Los distintivos de la marcha del Día Internacional de las Mujeres
La víspera del 8 de marzo. Medios impresos, electrónicos y digitales, no pierden el tiempo ni tampoco la inversión que merece publicitar esta fecha como una extensión del 10 de mayo. Otros medios informativos, más conscientes de la importancia del día, anuncian en su portada la situación actual de las mujeres; Alarmante violencia contra mujeres en México: ONU, señala el periódico La Jornada. ¡Vaya! Hasta suplementos especiales hay.
Y para qué leer un periódico de ayer, diría Rubén Blades, ¿tiene sentido hacerlo en estos tiempos en que la información cambia, vuela, se va a la nube, minuto a minuto o simplemente damos un click y delete? Por una parte y por la otra, la velocidad de la información también ha tenido efecto e impacto en sus receptores, reflejándose así en sus acciones y actitudes. ¿Y a qué viene esta reflexión? Pues al sabor agridulce que me dejó la pasada marcha del 8 de marzo. Confieso que a la última manifestación de mujeres que asistí fue el 24 de abril de 2016. Multitudinaria marcha que congregó a colectivos, grupos, organizaciones civiles y ciudadanía en general de varios estados de la República Mexicana bajo el lema; Movilización Nacional contra las Violencias Machistas #VivasNosQueremos. Protesta masiva en contra de la ola de feminicidios particularmente en el Estado de México.
La marcha salió de Ecatepec, Estado de México, una de las localidades con más feminicidios en el país. La caravana fue bienvenida en el metro Indios Verdes para de ahí llegar al monumento a la Revolución. Los vagones fueron invadidos por una ola de mujeres jóvenes vestidas de morado, algunas otras con el torso desnudo y leyendas pintadas en sus pechos “Mi cuerpo es mío y yo decido”. Pintas en las paredes y en los vidrios de los vagones del transporte público. Batucadas acompañadas de consignas un tanto originales y novedosas. ¡Idiota que te digo que NO, que NO, que NO, mi cuerpo es mío y solo mío!
A diferencia de la marcha del 24 de abril de 2016, la del pasado 8 de marzo en la Ciudad de México, tuvo matices distintos. Además de los diversos colectivos feministas, activistas, académicas y estudiantes, se sumaron también algunos sindicatos independientes como el de Electricistas, Sindicato de Trabajadores de la UNAM, agrupaciones campesinas como la Organización Campesina Emiliano Zapata y campesinos de Atenco y otras más del Movimiento Urbano Popular, conformados en gran parte por hombres que con bandera rojinegra en mano, y otros emblemas con la hoz y el martillo, se quedaron atónitos al escuchar las consignas de las jóvenes mujeres encapuchadas, semi desnudas y con pintas en sus dorsos, silbato y tambor que gritaban “Verga violadora… a la licuadora”. De entre el griterío se dejó escuchar en voz de un campesino que, al igual que sus compañeros, fue adornado con una flor color violeta en sus pechos: ¡Ah! pues si es el día de los bombones, ¿no? Hay que felicitarlas compa…
Más allá de la ingenuidad y desconocimiento de la fecha se hizo evidente que más que un día para felicitar y festejar a las mujeres, fue visibilizar y concientizar a la población en general que aún existe inequidad, injusticia, impunidad, desigualdad y varias formas de violencia que se ejecutan en contra de las mujeres desde edades muy pequeñas hasta las más avanzadas, mediante la violación a sus derechos humanos.
La marcha fue detenida a la altura de Balderas y Juárez. El reporte de una oficial de policía nos informó a los periodistas que por culpa de los desmanes de las anarquistas, que rompieron vidrios y pintas en negocios y a demanda expresa de los enardecidos comerciantes, se decidió detener la marcha. Otro reporte fue que la explanada del Zócalo estaba ocupada por una feria. En la espera algunos contingentes de sindicatos, organizaciones campesinas y partidos políticos, dieron por terminada su participación. No más banderas rojinegras. Alrededor de las 19 horas, colectivos integrados en su mayoría por mujeres continuaron su curso hasta llegar a la plancha de la plaza principal en cuyo templete se escucharon varias demandas.
Contra las diferentes caras de la violencia y la discriminación, fueron los ejes centrales de la manifestación. Por el derecho de ejercer una vida libre de violencia, por salud y sexualidad libre, responsable e informada, libre de estereotipos de género. Nuestras demandas no son con actitud de víctimas, sino como generadoras de cambio social. Contra el Narco-Estado que ha generado y sometido a niñas y jóvenes a la muerte, a la desaparición y la esclavitud sexual. No necesitamos de sindicatos ni de partidos políticos que son cómplices del sistema patriarcal, que nos explotan y denigran con intimidaciones, acoso y abuso sexual. Esta y otras reivindicaciones múltiples se escucharon con enojo e indignación, sin faltar el sentido del humor negro y ácido y la inventiva de las nuevas generaciones feministas.
Tampoco faltaron las voces discordantes. Unas por reivindicar los derechos humanos de las mujeres todos los días del año: El machismo no se va a acabar en un día que salimos y paramos, debemos empoderarnos y demostrar que las mujeres no provocamos la violencia; empoderarnos para que nos respeten. Otras más por romper con los estereotipos y roles de género, que tanto nos han dividido entre nosotras, que nos hacen ver como rivales, como enemigas, cuando tenemos un común denominador, ser violentadas por el machismo patriarcal.
La convocatoria fue amplia, abierta en la que participaron con consignas, bailes, cánticos y disfraces ingeniosos, niños y niñas, algunos bebés llevados en los brazos de sus dos madres o sus dos padres. Mujeres trans, jóvenes anarquistas, adultas y ancianas, homosexuales y lesbianas, académicas, estudiantes de todos los niveles, maestras, sindicalistas, activistas, amas de casa, madres adolescentes, campesinas e indígenas aunque pocas; trabajadoras del hogar hasta sexo-servidoras que fueron acompañadas por Marta Lamas. Reencuentro de generaciones, la ola de la vieja guardia del feminismo que está cediendo la estafeta a la ola representada por las jóvenes de los nuevos feminismos emergentes; todas hartas de la violencia y la discriminación quienes volvieron a vestir de violeta la Ciudad de México y otras muchas más ciudades del orbe.
Por último comentar el ejercicio que hizo el estudiantado de la Facultad de Ciencias Políticas Sociales de la UNAM, de la asignatura Investigación en Comunicación. Con el objetivo de sensibilizar y concientizar a la población y ser corresponsables con el compromiso social y bien común, las y los estudiantes elaboraron carteles, pancartas con frases alusivas al significado, origen e importancia del Día Internacional de las Mujeres. Algunos carteles fueron bien recibidos, los más fueron rotos por vecinos de los alumnos, pues la idea fue salir del espacio asignado para la manifestación masiva y hacer las pegas en sus vecindarios, transporte público, escuelas, establecimientos comerciales entre otros lugares. Algunas cartulinas no duraron ni dos horas cuando ya las habían arrancado a pedazos. Lo más triste y preocupante de la acción fue cuando dos alumnas fueron reprimidas por sus propias familias quienes llegaron a dudar que se tratara de una tarea de sensibilización. Una joven fue ferozmente regañada por su padre al grado de dejar de hablarle. Otra chica fue castigada por su “osadía” por hablar de “cosas que no tienen importancia”, en palabras de su furioso progenitor. Además, le prohibió entregar su tarea y salir a la calle para publicar el cartel. Para las dos el ejercicio implicó que sus papás no les dieran dinero para ir a la escuela ni comer. Doble moral, ignorancia y contradicción. Por eso digo, las actividades del 8 de marzo me dejaron un sabor de boca agridulce.