Punto Final. Adiós, Sergio Pitol
Pocos son los seres humanos que trascienden el tiempo, la inmortalidad es privilegio de unos cuantos. Alcanzar el Olimpo cuesta sangre, sudor y, a veces, muchas lágrimas. Paradójicamente, una acción aparentemente sencilla puede lograr que nuestro nombre perdure por generaciones (vaya que si lo saben los artífices de los excelsos grabados de la cueva de Chauvet). Escribir, plasmar en roca o en una hoja de papel el registro de los días bajo el mundanal ruido, contar historias que muestren a los lectores el recuento de los daños que acontecen en este valle de lágrimas, puede significar la victoria ante la muerte. Sergio Pitol Deméneghi (1933-2018) se fue, pero nosotros continuaremos en diálogo continuo con su obra y legado.
Pitol falleció hoy, 12 de abril de 2018, cobra profundo y triste significado el verso de la Tierra Baldía de Eliot que dice: "Abril es el mes más cruel...". El punto final recayó sobre el escritor, traductor y ensayista a los 85 años en su hogar de Xalapa, Veracruz, por las complicaciones causadas por la afasia progresiva, mal que sufría desde hace varios años. Su muerte fue confirmada por Laura Deméneghi, su sobrina.
La vida de Sergio Pitol pudo ser una novela, una historia de carencias y pérdidas familiares constantes (una narración digna de Dickens), niño enfermizo, huérfano y lleno de atribulaciones que sólo la literatura pudo paliar. Los libros fueron su salvavidas y desde entonces el motor de su vida.
Joven ejerció la abogacía, se graduó en derecho por la UNAM, viajó constantemente como miembro del cuerpo diplomático del Estado mexicano. A la par de su profesión continuó profesando su amor por la literatura, leía con devoción a Faulkner, Borges, Woolf, Mann, Kafka, Neruda, Chejov y Tolstoi. Sus periplos lo llevaron a radicar en Praga (ciudad que ejerció una tremenda fascinación en el veracruzano), Varsovia, Barcelona, Pekín Checoslovaquia, la extinta URSS y Roma.
Comenzó a perder el pudor y a escribir profesionalmente cuando salió por primera vez del país, con 19 años se embarcó en una travesía por Caracas y escribió varios poemas, "la mayoría deleznables", según el propio Pitol.
Al igual que Borges, Pitol se encontraba profundamente orgulloso de las lecturas que había hecho y que lo acompañarían a lo largo de toda su vida.
No obstante, las obras de Pitol lograron afianzarse dentro del surreal mundo mexicano de las letras, años de espera tras bambalinas y de recorridos por los rincones más recónditos del globo (arropados éstos por centenares de títulos leídos y diversas literaturas asimiladas), lograron que el prestidigitador de la palabra cincelará obras tales como las novelas: El desfile del amor (1984), Los juegos florales (1985); los libros de cuentos: Tiempo cercado (1959), Nocturno de Bujara (1981) y Un largo viaje (1999). Incursionó en el ensayo con títulos tales como: De Jane Austen a Virginia Woolf : seis novelistas en sus textos (1975) y De la realidad a la literatura (2003). Entre sus traducciones más destacadas se encuentran: El buen soldado, original de Ford Madox Ford (1971), Daisy Miller y Los papeles de Aspern, obra de Henry James (2015), Las puertas del paraíso, texto de Jerzy Andrzejewski (1965) y Un drama de caza, original de Antón Chéjov (2008), por mencionar sólo algunas.
Destaca entre la crítica y lectores la llamada Trilogía de Viena, compuesta por las obras: El arte de la fuga (1996), El viaje (2001) y El mago de Viena (2005), escritos donde Pitol mezcla sin tapujos las memorias de viaje con la ficción y el ensayo.
La excelencia literaria de Sergio Pitol fue recompensada con varias distinciones y premios, consiguió en 1981 el Premio Xavier Villaurrutia por su obra Nocturno a Bujara. En 1983 le fue otorgado el Premio Nacional de Literatura; la andanada de reconocimientos continuó con el Premio Juan Rulfo, 1999. La consagración absoluta en la república de las letras se dio en 2005 con la distinción del Premio Miguel de Cervantes, un reconocimiento a la larga y excepcional carrera, pero sobre todo se reconoció el amor absoluto que Pitol guarda y difunde hacia las letras y toda la magia que encierran.
Todos los días despedimos a personas, paisajes, situaciones e incluso objetos, la muerte es irremediable, no obstante el olvido se puede evitar. El cuerpo físico de Sergio Pitol llegó a su límite, no así su esencia, carisma y talento, las diversas generaciones continuarán en diálogo con el escritor cada que abran uno de sus libros, como bien lo señaló Quevedo en estos versos:
Retirado en la paz de estos desiertos,
con pocos, pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos
y escucho con mis ojos a los muertos.
"Desde la torre". Francisco de Quevedo
Encuentra a Aarón Ávila en Twitter como @chicledeletras.