"Todo lo que tengo que matar para vivir": María Gómez de León

"Todo lo que tengo que matar para vivir": María Gómez de León

“Soy una tilde, el mundo que depende”, escribe María Gómez de León (Ciudad de México, 1994), en su primer libro, Linfa (UAEMEX 2023).

Foto: tomada de la cuenta de Instagram de María Gómez de León

Desde estas palabras, quizá quiere decir “soy una mujer que sangra, que vive; soy una mujer que escribe.” Abordar de un tipo de ser mujer (y escribo ‘ser’ porque siempre hay agencia) es algo sumamente complejo, pero escribir sobre una mujer que escribe, me parece, lo es aún más.

Con este libro, Gómez de León nos lanza una poderosa pregunta: ¿es la escritura un fenómeno cíclico que nos atraviesa?: “Madre, no puedo desenredar mi vida. Es: nudo de pájaros, collar con una estrella de pendiente. […]”, responde (quizá). ¿Dónde se entrelaza el ciclo menstrual (u otro ciclo biológico) con la escritura como fenómeno que nos atraviesa?, ¿la escritura es un ciclo natural o artificial?

Siempre he pensado que la escritura pasa a través de nosotros. La escritura no es nuestra más grande herramienta. Somos nosotros, es el cuerpo, la herramienta de la escritura. Después de leer el primer poemario de Gómez de León me convencí, aún más, de esto último. La escritura como revelación continua que, con base en cosas minúsculas y decisiones que podrían parecernos insignificantes, nos acercan y alejan de nuestros lugares más divinos y oscuros:

[…]

Imposible escribir.

Porque el día siempre en mi hoja

este doble rectángulo de espuma,

cauteriza las puntadas en el lomo,

enderezando las vértebras, renglones,

costillas cerrándose que abrazan mi bloqueo.

[…]

soy nada más

lo fresco de esa página, una virginidad

cubierta de algodones negros,

yo soy su rápido, su espina,

y es sólo un instante

cuando veo la nube y su vientre,

envés lampiño de pezón nocturno.

[…]

La autora explica que los primeros poemas del libro surgieron de un ejercicio: escribir un poema al día, a las 9 de la mañana exactamente.

Esta acción coincidía con la hora en que se tomaba la pastilla anticonceptiva. Gómez de León cuenta que la pastilla anticonceptiva hace creer a tu cuerpo que hay un embarazo, y por eso las mujeres se vuelven infértiles cuando la toman.

También de esta manera, Gómez de León aborda la escritura como algo natural y artificial al mismo tiempo. Una acción cíclica con la que, inútilmente, intentamos volver al origen. ¿Qué es escribir si no una acción repetitiva y necia, pero necesaria y siempre reveladora? “La escritura es una desnudez interna que no podemos vestir ni cubrir”, menciona. Escribir es, de algún modo, perder otro tipo de virginidad. Escribir es también un tabú:

Día once,

En tinta roja

Supongo que Dios existe: la gramática.

Yo soy la materia y la mala ortografía.

Dios me corrige,

con acentos me levanta.

Yo era un fruto oral rodando por el piso.

Pero la palabra tenía

ánimo de hueso,

luz en la sangre.

Soy una tilde, el mundo

que depende.

En este libro, observamos la menarca como revelación y la escritura como un síntoma del cuerpo: “Quiero ver a Dios, pero sólo veo sus síntomas”, escribe. Hay quien dice que nos pasamos la vida escribiendo el mismo poema y es por eso que el acto de escribir se convierte en un fenómeno cíclico que va y viene.

De la misma forma, después de la menarca también volvemos a sangrar, pero nunca con las mismas preguntas. Así como el paso de las estaciones es siempre único e irrevocable:

[…]

Los árboles ingresan al invierno como si entraran a otro país que ya no emite pasaportes.

El dolor y la escritura conviven siempre, y en Linfa descubrimos que la pérdida es la escritura misma, pues con cada verso el yo lírico va sangrando un poco; se va muriendo un poco. ¿Cuál es nuestra relación con la pérdida? ¿Qué hacemos frente a ella? La autora propone que la pérdida se ha asociado con la inacción; no obstante, con este poemario, convierte el extravío en hambre, en vida:

[…]

Al primer bocado después del funeral

nos pude ver: estábamos vivos: desnudos.

 ¿Para qué escribir si el dolor siempre, de una u otra forma, va a aparecer? Yo creo que lo hacemos para mirarlo de frente, para atravesar la herida. “Escribir el dolor para proyectarlo”, dice Chantal Maillard en su poema Escribir.

Gestar con el dolor: crear. Porque si algo nos atraviesa a todos los seres es el dolor, una herida común. Por ello, tomar la decisión de escribir (porque, en efecto, escribir es una decisión y cuando la tomas no hay vuelta atrás) es decidir matar para vivir. Linfa es la escritura de esta desnudez interna que intentamos, cíclicamente, cubrir con música y palabras.

Texto de Lorenza García, estudiante de Comunicación

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