Era cuestión de tiempo. Desde la publicación de La obra de arte en la época de la reproductibilidad técnica (1936) resultaba obvio deducir que en el algún momento las tiendas de servicio express también ofertarían arte. El día ha llegado. Una de las sucursales de la cadena de tiendas de conveniencia más popular en el país, OXXO, vende “productos” del artista mexicano Gabriel Orozco.
Quizá ni el propio Walter Benjamin imaginó que en el mismo lugar donde se compran cervezas y condones se podrían adquirir piezas de arte contemporáneo. Benjamin apuntó que el “aura” de la pieza de arte se desvanece a medida que se copia o re-produce en serie. Por ello, el valor de la experiencia estética varía dependiendo si se contempla un original o su calco.
La relación entre el comercio y el arte siempre ha sido dinámica. Desde los tiempos de las cavernas -aún con su incipiente división social del trabajo- era claro que no todos podían dedicarse a pintar sobre las rocas; en el Renacimiento, los artistas no hubieran sobrevivido sin un mecenas; más recientemente, las galerías se encargan de apuntalar el “nuevo talento creativo”. En cualquier caso, el llamado mercado del arte sostiene la producción artística.
En su crítica a la cultura de masas, Theodor Adorno y Max Horkheimer coinciden en que el arte, en la era moderna, ha dejado de ser hecho por el mero ejercicio de libertad que supone realizarlo y contemplarlo. La sociedad capitalista genera “pseudarte” (obras no artísticas en el sentido tradicional) con el fin de convertirlas en mercancías, en objetos que pueden ser intercambiados sin mayor complicación.
Tal como en el Saturno devorando a su hijo (Francisco de Goya, 1819-1823), el sistema de producción (mismo que posibilita la creación libre del espíritu humano) se alimenta de su primogénito más creativo: el arte. Bajo este marco podríamos interpretar la propuesta crítica del artista contemporáneo Gabriel Orozco sobre la mercantilización del arte.
“La estampa con la que intervengo el logo de los productos es una ironía que viene de mi trabajo gráfico geométrico desde hace algún tiempo, pero ahora convertido en calcomanía o graffitti de etiqueta callejero. Ya antes había pegado estas calcomanías abstractas en algunos trabajos y libros míos, siempre utilizando los círculos y ejes y los cuatro colores (rojo, azul, dorado y blanco) que definen los cuadrantes que se crean y su proyección e interacción con objetos de la realidad. Como en todo mi trabajo de interacciones a diferentes escalas, al superponer mi estampa insignificante sobre la imagen y el logo reconocidas en la envoltura, la imagen de productos se revela y se cancela al mismo tiempo, igual que la insignificancia de la estampa geométrica que lo recicla, produciendo un nuevo, doble significado visual y económico”.
Gabriel Orozco.
Intervenir la presentación de productos de consumo masivo con etiquetas y, ponerlos a la venta en una tienda de conveniencia (reproducida dentro de una galería de arte) parece un gesto antisistémico. Sin embargo, no hay que olvidar que la propuesta viene del mismo sujeto que presentó una caja de zapatos vacía como obra conceptual en la Bienal de Venecia del 93. -El arte contemporáneo y sus vericuetos.
Además de la transacción económica, otra de las principales funciones de la galería de arte es convalidar el sistema de valores estéticos del presente. En permanente diálogo y conflicto con el espacio museístico, las galerías generan nuevas propuestas y se atreven a transgredir la convención. Para el montaje de esta muestra, Kurimanzutto ironiza sobre su propia función y valor. transformó su espacio de exhibición en una sucursal de esta cadena de tiendas de conveniencia que cuenta con más de 14 mil establecimientos en el país.
“OROXXO” tiene a la venta (además de la mercancía regular que la cadena ofrece), 300 productos seleccionados en series individuales de 10 piezas, cada una duplicando exponencialmente el precio por unidad, para un máximo posible de 3 mil piezas, las cuales se producirán una vez que sean adquiridas por el consumidor y coleccionista.
La selección de productos que el artista ha intervenido van desde refrescos y cervezas hasta papas, jugos, frijoles de bolsa, revistas, botellas de tequila, cigarros, chicles, chocolates, veladoras y más. En la “trastienda”, anexo de la exposición, se puede adquirir la misma variedad de productos, pero consumidos por el artista, sin el riesgo de perder la inversión en la pieza, ya que muchos productos son perecederos.
“A través de la aplicación de sus círculos en calcomanías sobre diferentes productos encontrados en un OXXO normal, el “OROXXO” también hace un comentario sobre el mercado del arte, en donde los artistas más exitosos -aquellos que logran que su trabajo sea exhibido, comprado y coleccionado- son también los engranes del branding, tanto como creadores consumados de imágenes como administradores de su propia marca”.
Texto curatorial.
Orozco destaca que esta propuesta no hubiera funcionado en Japón, su lugar de residencia desde hace dos años. En cada lugar al que es invitado a generar obra, intenta producir significados endémicos. Refiriéndose al fenómeno socio-económico que representa la proliferación de las tiendas de este tipo en el país, señala que sus “productos” (aunque le choca el término, en este caso concede definir su producción con ese concepto) no tienen pretensiones de ser una “antimarca”, pues “una antimarca termina por convertirse en una marca”.
La intervención-muestra podrá visitarse hasta el 16 de marzo en Kurimanzutto. La galería se encuentra ubicada en Gobernador Rafael Rebollar #94, colonia San Miguel Chapultepec, Ciudad de México, y abre de lunes a viernes de 10:00 a 19:00 horas y, sábados de 10:00 a 16:00 horas.