Por Miguel López Valdivia
La ciudad de cantera, junto al país entero, amaneció con la alerta de Patricia: el huracán más fuerte según unos, en cincuenta años; según otros, en la historia. Entre el cielo gris y un ambiente de preocupación, fue como arrancó la decimotercera edición del Festival Internacional de Cine de Morelia.
Ésta es la cuarta vez que me toca estar por acá, y no exagero cuando digo que amo este festival: disfruto sus fiestas, su selección de películas y el ambiente que se genera a lo largo de una semana en la capital michoacana. Mentiría si dijera que no existe la pose y pretensión de glamour de algunos, pero me parece que en Morelia lo que más importa es el cine y por eso estamos y por eso festejamos.
Normalmente el primer día no pasa mucho. Todos esperan a que llegue la noche para ir a la función de inauguración y después a la fiesta, pero no pude dejar pasar la oportunidad de tener mi propia función de inauguración unas horas antes.
La cinta ganadora del premio de Una Cierta Mirada en la pasada edición de Cannes, Hrútar o Rams, por su título en inglés, es una película muy peculiar, por no decirle extraña y ampliamente recomendable. La trama es la siguiente: en un pequeño pueblo islandés siempre cubierto de nieve que vive de la crianza de carneros, todo entra en crisis cuando encuentran una enfermedad terminal y contagiosa en uno de ellos, por lo que tienen que sacrificar a todos los animales del lugar. Es así como dos hermanos, que viven en la misma propiedad pero se odian, tienen que hacer frente a la crisis después de años de no hablarse. Poco a poco, al pasar los minutos y sin darte cuenta, te encuentras metido en la vida de estos dos personajes para terminar con una secuencia manejada con una sutileza tan humana que es difícil no relacionarte con ellos.
Hace dos años vino Alfonso Cuarón con Gravity, el año pasado Iñárritu con Birdman, y este año por supuesto, el tercer compadre tenía que hacer su acto de presencia (o casi, porque no pudo venir): La cumbre escarlata, nuevo largometraje de Guillermo del Toro, fue lo que oficialmente dio el banderazo. El More me dijo que no era una cinta de miedo, sino de amor; que “no pasa nada de sustos hasta cuarenta minutos de empezar”, pero yo a los dos minutos ya había brincado en mi asiento.
Ahora bien: mis parámetros no son de fiar en un caso como éste porque no tolero que me asusten, no me gusta y no lo disfruto. Pero lo que puedo decir de la película del punto de vista más objetivo al que puedo llegar, es que la sentí larga, no sabía si quería que la protagonista viviera o muriera. Por otro lado, me parece que las actuaciones alcanzan muy buenos momentos, la música y el diseño de producción son bellísimos y la película te mantiene entretenido, pero a fin de cuentas no te acompaña y/o atormenta como otras cintas de del Toro.
Y pues nada, después vino la fiesta, pero de eso les platico luego.