Desde Vincent Vega y Jules Winnfield en Pulp Fiction (1994), hasta Dean Moriarty y Sal Paradise en On The Road (1957), hay dúos dinámicos imposibles de ignorar. Royal Blood es una de esas duplas. Socios en el crimen como los personajes del clásico de Tarantino, compañeros en el camino como Kerouac y Cassady, Mike Kerr y Ben Thatcher le han dado una sacudida al rock con su álbum debut.
Aunque bandas como Simon & Garfunkel y The Everly Brothers cimentaron la tradición, y duetos como Daft Punk y Air la mantuvieron viva, es innegable que desde la llegada de The White Stripes, trabajar en pares se ha vuelto un formato más común. Desde entonces, The Black Keys, Japandroids y Deap Vally –entre otros– han dejado en evidencia que una guitarra y una batería son suficientes para crear una buena canción de rock. Junto a los canadienses Death From Above 1979, Royal Blood le ha dado un giro al power duo tradicional. Espesas líneas de bajo y frenéticos golpes de batería son la materia prima de sus respectivos alborotos.
El disco homónimo de Royal Blood inicia con un brutal bombardeo servido por la batería de Ben Thatcher y un vicioso riff logrado con el bajo con cuerdas de guitarra, pedales y amplificadores que Mike Kerr combina en su fórmula secreta. "Out Of The Black" – una de las canciones que situó a los británicos en el mapa– es una apertura explosiva que gotea osadía y amargura en proporciones equivalentes. Los agraviados aullidos de Kerr evidencian la emoción con la que el cantante carga su trabajo vocal. Sus impecables chillidos evocan el dolor que Plant imprimía al cantar "Since I've Been Loving You" o "Babe I'm Gonna Leave You".
"Come On Over" y “Little Monster” conjuntan un blues malevolente y el zigzagueante bajo típico de Muse en sus primeros esfuerzos. Es casi inevitable trazar comparaciones entre "Come On Over" y "Stockholm Syndrome", clásico de Muse. La banda liderada por Matt Bellamy no es la única que ha influido en Royal Blood. Tanto el estilo casi entrecortado de la voz, como el bajo bluesero de Kerr traen a la memoria a las canciones más ultrajadas de Jack White; cortes como "Figure It Out" recuerdan a la cacofonía y riffs casi repetitivos de Queens Of The Stone Age era Rated R (2000, Interscope Records) y Songs for the Deaf (2002, Interscope Records).
Aunque a Royal Blood le han llovido comparaciones con otros gigantes de la música, al dúo no le incomoda. Lo valioso de un artista no proviene de sus influencias, sino de a dónde lleva la herencia que ha recibido: “The bass and drum thing isn’t new and neither is using more than one amp. But, even with people that I look up to as guitarists – Jack White say, or Josh Homme – their sounds, and a big portion of what they do, is borrowed, but they put their own stamp on it and that’s what makes a good idea. Even to the point that you don’t know a song but you can tell it’s them, not only because it’s their sound but the way they play.”
A pesar de estar constituido por diez canciones, Royal Blood apenas rebasa los treinta minutos de duración. Gracias a su brevedad y su consistencia, el primer elepé de Mike Kerr y Ben Thatcher es accesible y digerible, nunca se siente flojo o tedioso. Royal Blood es un disco ideal para fiestas que se extinguen hasta que se sirve el desayuno del día siguiente, o para largos viajes detrás del volante; su música encaja tanto en un festival masivo, como en un venue apretado con olor a sudor y cerveza.
Thatcher y Kerr comparten la química de los mejores dúos dinámicos; tras ocho años en compañía del otro, el bromance que mantienen no es de extrañar. La música de estos británicos es directa e instantánea, no necesita escucharse en repetidas ocasiones, ni siquiera escucharse por completo antes de que uno pueda declararse enganchado. El sonido de Royal Blood combina la suntuosidad del rock clásico, lo pasional del blues y lo desaliñado del garage, produciendo un estruendo que hace difícil creer que solo hay un par de músicos a cargo. Siempre hay atrevimiento latente, una pizca de picardía agregada a la mezcla. Aunque la unión parezca caótica, nunca se siente desorganizada. Los de Brighton juegan con fuego sin que éste se salga de control; su sonido permite que la crudeza y el refinamiento coexistan.
Densas líneas de bajo, potentes compases y voces desfachatadas emanan seguridad suficiente para acercarse a la arrogancia, pero no para llegar al engreimiento. Royal Blood es un disco inmediato e irresistible, cargado de historia. Royal Blood es un disco para quienes gustan del mosh pit, del rock de arena… y para los que exigen una muestra de que el rock no ha muerto.
El disco físico del extracto lo pueden encontrar en la Roma Records, que se encuentra en Álvaro Obregón 200, Colonia Roma. Para más información visiten su sitio web: laromarecords.com