El Zócalo de la CDMX latió fuerte con Silvio Rodríguez y Vivir Quintana
La noche del 10 de junio comenzó poderosa para lxs citadinxs mexicanxs; la voz magnética y consciente de Vivir Quintana aperturó una velada mágica para quienes estaban presentes.
Vivir trajo consigo un folklore fornido desde Coahuila, especialmente para reconsiderar posturas sobre violencia de género y visibilizar a las mujeres, quienes nos inspiramos por sus cantos revolucionarios feministas. Cerró su presentación con aquel gran himno “Canción sin miedo”, despertando lágrimas, gritos, latidos fuertes “¡Y que tiemble en sus centros la Tierra al sonoro rugir del amor!”…
Y tras seis años, la lluvia y el petricor marcaron paso para recibir al grandísimo músico de la isla cubana Silvio Rodríguez, quien volvió al Zócalo de la Ciudad de México para conmover, como en cada ocasión, nuestros corazones con sus cantares.
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Con su enternecedora voz, el trovador de 75 años abrazó a México con un “¡Tláloc nos quiere!”, al percatarse del movimiento ocasionado entre la multitud, y terminó la ansiosa espera arrancando con enérgicos cantares y acompañamiento de extraordinarios músicos como Oliver Valdés, en la batería; Rachid López y Maikel Elizarde en las guitarras; Emilio Vega en el vibráfono; Jorge Reyes en el contrabajo; Jorge Aragón en el piano y la distinguida y talentosa Niurka González en la flauta.
Sonó así entonces “La pupila insomne (o Tonadas para dos poemas)”, que suscitó gritos de alegría y conmoción entre tantos corazones, sin distinción entre ellos, únicamente el amor y pasión entre pavimentos encharcados de la explanada sacra de nuestro Centro capitalino.
Seguida de las canciones “Casiopea” y “América”, en la que nos contó de aquella vecina que tenía embelesada a cualquiera, “Viene la cosa”, “Sueño con serpientes” y “Te amaré”, en la que aquellxs afortunadxs enamoradxs pudieron enlazarse para compartir.
Cediéndose ya la lluvia, Silvio introdujo a su hija Malva Rodríguez para recordar a su tío, un gran amigo, Vicente Feliú. La voz de Malva sonó acompañando a su padre en “Créeme” y “No es fácil” en el piano, un dúo precioso que acicaló nuestros sentidos.
En breve, Silvio presentó a Karel García, a quien refirió como el genio de la Trova de la Habana, quien sonó un repertorio de tres canciones: “Yo te quiero libre”, “Días y flores” y “Danzón para la espera”. Inspiró un momento de unión y paz en la audiencia.
La audiencia se encendió con potencia. Miles de gargantas recordando aquellos tiempos del Halconazo, “¡10 de junio, no se olvida!”, en el momento en el que Silvio reiteró su solidaridad con lxs mexicanxs y seguir con “La era está pariendo un corazón”, canción con dedicatoria al Che.
Tras ello, dedicó al presidente Andrés Manuel López Obrador su canción “El Necio”, seguido de un “y para todos los mexicanos que creen que es posible un futuro mejor”, canción que toca el alma de cada ente con espíritu revolucionario.
Luego de despedirse de su público, Silvio regresó con gritos de alabanza por otra canción. De pronto, un rasgueo inauguró con euforia y añoranza “Ojalá”, dejando como última canción “Historia de las sillas” a los pies de las once de la noche, cerrando así una noche mágica y única, en donde miles de corazones sintonizamos con el amor de un cantautor que pasará a la historia de la trova, y lo hizo ya…
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