El cuarto partido
"El día después"el amanecer después de la crisis, el humo que se desprende de las últimas cenizas. Blanco, negro y gris en todo lo que nos rodea. Lágrimas de quién observamos. Dolor. Sólo esto causa la Selección Mexicana y la derrota del cuarto partido. Esto es el "mimicry". La categoría de juego acuñada por Roger Callois en su filosofía de juego. Esta es la simulación. La actividad lúdica que no tiene ni principio, ni fin. Los disfraces, la parafernalia, el carnaval eterno de la vida misma.
Y es que en efecto, estamos jugando en nuestra cancha. La tribuna. Los que soñamos con estar adentro y no podemos, pero por alguna razón, nuestras actividades pueden influir en el rumbo de un partido. La suerte que damos cuando nos rasuramos de una u otra forma o si usamos la playera en la victoria. Un color distinto de pelo. "Alea", se le llama según Callois; basados en ambas categorías del juego: ¿Cómo no nos va a doler? Siete veces, siete. Número cabalístico, de categoría mítica. La buena o la mala suerte. El lanzamiento de los dados que suplica la combinación acertada, pero mismo número de ocasiones en que no ha llegado. Aquí pasamos de imaginar cosas chingonas a ver chingaderas.
Las banderas van bailando en un ciclo de cuatrienios para sumarse al cuadro donde están los fantasmas que hoy nos acechan más que nunca: Bulgaria, Alemania, Estados Unidos, Argentina, Holanda y ahora Brasil. Ese rectángulo verde donde un diamante dorado sostiene un círculo, presumiblemente un balón con las estrellas del firmamento carioca. El titán que ya se había vencido: Sub-17, Copa Oro, Confederaciones, Juegos Olímpicos. Pero acá no. Este es su torneo. El que conocen y dominan. La cancha donde confirman que la potencia más grande del mundo son ellos.
No hay excusa posible: no hubo "fueras de lugar", #NoEraPenal, ni siquiera una remontada. México fue superado en todas las líneas. Un acertijo en portugués que nunca terminaron por entender. Y perdieron la competencia como "El Agón", la lucha entre Héctor y Aquiles donde sólo uno puede sobrevivir en estas instancias. Los "dioses del balón" una vez más, prefirieron al otro que no vestía de verde.
Ha pasado la noche y la vida sigue; el sol volvió a salir. La Copa del Mundo continúa su paso inevitable a la final moscovita y mientras tanto en México, Instituto Nacional Electoral (INE) le puso la última confirmación a lo que ya se sabía: Andrés Manuel López Obrador será el nuevo presidente del país.
El coraje pasó. La crítica al conjunto nacional es la de siempre: nos falta un proceso adecuado. Los que amamos este deporte también estamos en la siguiente página, disfrutando a los que siguen "vivos" en Rusia 2018. Algo sigue aquí, una molestia y un mal sabor de boca que no se ha quitado en ningún Mundial desde que nací. Siempre octavos. Es una sensación parecida, pero no igual, a la de Galeano en su "A Sol y Sombra". Estoy con la nostalgia que se siente después del amor y al fin del maldito cuarto partido.
Quizás es el juego al que los fanáticos mexicanos estamos destinados, a ser los "Sísifos futboleros". Sólo hay una forma de terminar con la simulación y este sufrimiento que nunca termina por delimitarse entre lo real y lo que no: salirse del juego. Lamentablemente esa es la única opción que no estoy dispuesto a tomar. "Otra vez a brindar con extraños y a llorar por los mismos dolores...".