Respuesta a Caddy Adzuba
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En el marco del Día Mundial de la Libertad de Prensa, el pasado 3 de mayo, La Ibero se enalteció con la presencia de Caddy Adzuba, abogada, feminista y periodista de 37 años de edad, reconocida con el Premio Internacional de Periodismo Julio Anguita Parrado y el Príncipe de Asturias a la Concondia, por su incansable lucha contra la violencia a las mujeres y la niñez, particularmente a las víctimas en zonas de guerra. También se ha pronunciado fervientemente por la libertad de expresión, así como por la visibilización de la violencia genocida que se ejerce en su país de origen, la República Democrática del Congo. Asimismo, su mensaje y labor ha sido en favor de los derechos humanos y por la sensibilización y empoderamiento de las mujeres.

Caddy Adzuba en la Universidad Iberoamericana. Foto: Ale Mejía

Caddy Adzuba en la Universidad Iberoamericana. Foto: Ale Mejía

A pesar de su corta edad, Caddy fue marcada por la interminable guerra que padece su país, generada por los rapaces intereses económicos de empresas transnacionales que se han dedicado a saquear, explotar y esclavizar a su población, donde los cuerpos de las mujeres se convierten en campo de batalla.

La humanidad me debe muchas cosas, debido a su egoísmo, por sus propios intereses capitalistas y patriarcales, por una guerra en la que somos explotados o esclavizados para hacer ricos a unos cuantos. Yo viví siempre en la guerra, desde niña cuando tenía 13 años. A los 15 fui separada de mi familia por un destierro obligado. A los 17 regresé, y me re encontré con mi familia; ya no era lo mismo. A los 18 años me hice periodista para comprender la guerra, para entender por qué los hombres hacen la guerra. Entender ¿por qué las mujeres somos las esclavas sexuales de la guerra, por qué nos toman a la fuerza. ¿Por qué los que hacen la guerra no mueren en su guerra? No, son los niños y las mujeres los que pidieron esta guerra los que tenemos que pagar por los conflictos de otros, por los intereses de occidente, relató Caddy en su conferencia en la UIA

Los aterradores recuerdos y relatos escalofriantes de la historia de su vida me transportaron a mis tiempos pasados. Simple y sencillamente, me reflejé en Adzuba, en esa joven de 17 años de su relato.

A mis 19 años, me marcó la violación cometida contra una estudiante del Colegio de Ciencias y Humanidades de la UNAM, cuando estudiaba Comunicación y Periodismo en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. También me marcaron, años antes de titularme, las mujeres violadas que aún sin vida fueron ultrajadas por soldados del Ejército Mexicano, apenas unas horas después de los estragos causados por el sismo de 1985.

Terremoto 1985, Ciudad de México

Terremoto 1985, Ciudad de México

Recuerdo mi andar con grabadora en mano, recogiendo los lamentos, el dolor, la tragedia de esas víctimas. En ese andar de joven periodista, me topé con Emerenciana López Martínez, mejor conocida como Doña Mere, quien estaba ayudando a los damnificados:

¡Necesitamos comida, medicinas, curaciones! ¡No te quedes ahí parada, ayuda y no solo veas!, me decía con desesperación. Al ver que era reportera, tomó el micrófono y dijo: Con una chingada, necesitamos ayuda aquí en la Candelaria de los patos. Un barrio que yo no conocía y al que llegué por inercia y azar. Mi única referencia del lugar, la película Nosotros los pobres con Pedro Infante. Pensé que solo existía en el cine y que lo demás era ficción, pero al ver a esa impresionante mujer con tanta fuerza y energía frente a la desgracia, me quedé atónita. Solté el micrófono y me puse a socorrer a la gente.

Doña Mere

Doña Mere

Doña Mere, como le decíamos con respeto y cariño, nació un 23 de enero de 1941 en el pueblo de San Luis Acatlán, Guerrero. Fue prima del famoso guerrillero Lucio Cabañas, maestro rural, egresado de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos, conocida como Ayotzinapa. Líder estudiantil y fundador del Partido de los Pobres en la Sierra de Guerrero, México.

De niña solo me mandaron dos años a la escuela porque mi papá decía que el estudio era para los hombres y no para las mujeres. Pero mi madre era muy católica y me inculcó el amor al prójimo, nos mandaba a ayudar a la gente más necesitada, según se lee en el documento Doña Mere. Una vida para luchar, que recopiló mediante testimonios y entrevistas Lourdes Coronel.

Madre soltera de tres hijos, luego de que su esposo la abandonara, Mere se marchó a Chimalhuacán, Estado de México en 1984, en busca de nuevas oportunidades de vida y salud. Sin saberlo, llegó a uno de los municipios con los más altos índices de pobreza, cacicazgos, corrupción, marginación y delincuencia, si mencionar por supuesto la violencia sexual en contra de mujeres y niñas.

Cuando me vi sola y con la responsabilidad de sacar a mis tres hijos adelante, lavé ropa ajena, hice pozole, tamales y elotes para venderlos. Yo no paraba un momento pues tenía la presión de darles estudios a mis hijos. A veces no teníamos ni para comer. Además me iba a las marchas y los plantones, me enteraba por la radio, ponía a cocer patitas de pollo y huevos hervidos, y me llevaba a mis hijos para vender. Gracias a Dios, todo se vendía.

Emerenciana Lopez Chimalhuacán Isabel Barranco

Bocadillos que no fueron vendidos durante la tragedia sísmica, pues Doña Mere ya formaba parte de la Coordinadora de Mujeres Benita Galeana. Para 1988, su vida se transformó y pasó de la venta de comida a la defensa de los derechos de las mujeres.

Debido a los estragos del terremoto, aunados a la severa crisis económica y el fraude electoral, se aglutinaron diversas organizaciones civiles, entre ellas, feministas —algunas ya conformadas desde 1975 bajo las consignas: contra la violencia sexual hacia las mujeres, maternidad libre y voluntaria y por la libre opción sexual— con el propósito de movilizar a las mujeres y favorecer el diálogo entre políticas, feministas, colonas, estudiantes, entre otras, con el Estado. Fruto de ese intercambio fue la creación de la primera Agencia Especializada en Delitos Sexuales, en 1989. Un año después, Amalia García del Partido Revolución Democrática (PRD) junto con otras diputadas de diversos partidos, funcionarias públicas y feministas, lanzaron un proyecto de reforma a la ley sobre delitos sexuales que dio paso a una alianza inédita entre mujeres parlamentarias. El proyecto de ley fue aprobado en 1990.

En la víspera, Doña Mere se declaró en huelga de hambre, ya que el denominado Grupo Plural, conformado por las mencionadas feministas,   funcionarias y diputadas no tomaron en cuenta las demandas por delitos sexuales a las mujeres de los sectores populares. Esto condujo a que otras militantes de partidos de izquierda, feministas radicales y del Movimiento Popular de Mujeres, conformaran la Coordinadora de Defensoras Populares.

Sin que haya fructificado su protesta, Doña Mere se deslindó de algunos grupos feministas capitalinos y formó la Unión de Mujeres de Chimalhuacán.

Desde 1994, Doña Mere, sin recursos ni personal capacitado, empezó a denunciar diversos casos de violencia sexual, particularmente los cometidos en contra de mujeres menores de edad. Solicitó ayuda a los periódicos La Jornada, Uno más Uno, Universal y a Radio Educación. De entre las denuncias destaca que en 1987, el Juzgado Penal de Molino de las Rosas, Estado de México, solo tenía registrado un caso de violación en contra de 4 menores de edad, tres mujeres y un varón, cometidos por un “violador serial”, Gilberto de Jesús Peralta "El Mandibulín” —ex policía municipal, hijo de la regidora de Chimalhuacán, autor de 7 homicidios, robo a mano armada, portación de armas propias del ejército, entre otros delitos—, mientras que la Subprocuraduría de Justicia de Chimalhuacán tenía registradas alrededor de 4 a 6 violaciones al mes por un periodo de 7 años, sobre una población de 200 mil habitantes. Esto es, 504 violaciones registradas en ese tiempo (Un problema imposible de soslayar: la violación y la no impartición de justicia. Suplemento Doble Jornada, lunes 8 de febrero de 1988. Pp.10-11)

Con el tiempo, Emerenciana López se asesoró por abogadas y periodistas comprometidas y solidarias con la causa de las mujeres víctimas de violencia. De tal modo, nació el Consejo de Mujeres Defensoras de los Derechos Humanos de las Mujeres y sus Familias A.C, en el barrio de Santa Elena, Chimalhuacán, domicilio particular de Mere.

Emerenciana López Martínez nos alertó y prendió los focos rojos, pues reveló que el Estado de México superaba las cifras de violaciones sexuales y feminicidios muy por arriba de Ciudad Juárez (1993).

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En tiempos más recientes, casi quince años después, la Fiscalía Especializada para la Atención de Homicidios Dolosos de la Procuraduría Estatal notificó que tan sólo en el año de 2008 se documentaron 497 feminicidios en el Estado de México. Casi la mitad de las víctimas tenían de 11 a 30 años de edad. En tanto que 6 de cada 10 mujeres mexiquenses, menores de quince años, han sufrido diversas agresiones a lo largo de su vida, como embarazos e hijos no deseados, rezago educativo, social y económico, inseguridad, desempleo, enfermedades de transmisión sexual, pobreza, dependencia económica, desnutrición, así como inequidad laboral y profesional. Otro hallazgo escalofriante de acuerdo a los informes de la ONU en México es que, entre los años 2005 y 2009, un 20% de los feminicidios correspondieron a niñas menores de 10 años; el 2.4 % eran aún bebes.

Durante el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa, en nuestro país el índice de homicidios de mujeres se incrementó hasta en un 68%. Las posibles causas: desintegración y abandono familiar, desplazamiento por falta de oportunidades laborales y educativas, prostitución y trata de personas, reclutamiento forzado al crimen organizado. Mujeres, en su mayoría jóvenes y adolescentes, que han abandonado su lugar de residencia por la impunidad, inseguridad, violencia, injusticia e incertidumbre económica, así como la pobreza extrema en la que sobreviven ellas y sus familias. 

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El odio, la envidia, el machismo, el abuso y la violación contra las mujeres es el pan nuestro de cada día. La policía municipal y las patrullas dan palos de ciego, nunca hacen los rondines, apenas y tenemos una patrulla que de vez en cuando pasa por los barrios, y pues, los vecinos nos tenemos que organizar para cuidarnos, ya la gente tiene miedo de que sus hijas no regresen a sus casas. (...) Antes, los violadores abusaban de ellas y las dejaban ir, ahora para que no los denuncien las raptan o las secuestran, se las llevan lejos de aquí y aparecen en otros municipios del Estado (de México), en esos lugares las maltratan, las torturan y para que no identifiquemos los cuerpos de las niñas, ahora las descuartizan y las tiran en los basureros...

Esas fueron las últimas declaraciones de Doña Mere, que falleció el 28 de febrero de 2014, dañada por la diabetes, producto de las mal pasadas, noches de insomnio, falta de alimentación, angustias y pleitos con las autoridades —tanto policiacas como judiciales—, la falta de recursos económicos, la ausencia y negligencia de los servicios de salud y por sus condiciones de vulnerabilidad, marginación y discriminación por ser mujer, pobre y campesina.

Cómo me hubiera gustado comentarle a Caddy Adzuba que muchas mujeres mexicanas hemos sido y seguimos siendo el campo de batalla de la violencia machista; que vivimos en un país en guerra civil; que nuestros verdugos son la voraz y corrupta clase política, servil al crimen organizado; que también somos explotadas y esclavizadas por los interese de una clase empresarial sin escrúpulos, ajenos al compromiso social. Aquí, las personas somos la mercancía, productos al servicio de los intereses particulares de las trasnacionales.

Caddy Adzuba por Luis Malibran

Caddy Adzuba por Luis Malibran

Cómo me hubiera gustado decirte, Caddy, que tenemos antecesoras como Doña Mere, de las que tomamos el ejemplo y lucha, en busca de una vida libre, digna y sin violencia, de sentirnos orgullosas como ella de su ser y hacer de mujer. Somos gozosas con nuestra piel morena, sentimos y vibramos con nuestra sangre mestiza.

Y como tú misma lo dices, Caddy: ya no seremos más víctimas, somos la voz que ha resurgido de entre las cenizas del caos, para combatir la destrucción (…) voces aliviadas y conectadas por la paz (…) la voz de la sensibilización, la educación cívica, social (…) para después de danzar, crear estrategias de movilización para combatir tanta violencia e injusticia. Estrategias para romper con los estereotipos de género (…) la labor es la educación y la sensibilización.

Gracias Caddy, por habernos permitido conocerte y por traer contigo tu luz de esperanza.

Ella, Hollie Cook

Ella, Hollie Cook

Entrevista con un extraño llamado Jorge Ramos

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