Por: Tamara Turcott (@TamTurcott)
La dificultad de interpretación del arte contemporáneo es un problema recurrente. Ferias de lo incomprensible, exposiciones de lo absurdo y textos curatoriales que carecen de sentido, fomentan la creación de obras que distan mucho del concepto establecido del arte.
Los griegos clásicos, consideraban que el arte debía imitar la realidad, la mimesis era la regla que regía las representaciones y esta máxima aristotélica pretendía obtener una copia absoluta de la realidad. Los griegos perseguían que las obras de arte, no solo fueran copias, sino que funcionaran bajo el término de la kalokagathia, donde las obras de arte, al ser bellas, podían calificarse como buenas.
Untitled pooling table (2014), Gabriel Kuri
Todas las definiciones de arte, han evolucionado y cambiado de acuerdo a la época y a la sociedad en que se producen. Este concepto ha pasado a ser entendido como la respuesta a las necesidades sociales de construcción, pero sobre todo de comunicación, porque el arte pretende comunicar un problema en el que cada respuesta y significado se relaciona directamente al entorno social en el que se produce.
Los fenómenos artísticos posteriores a las grandes guerras mundiales, fomentaron un sinnúmero de diálogos, alejándose paulatinamente del sistema legitimador del arte.
A partir de esta emancipación, el arte también puede ser considerado una superestructura cuyo camino está marcado por las relaciones de producción, favoreciendo así la figura del espectador como legitimador del mismo.
Brillo soap pads (1964), Andy Warhol
El problema está en el hecho de catalogar como artístico un objeto cotidiano. Esta contradicción supuso un cambio de paradigma del concepto mismo: al llegar al límite de la mímesis ya no existía la necesidad de decodificar las obras.
Arthur Danto se aventuró a responder la cuestión que continúa incomodando a los adeptos más tradicionales del arte. La teoría pluralista de Danto afirma que a pesar de todo, el arte no ha muerto, sino que cualquier objeto que puede ser leído y por consiguiente interpretado puede considerarse como artístico, pues crea un canal de comunicación entre creador y espectador.
Warhol, Hirst y Kuri, son sólo algunos de los tantos artistas que han trabajado con la descontextualización de lo cotidiano, dando paso a la figura del espectador como legitimador del arte en tanto que este intérprete. El mundo del arte se ha empeñado en hacer cada vez más difícil la interpretación, proponiendo obras sin sustento, excusándose bajo teorías artísticas que avalan los elevados precios del mercado del arte.
The tranquility of solitude (2006), Damien Hirst
No todo lo que se hace llamar arte lo es, y si el arte contemporáneo es un reflejo de la época y la sociedad, estamos jodidos. Debemos exigir obras con contenido, que provoquen algo más que rechazo o tedio, que confirmen que el arte no ha muerto y que el arte contemporáneo no es ninguna farsa.