A Rush of Blood to Head y cuando Coldplay fue la mejor banda de rock del mundo
Hoy muchos olvidan las cosas que pasaron hace 20 años. La memoria es corta para el inconsciente colectivo aunque las cosas del pasado dejan huellas que solo necesitan un detonador, para que un chorro de sangre a la cabeza -como esos que nos pasan cuando nos levantamos de prisa y sentimos un ligero mareo-, traiga los recuerdos que hoy yacen bajo toneladas de bytes basura en nuestros dispositivos móviles.
Los atentados terroristas del 9/11 cambiaron al mundo definitivamente. Quizá ya nadie recuerde bien cómo era el final del siglo XX, lleno de esperanza, de futuros posibles, de desarrollo y promesas. Tres aviones fueron suficientes para dejarnos sin el siglo XXI que todos queríamos construir. De repente el miedo, la nostalgia y las dudas se apoderaron del mundo.
Así comienza A Rush of Blood to the Head, con "Politik", que presenta la duda, el reclamo y la zozobra del siglo XXI que nacía ante los ojos de los miembros de Coldplay, quienes empezaron a grabar el disco dos días después del 11 de septiembre. Algunas de las cosas que tenían pensadas para el segundo álbum fueron sustituidas por el repentino cambio de rumbo que impactó a todos sobre la tierra.
Este segundo larga duración corona la naciente carrera de una banda que hoy es considerada para esas alturas de su timeline, como la agrupación bisagra entre el rock británico de los 90 y lo que conocemos hoy como post brit pop.
Con su primer álbum, Parachutes, conquistaron al Reino Unido y captaron la atención del planeta, gracias a sus vibras redentoras, casi evangélicas y el himno cheesy de las pocas rolas de amor que hay en el rock alternativo, "Yellow".
Bien pudo Coldplay pasar de largo luego de su primer disco, pero la atención sobre la banda estaba al máximo, sobre todo en la Bretaña. A Rush of Blood to the Head, es la antítesis de su predecesor: melancolía, incertidumbre, miedo, dudas, casi en todo el disco predominan las interrogantes. En "In my Place" exponen la confusión de su tiempo; en "The Scientist" además de hacer su primer plagio –los acordes y ritmo de "Isn't It a Pity" de George Harrison–, advierten "nadie dijo que sería fácil". En la rola que da su nombre al álbum exponen la pérdida como una máxima de la vida moderna "si me das un arma comenzaré una guerra".
El cambio generacional en el rock británico es definitivo, en este momento Blur se está separando; Oasis lanza Heathen Chemistry pero son opacados por el nuevo cuarteto; Radiohead es aún la máxima banda del mundo pero tendrá que ceder su lugar a Coldplay. En éxito comercial, eso que tanto odian puristas y gente exagerada, pero que sin esto no sería posible mantener ninguna industria, Coldplay logra vender más que cualquier grupo inglés en décadas; conquistan Estados Unidos; desprenden cuatro singles oficiales y dos promocionales; además, ganan dos Grammy; se llevan por segunda vez el Brit a mejor álbum del año; encabezan –en términos generales– lo que se conoce ahora como la tercera edad de la música alternativa, lo que se llamaba indie, etiqueta a la que también pertenecen las bandas de Nueva York y los artistas electrónicos franceses.
Dos décadas después del lanzamiento de A Rush of Blood to the Head, Coldplay parece una sombra de lo que alguna vez fue: el grupo más grande del mundo. Lo fue, lo merecía.
Después de ello, llegarán otras facetas de la banda, se repetirán a sí mismos y se sumergirán en lo más descarado del mainstream. Chris Martin transitará de escribir himnos de amor y familia para Gwneth Paltrow y su hijo con "Moses" y "Green Eyes", a crear tonos oscuros en Ghost Stories; plagiarán otras rolas, a Kraftwerk o The Sacados; serán odiados por quienes alguna vez los reconocieron y admirados por quienes aún no nacían cuando salió A Rush of Blood to the Head y todo ese terror al que le cantan sus creadores, es decir, esa generación que no conoció la esperanza del fin de siglo, pero para quienes es normal esta pesadilla llamada siglo XXI.
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