Akamba, una experiencia multisensorial
La oferta de festivales musicales en México ha crecido a pasos agigantados y, afortunadamente, se ha extendido a diversas ciudades de la República. Una de las propuestas más ambiciosas para cerrar con la temporada de festivales primaverales fue Akamba, un escenario ubicado a las faldas del volcán de Tequila, Jalisco, que ofreció una experiencia más allá de los sentidos.
A la falda de un volcán, rodeado por decenas de hectáreas de campos de cultivo tequilero, Akamba vivió una gran primera edición.
"Akamba" significa agave en purépecha, y es justo esta planta milenaria que tiene raíz en la tierra tapatía la que le dio sentido a esta primera edición del festival. Se trató de un cartel musical que rindió tributo a los sonidos tradicionales de Mesoamérica y el Caribe, mismos que reflejaron el carácter único del agave azul.
Se dice que el agave es símbolo de fuerza, abundancia, historia y espiritualidad, y son precisamente esas cualidades las que caracterizaron a algunos de los actos que pudimos presenciar.
Fuerza
Una de las cartas fuertes de Akamba fue Sinkane, un músico y productor que ejemplifica de forma fiel el espíritu libre, fuerte y extravagante del agave azul. Ante un marco pletórico con la puesta de sol de fondo, Sinkane protagonizó un show que parecía sacado de la película de El Rey León. A través de bajos gordos y guitarras llenas de distorsión, Sinkane y sus amigos formaron una celebración que rindió tributo a la historia musical afrodescendiente.
Luego de un 2017 bastante fructífero, tras editar Life & Livin’ It, el músico enraizado en Sudán consolidó su trabajo arriba del escenario al poner a bailar a todo el público tapatío con “U’Huh” y “Telephone”, par de sencillos que festejan el amor y pasión por los sonidos africanos.
Abundancia
Una ligera brisa llegó a refrescarnos con Hollie Cook, una de las voces más sensuales de la actualidad que vino a México por primera vez para promocionar su más reciente disco Vessel of Love editado por Merge Records. Exquisito reggae de manufactura inglesa que nunca nos imaginamos escuchar rodeados de montañas azules y un volcán.
Hollie se encargó de trasladar a una isla tropical llena de flores, colores y frutas frescas los campos de agave. Por un momento cambiamos el tequila por una piña colada, perfecta para deleitar el oído al ritmo de sencillos como “Superstar”, “Desdemona” y “Postman”.
Historia
Desde los primeros shows de la tarde, en la valla del escenario principal, se encontraba una familia que con paciencia esperaba que cayera la noche. Con chamarras de Tuxedo y playeras del tour de Mayer Hawthorne, estos fervientes fans aguantaron el sol a plomo, todo para sentir la grasa traída directamente de la Ciudad Motor. Con luces tenues y una banda pequeña pero consistente, Mayer Hawthorne hizo que, sin bola disco, los campos de agave se volvieran un salón de baile lleno de jóvenes con las hormonas a tope.
Mucho movimiento de cadera y bailes pegaditos al calor de la noche fueron los protagonistas de un fino show a cargo de esta leyenda que enaltece el sonido de Stone Throw Records, disquera que editó sus primeros trabajos y donde cobra vida su proyecto Tuxedo al lado de Jake One.
Fue un lujo poder presenciar cómo Mayer Hawthorne se dio el tiempo de cambiar de vestuario para de pronto salir en traje y con sombrilla en mano —muy al estilo de "Singin' in the Rain"—, sólo que a ritmo de un refinado soul y R&B.
Espiritualidad
Sin duda, uno de los actos más potentes para los asistentes de Akamba fue el de Matanza. Exponentes de la electrónica andina más fina, envolvieron el lugar con su enérgico sonido e hicieron que el frío pasara a segundo plano. Estos chilenos fusionan los ritmos ancestrales al mismo tiempo que le coquetean al techno, al house y a los ritmos globales; mismos que fueron bien recibidos en los fastuosos campos de agave de Tequila, Jalisco.
Para complementar la experiencia multisensorial, Akamba ofreció una amplia oferta gastronómica de origen tapatío y sedujo a los más exigentes paladares.
Para cerrar con broche de oro, Akamba tuvo un circuito de arte que consistió en una colección efímera de piezas creadas por artistas contemporáneos multidisciplinarios. Las instalaciones de arte digital, un ritual al fuego y alebrijes paseando por el festival convirtieron al lugar en el espacio perfecto para celebrar la cultura y tradiciones ancestrales de aquella inigualable locación.