Por Victor Ronquillo Fotografía: Diario Hoy (Ataques del ejército ruso en Siria, 2016)
Asesinan al embajador ruso en Ankara
La locura. Los extremos de una guerra. En Alepo los efectos de los bombardeos del ejército ruso y sus aliados del ejército de Bachar el Asaad han convertido las calles de la segunda ciudad más importante de Siria en una sucursal del infierno. Calles sembradas de destrucción, hambre, frío, un lugar asolado por la violencia de donde miles huyen, entre ellos niños solitarios a quienes la infancia fue truncada.
En otro escenario de esta guerra, el embajador ruso en Ankara, Andrei Karlov, fue asesinado mientras asistía a la inauguración de la exposición fotográfica “Rusia vista por los turcos” en el Centro de Arte Contemporáneo de la ciudad. Un hombre, Mevlüt Mert Atintas, disparó por la espalda al embajador, como se puede observar en las espeluznantes imágenes capturadas por televisoras locales. De 22 años, ex policía antidisturbios, Mevlüt Mert accedió al centro con su arma, vestido como un elemento de seguridad. Después de dispararle al embajador, gritó “Alá es grande. Alepo venganza”.
Lo que está en juego en esta guerra es el petróleo. Los intereses de Estados Unidos y Rusia por mantener el abasto de hidrocarburos. Si la negativa a la construcción de un gasoducto para alimentar a Europa desde Qatar fue la causa de una insurrección, según muchos observadores, propiciada por Estados Unidos, la posible construcción de otro gasoducto beneficia a Rusia. Mientras tanto, la guerra y sus crueles efectos pueden reconocerse en Alepo, una ciudad arrasada.
Otra expresión de esa guerra es el terrorismo, alimentado por fuerzas radicales. El atentado en contra del embajador ruso en Ankara se dio justo en la víspera de una reunión en Moscú, entre los ministros de relaciones exteriores de Rusia, Irán y Turquía, para alentar la esperanza del alto al fuego en Alepo, al norte de Siria.