#FICM2015: Rodrigo Plá, Amy Winehouse y Enrique Metinides

El cine constantemente nos pone a prueba, las imágenes y las historias que nos entregan los directores entran en cada persona de forma diferente y nos afectan, nos taladran la cabeza y mueven varios sentimientos a la vez, a veces poniéndonos al límite. El segundo día del Festival Internacional de Cine de Morelia impone, entre masas de gente que se mueve y se disemina en cuestión de minutos y películas que inesperadamente cuestionan los aspectos más humanos de cada uno de nosotros, provocando que uno termine extasiado en sensaciones y sentimientos. Pasó el huracán y dejó que en la ciudad se viera el sol y se olvidara la lluvia ligera y constante del día anterior. Los boletos se agotaron y comenzó la jornada para sentarse en las escaleras de las salas atiborradas.

Primero, Rodrigo Plá presentó con su película Un monstruo de mil cabezas la subjetividad de las miradas cuando intentamos recordar un suceso. En un juicio contra una aseguradora privada, contra el monstruo burocrático que se alimenta de situaciones dramáticas y difíciles, se siente de inmediato una especie de indefensión interminable que llevaría a cualquiera a llegar a sus límites para cuidar a sus seres queridos. Un límite que se presenta con la cámara en una profundidad de campo mínima, en reflejos delicados que meten a cuadro a cada uno de los personajes en escena.

Plá juega con la distorsión de la memoria para llevar a la pantalla grande la novela de Laura Santullo, a manera de flashback, en un juicio que se lleva a cabo durante la película donde en voz en off los testigos declaran mientras las imágenes demuestran una historia desde varios ángulos y puntos de vista. La multiplicidad de visiones y el humor negro que demuestra el equilibrio de la vida hacen que la película sea una apuesta consistente en su discurso: la vida tiene muchas versiones y mucho equilibrio.

Es difícil conectar la última idea de “equilibrio” con uno de los estrenos que más esperaba, el documental AMY de Asif Kapadia, película que retrata de forma cercana a la cantautora británica, Amy Winehouse. Algo así como si hubieran puesto de acuerdo, director y personaje para que este último se grabara en los momentos más íntimos y así pudiéramos conocer a profundidad el desarrollo de su vida.

Sin embargo, no son sólo los videos caseros los que nos ayudan a reconstruir su vida, sino que a partir de un momento de su carrera, cada paso queda documentado por la prensa y el resultado es un película de imágenes y flashes en persecución, de una persona que todos sabíamos que estaba enferma y esperábamos inmutados que se derrumbara poco a poco para poder tener de qué hablar. A veces los gritos de auxilio no tienen sonido, la cámara que sigue todos los gestos y las miradas de Amy habla muy claro, es casi imposible no sentir compasión y tristeza por una de las artistas más sinceras de nuestro tiempo, que siempre intentaba terminar sus canciones, así como en su vida, con algo que quedara en la mente. 

Sentir la fragilidad del humano tan de cerca nos inquieta e incomoda. Olvidamos que la vida se va de golpe, suprimimos recuerdos y nos enfocamos en los sueños optimistas. Hoy el cine me demostró que la verdadera diferencia entre lo real y lo que nos muestran en la pantalla grande es la inmortalidad de la pieza, en la vida real los momentos se escapan, no se perciben, no les damos importancia, decidimos olvidarlos. En cambio en el cine, lo importante es obvio y la memoria permanente. Así, el documental de  Trisha Ziff  El hombre que vio demasiado, la vida y obra de Enrique Metinides, quien no puede explicar a la cámara fácilmente a qué se dedicaba porque el trabajo le llegó de forma orgánica, sin muchos estudios más que el de ver películas en el cine Roxy de la Ciudad de México, se convertiría en uno de los fotógrafos más importantes de México, en la nota roja y más tarde en la producción artística.  Su personaje, un hombre de obsesiones, miedos y empatía que con sus fotografías alcanzó un nivel siniestro de hacer arte, de componer imágenes con cuerpos mutilados, pone una interrogante ante la cuestión moral del periodismo y sobre todo, ante lo que el público quiere ver. Saber que somos frágiles, que somos objetos de abusos y de acosos cuesta, fingimos olvidarlo, pero es imposible. El cine existe para recordar puntualmente que somos sujetos capaces de fortalecernos, de enfrentar problemas de cara, reírnos en el transcurso y apreciar el momento efímero que es la vida.

Continúan las salas llenas y la gente se mueve dentro del complejo del Cinépolis Centro de una sala a otra a una velocidad inalcanzable, es imposible dejar de sentir la emoción de estar en un festival lleno de amor por el cine...

¿Tenemos una crisis de monstruos? Parte 1: Una retrospectiva.

#FICM2015: La inauguración