“Turn on the Bright Lights” el claroscuro debut de Interpol cumple 20 años
En la radio sonaban reminiscencias del grunge junto con los hits de Britney Spears; MTV estaba en su pico; la gente se estremecía con las imágenes aterradoras del 9/11; y apenas se empezaban a popularizar los iPods blancos de segunda generación. Mientras el mundo se desenvolvía de tal forma, en los rincones de Nueva York, Daniel Kessler, Paul Banks, Sam Fogarino y Carlos Dengler estaban descubriendo qué tipo de banda querían ser. Entre fiestas desenfrenadas, tensiones internas por diferencias artísticas y excesos, los cuatro integrantes de Interpol tejían poco a poco su identidad musical, la cual iba a definir el sonido del rock en los años venideros
Las diferencias tonales entre la música de Interpol y el resto del mundo eran abismales: Banks era un eco en la voz de la oscuridad de Ian Curtis; Dengler creaba magistrales líneas de bajo desde un lugar de desconocimiento musical; Kessler y Fogarino eran quizás los más talentosos en teoría y técnica, ensalzando el conjunto con un toque único. Esta extraña mezcla de excéntricos sonidos y personalidades, crearon un grupo enigmático y amado por los melómanos del underground de inicio de milenio.
Interpol no es como Joy Division, no es post-punk, pero tampoco es una banda simple de rock alternativo. No es oscuro, no es luminoso. Es simplemente el reflejo de una generación dosmilera, sedienta de cambio y de nuevas propuestas en el ocaso del siglo XX. Una generación energizada y paradójicamente harta.
A cinco años de su unión, Interpol ya tenía varios EP y demos que les habían ganado fans en el underground musical de Nueva York que lograban llenar pequeños venues. Sin embargo, todavía no contaban con una espina dorsal lo suficientemente estable para ser apoyados por grandes disqueras. Eran tan solo una banda más de Nueva York.
Fue hasta el 2002, que con un presupuesto precario y con la fe de Peter Katis (productor musical que más tarde trabajaría con otras joyas del rock alternativo como The National) que pudieron aterrizar su álbum debut: Turn on the Bright Lights.
El álbum no fue comercialmente aclamado ni en ese momento ni hasta la fecha, al menos no tanto como otras bandas del mainstream. Su sonido era complicado, quedarse atrapado en las mieles del Turn on the Bright Lights conlleva varias escuchas, muchas idas y vueltas hasta lograr entenderlo. No obstante, es quizás su trabajo con más genialidad.
El primer track, “Untitled”, te mete de lleno al mundo oscuro e introspectivo de Interpol. La voz de Banks te guía a través del álbum, con momentos gloriosos en la guitarra de Kessler y bajos tronadores de Dengler. En el disco escuchamos los traumas de los integrantes, las drogas, las noches de sexo casual, relaciones intensas, apasionadas y tóxicas a través de las letras crípticas de Banks. Sin embargo, la lírica del álbum poco nos deja entrever, es más bien a través de los riffs de Kessler y los bajos profundos que podemos entender el sentimentalismo de Interpol.
La desconexión emocional y energética música de su debut los catapultó a la fama consiguiendo varias ofertas discográficas. De pronto, los cuatro neoyorquinos pasaron de ser jóvenes irreverentes a leyendas del rock. El resto, es historia.
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