La lucha teológica entre El Santo y El Diablo: Final Liga MX 2018
El primer obstáculo para llegar al Estadio Nemesio Diez, es la lluvia. Justo antes de comenzar el partido donde se coronará al campeón del balompié mexicano, el cielo se cae. Las estrechas calles de Toluca se inundan a las orillas, y no es difícil discernir algunas figuras enfadadas vestidas de rojo, cubriéndose bajo las sombrillas. Al pasar la primera puerta, llega el olor a carne frita: un puesto de tacos donde los aficionados sacian el hambre y quizás los nervios. En la tienda oficial del Club Deportivo Toluca hay una larga fila; hoy los diablos podrían hacer historia, y esa gorra o casaca podría convertirse en una reliquia, más que una simple prenda.
La casa de los Diablos Rojos del Toluca no es el Azteca, tampoco es un estadio grande, pero eso no lo hace menos imponente. La tribuna se encuentra cerca de la cancha, y es posible discernir hasta las facciones del rostro de Rubens Sambueza. El día de hoy, el Nemesio Diez se encuentra casi totalmente ataviado de rojo, y la esperanza es evidente en la sonrisa de los aficionados del club toluqueño; quienes confían que, alentando a su escuadra, levantarán su decimaprimera corona. Apenas en un rincón del estadio se distinguen el esmeralda y el blanco. Los feligreses del club lagunero gritan y brincan en su pequeño espacio, rodeados por policías, quienes los custodian del rostro desagradable de la pasión que puede surgir en los momentos más bajos. Una banda militar toca algo en el campo, pero es imperceptible: “La Perra Brava” ha iniciado el canto. Se escucha “Toluca, sí se puede”.
Tras el himno nacional, un espectáculo de cohetes y una impresionante pancarta de un Diablo gigante, se da inicio al partido final de la liga. La lucha teológica entre El Santo y El Diablo empieza pareja. El ataque del Toluca es liderado por los laterales derechos Salinas y Sambueza, quienes atacan el sector izquierdo de los de Torreón. Apenas pasados los diez minutos, la esperanza local sufre un duro golpe: Julio César Furch recibe un balón con maestría y suelta un disparo desde fuera del área. Aunque el tiro del ariete argentino no lleva mucha potencia, se escapa de la atajada de Alfredo Talavera, quien está demasiado lejos para alcanzarlo. El grito de gol apenas se escucha, como si fuera algo lejano, mientras las tribunas del Nemesio Diez permanecen en un silencio amargo. Con la anotación de Santos, se van arriba en el marcador global 3-1, y el sueño del Toluca de llevarse la copa con un marcador de 2-0, se esfuma.
Pero la esperanza no muere, el estadio vibra por el ruido. El Toluca entra en vigor por los gritos de su afición, su ataque es incesante. Jonathan Orozco, el arquero de Santos, saca milagrosamente con la mano un tiro de Ruben Sambueza, cuyo chanfle revela las peores intenciones. Aunque el Toluca echa toda la carne al asador, el Santos no flaquea, siempre bien parado y en orden: a la zaga lagunera no se le escapa ningún balón. Todos los centros y pases los rechaza. El Toluca también siente el peligro; el delantero Djaniny Tavares es una verdadera pesadilla para la marca. Frecuentemente se le ve a punto de rebasar al hombre que lo vigila, pero el Diablo corre con suerte.
En el medio tiempo, el humor en el estadio no es tan optimista como al inicio, pero no todo está perdido. Durante los primeros minutos de la segunda faena, el Santos se muestra un tanto más ofensivo, pero esto dura poco. El primer tiempo parece estar repitiéndose: el Toluca ataca desesperado mientras Santos defiende ordenadamente su ventaja. Rubens Sambueza es víctima de una plancha criminal, pero el árbitro está dispuesto a no concederle nada al argentino, quien tiene una doble fama de bravo e histrión. Los minutos pasan, Jonathan Orozco y los Santos hacen lo suyo para que se juegue el menor tiempo posible, mediante lesiones fingidas y saques de meta eternos.
“La Perra Brava” se prende como nunca. Vuelve el “Toluca si se puede”, pero ahora con más volumen. Cohetes y bengalas iluminan de rojo el campo, mientras los tambores marcan el ritmo. El ataque es ahora liderado por Ángel Reyna, quien porta el número 10. El Toluca es incesante, pero todo indica que el tiempo no alcanza. Jonathan Orozco acierta en todo rechace y atajada, y la zaga de Santos no cede. Los minutos pasan y el estadio retumba con el furor de los aficionados rojos. El número siete del Toluca, Hauche, tiene de frente la portería, pero el balón pasa por arriba del travesaño.
Al minuto 81, finalmente el muro de Santos muestra imperfecciones. Un centro de Sambueza es peinado en el área, hacia el extremo derecho, donde viene corriendo Hauche, quien estira el pie y manda la pelota al fondo. El Nemesio Diez estalla, la esperanza vive. Los aficionados de los Diablos gritan como nunca para que su equipo iguale el marcador. Sin embargo, esto no sucede: se escucha el pitazo final y la escuadra esmeralda y blanco levanta las manos en señal de victoria. El silencio y la decepción son evidentes en las tribunas del Toluca. Algunos se fueron antes del último pitazo, otros inmediatamente después, mientras que los que deciden quedarse observan incrédulos al cuadro de Torreón levantar la copa en la media cancha de su estadio.
Aunque el ambiente de la afición local es melancólico, su equipo nunca dejó de buscar un improbable triunfo, y ellos tampoco. Sin embargo, de ninguna manera se puede descalificar el triunfo de Santos, que dio una auténtica demostración de disciplina y buen fútbol en un ambiente hostil para hacerse con la copa.
Se gana y se pierde, pero al salir del Nemesio, no queda duda de que se ha sido testigo de una gran faena de balompié.