Una diva y un guerrero de Terracota detrás de la tornamesa
Fotos: Brenda Livier Camacho.
La fiesta de la música tuvo un colofón que desató a los demonios del baile sobre la explanada de Los Pastitos. La Noche de música electrónica China eclipsó a los apasionados de los scratches y las tornamesas. En el ambiente se respiraban aires que presagiaban una noche sin frenesí, las calles de Guanajuato capital se encontraban anegadas de turistas, el alcohol corría a raudales y pandillas de amantes de la noche peregrinaban en busca de un lugar donde pudieran saciar sus pasiones.
Como pasó con la noche electrónica alemana, los feligreses de la congregación del beat se encaminaron poco a poco hacia su templo. Cargados con latas de cervezas y suficientes botellas para perder la conciencia, poco a poco los asistentes comenzaron a apoderarse del recinto. Se auguraba fuego en la pista y los disc jockeys no defraudaron con sus inflamables sets de dance minimal y house, DJ Diva Li, DJ Dio y el VJ Clockwork Q convirtieron en un pandemónium la plaza guanajuatense.
Dio fue el encargado de calentar al público con un recital cargado de house, techno y destellos de minimalismo, todo aderezado con visuales que hacían referencia a la dualidad que reside en el yin y yang del taoísmo oriental. VJ Clockwork afianzaba la calidad sonora del acto con una andana de secuencias gráficas que, en sincronía con los beats, conformaron un tándem eficiente y efectivo. Dio dejó encarrilados a los bacantes que endiosados pedían por más de la ambrosía electrónica.
Entre la concurrencia imperaba el eclecticismo, rostros y fisonomías de todas las formas y colores. En algunos semblantes se podían observar los estragos del dulce néctar de Baco o los efectos de sustancias psicotrópicas, el leitmotiv imperante era la farra, el bullicio y el cachondeo.
Poco a poco el enfebrecido ritmo con el que arrancó DJ Dio fue bajando de nivel y terminó cuando hizo sonar una canción de pop ramplón chino. Apabullante fue la aparición de Diva Li, enfundada con una sudadera blanca y unos jeans grises, inmediatamente se apoderó del escenario y de la audiencia, le bastó con alzar los brazos para ganarse una ovación y una andanada de alaridos y aplausos.
Elegante y energético fue su set, VJ ClockworK Q enchuló sus gráficos con proyecciones en tonalidades rojas, sobre la pantalla desfilaban desafiantes los icónicos Guerreros de Terracota, a su vez aparecían aves y figuras antropomorfas que se diluían al ritmo de la tornamesa. La oriunda de Beijing impactó directamente en el ánimo gamberro del respetable, sin pretenderlo invocó un aquelarre donde ella era la hechicera maestra y el público fungió como un discípulo que se entrega sin reparos en cuerpo y alma.
La noche fue insuficiente para saciar el apetito voraz de los amantes del baile, los dioses de la noche no respondieron a sus plegarias e irremediablemente el idilio amoroso entre los DJs chinos y la audiencia guanajuatense llegó a su fin.
Al final sólo quedaron en la plaza los trasnochadores, algunas parejas en busca del rincón más apartado e iluminado y miles de latas de cerveza y botellas de vino.