"Cara de Ángel": aprendiendo a vivir la vie en rose
El debut cinematográfico de la francesa Vanessa Filho, Cara de Ángel, sigue una complicada, aunque conmovedora, relación entre madre e hija. En esta historia de excesos y malentendidos, Marion Cotillard interpreta a Marlène, mujer impulsiva y madre de Elli (la imponente Ayline Aksoy-Etaix) una niña que, abruptamente, tiene que hacerse cargo de ella misma para sobrevivir ante el abandono de su progenitora.
Conocemos a Marlène mientras llega alcoholizada de una fiesta buscando confort en su “cara de ángel”, Elli, quien cariñosamente se despierta para cantarle una canción y arrullarla. Desde aquellos primeros momentos de la película nos queda claro que Marlène tiene un mundo propio en el cual no siempre hay espacio para su hija. ¿Quién se hace cargo de quién? Conforme pasan los minutos, dilucidamos que es la pequeña Elli, sin otra alternativa, quien debe representar esa figura de fuerza e independencia.
Sin embargo, Elli sigue teniendo ocho años, y la corta convivencia con su madre la ha llevado a imitar sus mismos hábitos y conductas de manera discreta. Durante una noche de fiesta, Marlène se da cuenta que su hija está actuando de una forma que va más mucho más allá de la edad que tiene. Bajo las luces coloridas del recinto la niña baila enfundada en su vestido de lentejuelas y bebe el alcohol restante de las mesas de los mayores. Mientras tanto, su madre la observa incrédula viviendo la vie en rose.
Al terminar la noche, ambas parten por caminos separados. Uno de ellos llevará a Marlène con el hombre que conoció aquella noche. El otro camino, es el que Elli tomará con destino a su “hogar”montada en un taxi hacia las costas francesas.
Los días siguientes, la niña buscará llenar los vacíos, tratando de emular el aspecto físico y mental de su madre, quizás de manera inconsciente, pues es el único modelo de vida que ha conocido en sus escasos años. Enfrentando situaciones que tendrá que aprender a manejar sola, buscará su propia zona de confort entre el alcohol y las miradas juzgantes de los demás niños y niñas que la rodean, y las de los adultos que pasan a su costado por las calles.
Acompañada de un increíble soundtrack a cargo de Olivier Coursier y Audrey Ismael, Gueule D’Ange muestra una desafortunada realidad, bastante cruda para ser vivida por una niña de ocho años, pero, sin duda, una historia que deja en claro que, para el deseo de supervivencia no hay edad.