Fortaleza, sede de la alegría Llegamos a las tres de la mañana a la ciudad de Fortaleza, capital del estado de Ceará, al noreste de Brasil. Es la urbe más cercana a Lisboa y la quinta con mayor población en Brasil. Su nombre procede del fuerte Schoonenborch, edificado en el siglo XVII por holandeses.
En las primeras horas del día, el sol está radiante. Aquí es verano y las aguas son cálidas. El mar exhibe un rostro azul turquesa, un poco menos claro que las aguas del Caribe. Las banderas brasileñas ondean en automóviles y puestos de comida. La ciudad no recibe a menudo a su conjunto nacional en un torneo de tal magnitud y hay visitantes de otras ciudades brasileñas en los hoteles costeros. A los mexicanos no se les encuentra como en Río.
Con la anticipación debida, nos dirigimos al estadio Castelao, ubicado en los suburbios de la ciudad. Cuando el inmueble se alzaba a nuestra vista, el flujo vehicular se paralizó y tuvimos que abandonar nuestro taxi. Una manifestación pacifista de jóvenes obstruyó la vía principal que conduce al coso fortalecense.
Una hora y media, bajo penetrantes rayos del sol, para llegar. El estadio se encuentra rodeado por modestos locales comerciales de abarrotes y loncherías en una colonia habitacional. Los habitantes de esta zona, acostumbrados a la quietud, se asoman en sus ventanas y salen a las calles para observar a los muchos turistas brasileños y los pocos mexicanos que circulábamos rumbo al juego México vs. Brasil.
La marea verdeamarelha acudió con sus casacas amarillas. La mayoría iba de short, una vestimenta adecuada para la ocasión. Cuando sonó su himno, el alma se sensibilizó. Escucharlos fue melodioso. Armónicos y acompasados para cantarle a su país.
Desalojar y encontrar un medio de transporte en un mega-espectáculo casi nunca es sencillo. Una solución ingeniosa fueron los moto-taxis a unas cinco cuadras del estadio. Atravesamos en 25 minutos toda la ciudad, con el aire fresco. Sorteando camiones y automóviles. No hubo sensación de peligro, es un vehículo de transportación común que se hace respetar.
El lema de la ciudad es Sede de la Alegría. Y sí, ni los descontentos, exhibían furia.
Alegría y paz.