWDY
Tom Dougall, Dominic O'Dair y Maxim Barron fueron miembros de Joe Lean & The Jing Jang Jong. Esta banda de indie tuvo éxito y compartió cartel con artistas como CSS y Kaiser Chiefs; aún así se separó y después de eso, estos tres miembros formaron TOY junto con Charlie Salvidge y la española Alejandra Diez. Esta vez se apropiaron de un sonido entre shoegaze, krautrock, y post-punk muy parecido a Primary Colours de The Horrors. (Quienes son amigos de la banda y además la han aplaudido desde el inicio; en especial Rhys Webb).
Con su álbum debut, dan una primera impresión ruidosa; pero una vez que se logra traspasar el exterior, se puede apreciar lo que en realidad es la música de la banda. Entre psicodelia sesentera, tunes hipnóticos de motores a lo krautrock, guitarras distorsionadas, y arreglos electrosos de sintetizadores; el álbum resulta ser un viaje futurista a algún planeta desértico de colores neón, que altera la mente y los sentidos.
Hay un inicio perfecto para esta odisea espacial: “Colours Running Out” abre con un tempo acelerado, una guitarra alterada, y sonidos muy excéntricos que se asemejan a los de una canción psicodélica de inicios de los setenta. Luego la voz se mezcla y disfraza entre los instrumentos (sonido recurrente a lo largo del álbum) volviéndola difusa y difícil de entender. La alteración en los instrumentos, presente desde el inicio, crece al final; creando una atmósfera onírica y caótica semejante al ambiente en “Fascination Street” de The Cure.
Entre lo sonámbulo está también lo escalofriante; elemento muy presente en algunos tracks como “Drifting Deeper”; que con un beat constante, inicia con una deformación pesada de la guitarra que incluso llega a sonar como a un grupo de monjes budistas rezando en lo alto del Tíbet. “Strange”, que como su nombre lo indica es una canción extraña, también exhibe este estilo; presenta un mundo oscuro y trippy con murmullos electrónicos al estilo “Zitilites”, de Kashmir.
Con frases como “nothing more to lose” en “Dead & Gone”, se crea una sensación y temática lírica de parálisis muy evidente, que también se puede advertir en la instrumentación del álbum. Es decir, la música tiene una armonía desarticulada y a la vez melódica, que suena heavenly. (Curioso, ya que TOY fue lanzado por Heavenly Recordings). “Lose My Way” y “Walk Up To Me” también aluden a esta temática; son tracks más tranquilos y que no perturban ni hacen tanto ruido en el subconsciente como el resto del álbum.
Después de pasearse por tantos laberintos cerebrales, “Omni” es un respiro instrumental para la mente antes de llegar al final; pero no significa que sea un completo descanso. Relaja los sentidos, pero en realidad lo que hace es preparar la transición al caótico final del álbum, y sumerge todavía más al pensamiento en aquel mundo críptico y desértico de colores neón.
Un estado acelerado e incluso maniaco es lo que define al track final del álbum (más Pink Floyd y menos The Cure). Empieza con un ritmo repetitivo y hay una torcedura enorme en los acordes de la guitarra. Aún así, el sonido es rápido y esto lo hace mucho menos espeluznante y aislado que el resto del álbum. Debido a su brumoso y largo final, los 9.51 minutos de “Kopter” se quedan fijados en la mente por un buen rato. Enigmático e inquietante, el álbum necesita de paciencia para escucharlo varias veces e ir descubriendo sus distintas capas tanto líricas como musicales que no se notan en la superficie.
El paso del tiempo es inevitable; y aunque genere incertidumbre, también produce una sensación adictiva de caer al vacío en cámara lenta. TOY es como un sueño neblinoso en el que se puede jugar con el tiempo: detenerlo, regresarlo, darle play, y hacer lo que se quiera con él.
http://youtu.be/VDYMjvdCWpc