Recomendación literaria de la semana: Fruta prohibida

Recomendación literaria de la semana: Fruta prohibida

Publicada en 1985, Fruta prohibida fue la primera novela de la escritora inglesa Jeanette Winterson, en la que relata parte de su vida siendo lesbiana dentro de una familia evangélica fervientemente religiosa. Tras su publicación en Reino Unido tuvo tal éxito que en los 90 fue adaptada a una serie de televisión producida por la BBC y ganadora de un premio BAFTA.

En este libro, Jeannete, la protagonista, vive bajo el cuidado de una madre que desde pequeña le enseña que no existe otro camino fuera de la religión. Su mundo se construye a partir de lo que le cuentan en la iglesia y lo que lee en la Biblia. Sin embargo, conforme va creciendo, estas creencias se van craquelando cuando comienza a sentir atracción y amor por otra mujer, lo cual desata una serie de prejuicios y actos de discriminación por parte de la misma comunidad en la que se formó.

Los nombres de los capítulos llevan los títulos de los primeros ocho libros del Antiguo Testamento y, paralelamente a la historia central, se incluyen pequeños relatos en los que se retoman elementos bíblicos que metafóricamente se relacionan con las vivencias de la protagonista

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A lo largo del texto acompañamos a una niña que entre la fe, la culpa y numerosos cuestionamientos, hace frente a las miradas reprobatorias, las etiquetas de endemoniada y los intentos de exorcismo que pretenden “curarla”: "Los muros protegen y los muros limitan. Caer está en la naturaleza de los muros. Su caída es consecuencia de la fatuidad y del sonido de las trompetas".

Entre la autobiografía y la ficción, Winterson nos invita a cuestionarnos sobre qué sucede cuando el lugar que una persona cree que es el más seguro deja de serlo. En esta historia, Jeanette descubre que existen otro tipo de demonios más allá de los que le han enseñado y que hay ocasiones en las que para romper las ataduras, es mejor apropiarse de ellos:

"¿Es posible que el amor sea del demonio? [...] Todo el mundo tiene su demonio, de la misma manera que los gatos tienen pulgas. Me acordé de William Blake. «Si dejo que se lleven mis demonios, tendré que renunciar a lo que he encontrado»". 

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