Ai Weiwei y... ¿la breve memoria histórica de los mexicanos?
Mucho se ha dicho a propósito de la brevísima memoria histórica que tiene México. Pareciera que los setenta años de régimen autoritario bajo el cual se enmarcó ideológica y políticamente el siglo XX en el país resuenan muy poco en el contexto contemporáneo: los resabios de ese esquema rígido apenas forman parte de la agenda de la actualidad que, apática, mira al pasado con un dejo de desinterés, mientras se observa a sí misma lanzando gritos de libertad a través de comentarios en Facebook.
El entumecimiento se propaga mientras los espectadores apacibles se dan una palmada en la espalda, aliviados por un discurso inclusivo que poco impacta en la realidad, pero los corona con un aura evangelizadora.
Quizá sea por esta misma condición insensible que la exposición de Ai Weiwei en el Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC), haya llamado tan poco la atención. Restablecer memorias (2019) es el producto de casi cuatro años de entrevistas llevadas a cabo en trabajo de campo.
La desaparición forzada de los estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa en 2014 llamó la atención del artista chino —a la par de la mirada de la comunidad internacional—, quien decidió venir al país a averiguar qué había pasado en realidad. La información que llegaba al otro lado del mundo a través de los medios de comunicación no le pareció suficiente. Es interesante ver cómo el mismo artista reconoció que no sabía mucho de México antes de visitar el MUAC en 2016.
Bajo la premisa de que todo artista es activista, Weiwei decidió reunir el material recuperado a lo largo de su investigación para producir To be: el relato histórico que, desde las voces de la gente, busca reconstruir la memoria del dolor contenido en la cultura mexicana por años de silencio. Por lo cual, se reunió con los padres de los normalistas y con algunos otros testigos que vivieron —según dicen— en carne propia las consecuencias de un hecho que parece, aún hoy, escapársenos de las manos a los mexicanos.
Con la ayuda de 150 estudiantes de la UNAM fue que armó con legos el mural que funge como la pieza central de la muestra: un mosaico con cada uno de los rostros de los estudiantes desaparecidos, que le devuelven la mirada al espectador desde el punto más alto del espacio.
A pesar de que el artista chino ha tenido presencia en las ferias de arte más importantes de la escena contemporánea, el trabajo documental que llevó a cabo sobre la desaparición de los jóvenes de Ayotzinapa —y todo el proceso social que devino de éste, como un hito en la historia de México— resonó muy poco en el diálogo público.
Y es extraño: en lugar de cuestionar las razones que llevaron a un observador extranjero a interesarse por la crisis humanitaria que se vive en el país, realmente se ha dicho muy poco a propósito de su propuesta. Ai Weiwei parece retar al Estado nacional desde la censura y a la población, desde el olvido. Es crítica, es dura y tal vez, parece todavía la manifestación de un proceso creativo al que no se le ha encontrado un punto final.
A pesar de que todo esto es cierto, Restablecer memorias resuelve muy pocas de las inquietudes que surgieron a partir de los 43 normalistas. Es ciertamente inquietante que un artista de la China comunista haya tenido que venir a México a hablar sobre la represión, censura y olvido que se vive casi con naturalidad en un territorio que no es el suyo.
Quizá él mismo no acabe de comprender la profundidad de la problemática, o la extensión punzante con la que ésta atraviesa al tejido social mexicano. Ciertamente, para cualquiera que venga de tan lejos, la confusión es inevitable: tal vez por eso decidió erigir una réplica del Salón ancestral de la familia Wang frente al mural de los desaparecidos y como él, hay quienes seguimos confundidos.
(Con información de El Universal y Chilango)