Por Juanito el del demo (@eldeldemo)
A principios de este siglo hubo un derroche vertiginoso de creatividad en la Gran Manzana: The Strokes, Interpol, TV on the Radio, Yeah Yeah Yeahs, Radio 4, por mencionar unos cuantos; desde Brooklyn, un par de amigos inquietos (Angus Andrew y Aaron Hemphill) salían a la luz con una propuesta que parecía encajar dentro de la nueva camada de bandas disco-punk. En ese sentido, de entre sus contemporáneos neoyorkinos, se les podría poner en el mismo terreno que a Radio 4 y The Rapture, aunque el porvenir de Liars estaba trazado por designios que ni ellos conocían, y mucho menos imaginaban sus seguidores iniciales.
Hay dos cambios de vía decisivos en los rieles discográficos de Liars: el Drum's Not Dead (2006), en el que optaron por una propuesta más arriesgada, fuera de su zona de confort —al experimentar con distorsiones y disonancias, un poco en la misma esquizofrenia de Sonic Youth—, y el WIXIW (2012), en donde incursionaron al mundo de las secuencias y los beats electrónicos. Con respecto a este último, su tratamiento frío e intelectual (desde el título palindrómico) representó un gran reto estilístico y compositivo para Andrew y Hemphill. Para los sampleos de WIXIW —por ejemplo— trabajaron con sonidos tan rebuscados, como el de un trapo escurriendo o un globo desinflándose (http://amateurgore.tumblr.com/). El proceso se alargó, y de manera apesadumbrada, las obsesiones y los conflictos internos se intensificaron, por la ansiedad de relacionarse íntimamente con algo desconocido musicalmente para ellos como las computadoras… tal vez Angus Andrew hubiera sido un gran candidato para encarnar a Theodore Twombly.
Con el fin de llevar las cosas de manera más tranquila, para Mess —su álbum de 2014—, Liars tomó un acercamiento mucho más simple y directo; en este sentido, Mess (desorden) puede considerarse formalmente opuesto al pulcro WIXIW, sin embargo, no se puede negar que WIXIW fue su mentor, por lo que Mess luce como ese hijo rebelde que reniega de sus orígenes, a pesar de tener los mismos genes.
Mess es una producción a la que este acercamiento básico favorece de una manera muy agradable: sus once temas reflejan distintos estados de ánimo en su desnudez más cruda; desde la rudeza vocal de "Mask Maker" hasta la calma inerte de "Left Speaker Blown". No pasa desapercibido el hecho de que la primera parte tiene temas más estimulantes y la segunda, más sedantes, con la aparente intención de hacer que el escucha mantenga un mismo estado de ánimo por un espacio de tiempo más largo, a la vez que reta la voluntad de éste para terminar de escuchar el disco completo; si lo logra, Mess podrá hacerlo bailar frenéticamente, para unos minutos después meterlo en la depresión más honda del océano.
Al escuchar a Liars uno puede pensar distraídamente en Public Image Limited, Sisters of Mercy, Yello, Big Audio Dynamite, e incluso Giorgio Moroder o Swans, pero a la vez, existe esa sensación de que es algo novedoso y original. Si el resultado final de Mess complace o no al escucha, dependerá quizás del momento y el lugar en que se reproduzca: un desorden es subjetivo, y en consecuencia, motivo de discusión. Esta polaridad en las percepciones es otro punto a favor de Mess, cuya experiencia variará con cada vuelta que se le dé. Y en cada una, mentirá.
Sea del gusto de quien lee estas palabras o no, Mess es un disco que merece una oportunidad. Muchas veces veneramos a cierto grupo por lo que hizo en el pasado —aunque ya haya decaído— por un malentendido sentido de "lealtad"; es más honesto darle su lugar a quien está pasando por un buen momento, sin importar si su foto ha salido en la portada de la Rolling Stone, si está en el Top 20 de MTV, o si ya grabó la colaboración de rutina con Josh Homme y Pitbull. Y aunque ciertamente nadie sabe qué va a pasar mañana, hoy, Liars está pasando por un gran momento.
(Un agradecimiento a Paulina García, quien me presentó a esta banda).