Por Jorge Ceja Morán @cejamoran Esta vez la información no venía en la primera plana de un periódico o en un comunicado oficial. Se trataba de un meme que circulaba en redes sociales: “Van a los xv años de Rubí y se quedan sin gasolina”. En la imagen se podía ver una larga fila de autos formados afuera de una gasolinera en San Luis Potosí esperando obtener combustible.
Lo que empezó por ser una burla, se convertiría en una realidad que afectaría no sólo a los que sí querían bailar en los quince años. México, un país petrolero –pero sin refinerías– dejaba en desabasto algunas gasolineras en el interior del país, y con ello, a cientos de autos varados en las carreteras a la espera de auxilio.
Ante la viralización del meme, un día después, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) anunció que a partir del primero de enero de 2017 las gasolinas sufrirían un aumento a su precio para ajustarse al mercado internacional. Esta vez, los medios de comunicación fueron los encargados de avisar que la gasolina Magna aumentaría 14.2% y la Premium 20.1%. La razón: los precios mundiales del petróleo subieron.
Una vez más, el gobierno aseguraba actuar en beneficio de l@s mexicanos. Mientras considerábamos el aumento como una injusticia, ellos lo llamaban reto. Lo que nos parecía una crisis económica, para ellos era una solución lógica. La decisión parecía estar planeada para evitar el descontento: llegó a mitad de vacaciones, cuando la gente goza de su aguinaldo y mientras la mayoría pensaba en qué ponerse para la fiesta de Rubí o con la cruda de la final del futbol mexicano.
Lo de menos eran las familias que planearon sus vacaciones y se encontraban con un país que ni gasolina les ofrecía. Tampoco aquellas personas que tuvieron que apagar sus coches por los manifestantes que bloqueaban las carreteras más importantes de los estados, para recordarles a todos los paseantes que algo estaba mal y era momento de reaccionar. Nuevamente éramos víctimas de un doble discurso que se esforzaba por asegurarnos que las medidas tomadas eran las mejores, aunque nuestro salario demostrará lo contrario.
Desde la creación del meme hasta las marchas que organizó la ciudadanía, no hubo ningún político que tomará el volante y nos dijera qué era lo que realmente sucedía. Las palabras “devaluación”, “crisis”, “inestabilidad”, “recesión”, hace mucho tiempo dejaron de existir en el vocabulario político de este país para darnos una “seguridad económica”. A la guerra le han llamado lucha, al impuesto le han denominado ajuste y a la crisis, gasolinazo. Lenguaje orwelliano digno del que vive en Los Pinos, quien no es capaz de aceptar los errores cometidos en su administración y haber perdido la brújula sin ganas de encontrarla y sin poder dar una solución a los afectados más allá de un simple consuelo tibio.
El mensaje de la SHCP, así como el de Enrique Peña Nieto, dice mucho sobre los políticos que gobiernan a este país, y no sólo de los que conforman el gabinete actual: el comunicado agarra parejo, partidos de todos los colores. Políticos que actúan de manera desleal contra quien los elige. Personas que nos les importa que un niño se deshidrate en una carretera porque sus padres no encuentran gasolina para regresar a casa. Y ya ni hablar de las personas que ganan el salario mínimo, a ellos, los han venido denigrando desde hace mucho tiempo.