Math Rock. Math Rock. Math Rock. Math Rock. Math Rock. Es normal tener en la cabeza que algo relacionado con la palabra "matemáticas" puede causar las peores pesadillas de las que se tengan recuerdos; gracias, Baldor.
Pero no. El Math Rock no es de pesadilla, sino de ensueño. De trance, probablemente. La precisión en la ejecución, las variantes que de repente te pueden hipnotizar y al siguiente momento te reventarán el cerebro con un matiz que parece que perteneciera a otra canción. Las progresiones raudas y lo bien que se escucha en vivo hacen que el math rock, junto con el post-rock o el hardcore, vayan de la mano como los géneros que más convocan a seguidores de culto que en lugar escuchar música en su iPod, prefieren escucharla en vivo y en directo.
Bien, pues, en ese rubro es en donde podríamos encasillar a Tortuganónima. Y sí, vienen de Chile. De ese país en donde a veces pensamos que sólo han crecido con el mejor pop anglosajón (me incluyo) y a veces no volteamos hacia otros caudales que desembocan en materiales como el Pársec.
Lo interesante de géneros como éste, es que a pesar de que se pueda destacar una canción por encima de las otras, es mucho más llenador escuchar el trabajo entero. La recompensa es un estado mental diferente. Porque es todo un ritual agarrar tus mejores audífonos, sentarte en tu sillón preferido —quizá agarrar un libro, quizá cerrar los ojos—, y dejarte envolver por las texturas de esta banda que lleva 5 años en activo y que despunta como uno de los máximos exponentes de Latinoamérica en su rubro.
Tortuganónima puede crear nuevas formas de realidad, las que tú quieras: son la puerta abierta a la fotografía en tu memoria que está perdida y necesita ser creada, sólo es necesario que los dejes incursionar en tus percepciones, ya verás que no te defraudarán.