Crónicas bajo cero a la distancia: ‘Memory box’ en el Día 1 de cobertura de la 71 Berlinale
Por primera vez en nueve años desde que cubro el Festival de cine de Berlín para El cine y... en Ibero 90.9 las proyecciones no estarán precedidas del habitual frío de la capital alemana. No habrá café o vino caliente para intentar lidiar con las temperaturas bajo cero y tampoco harán falta los guantes, la bufanda o el abrigo para cubrirse y correr de un cine a otro entre funciones. No habrá prisas en la mañana para tratar de llegar al primer pase de prensa en el corazón de Potsdamer Platz.
A cambio de eso se impondrá despertarse temprano y acostarse tarde, algo parecido a lo que habitualmente sucede en una cobertura presencial, pero ahora para tratar de acomodar el visionado digital de las películas entre las obligaciones del trabajo diario que nos ha dejado esta mal llamada “nueva normalidad”.
Entre muchas otras cosas, la crisis sanitaria global del coronavirus se ha llevado entre las patas muchas de las dinámicas de eventos culturales como la emblemática Berlinale que, en su 71 aniversario, arranca hoy en modalidad en linea.
Como muchos otros acreditados de todo el mundo trataré de exprimir las 24 horas que están disponibles, a partir de las 7 AM tiempo del centro de Europa, las películas de cada jornada en la plataforma del festival.
Pensándolo bien, y aunque las predicciones del tiempo para la Ciudad de México anuncien 29 grados centígrados, el café no parece mala idea. Sólo será cosa de acompañarlo de hielo mientras en mi computadora se despliega la legendaria cortinilla que antecede a cada película
Arranca la competencia y en el concurso por el oso de oro mi favorita del día es Memory Box, coproducción franco libanesa rodada en Canadá que cuenta la historia de tres generaciones unidas por la tradición, la curiosidad y el intento por impedir que se revelen secretos del pasado.
¿Cuántas historias caben en una caja grande de cartón?
A esa y otras preguntas intentan responder los artistas plásticos convertidos en cineastas Johana Hadjithomas y Khalil Joreige en este cuento moderno que hace uso de las nuevas tecnologías para contarnos sus propias vidas tras salir exiliados de Líbano a causa de su cruenta guerra civil.
Tomando como punto de partida los problemas de comunicación entre Maia y su hija Alex, una adolescente con la que a duras penas convive durante las fiestas de fin de año, Memory Box apela al papel de la memoria en la construcción de la historia y los recuerdos personales. La comunicación a distancia. Los mensajes de voz y vídeo. El clima del hemisferio norte como catalizador de conflictos personales. La soledad y los intentos por sortearla. La lucha por, a pesar de estar lejos, sentirse en compañía.
El pasado que se presenta como una caja de pandora llena de recuerdos de juventud que Maia enviaba, cotidianamente, a su mejor amiga en Francia. Los pedazos de un rompecabezas que se va armando en el intento de una hija de conocer mejor a su madre y a su abuela.
La necesidad de entender y el eterno reproche generacional: “Nunca compartimos nada”.
Libretas, fotos, revistas, diarios y hojas de contacto intercaladas y reinterpretadas por Facebook, animaciones y mensajes de voz y video. Una crónica de lo que pasó y el inmenso parecido de eso con lo que sucede hoy con la manera de conectar a través de las redes sociales.
Casetes, dibujos y álbumes de fotos. Grabaciones y música como la banda sonora de un momento histórico. Listas de películas vistas en el cine. En suma, una cápsula de tiempo. Una puerta a otra vida y otro tiempo para compartir en un chat de grupo con las amigas y buscar respuestas. Tomar fotos de las fotos. Animarlas y retocarlas.
El primer amor de la madre que conecta con la primera desilusión de la hija. Besarse en el coche con el novio en el mirador de la ciudad y sentir que el mundo arde. El inicio de la guerra y los bombardeos. La película incendiándose, literalmente, por diferentes razones.
La radio para mandarse mensajes secretos. El amor como tabla de salvación para intentar escapar de la locura. El exilio y la separación de los jóvenes amantes en la Unión Soviética o Canadá como única salida. El primer contacto con la muerte.
La propia experiencia y vida de los directores como tema central y origen del argumento. Una cinta coming of age en toda regla con alma y corazón y volumen. Empezar de nuevo. Tratar de olvidar. Al menos intentarlo esperando que no llegue otra caja llena de recuerdos y todo vuelva a comenzar.
Arranca muy bien el concurso de la edición 71 de la Berlinale.
Por aquí les sigo contando. Cuídense mucho.