Nation Of Language o cómo vencer las trampas de la apropiación musical ochentera

Nation Of Language o cómo vencer las trampas de la apropiación musical ochentera

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Dicen por ahí que no puedes levantar una piedra sin que encuentres una banda que intente sonar como los clásicos de los ochenta: New Order, Depeche Mode o The Cure. Con los años, esta broma se ha convertido en un dicho con algo de verdad. Por eso, cuando surge algún proyecto musical que honra debidamente sus notorias influencias de hace más de tres décadas y además lo hace con una propuesta interesante, es necesario concederles un espacio en nuestras playlists.

De entre las multitudes de una ciudad con millones de habitantes e idénticos anhelos, Nation of Language, desde Brooklyn, aparece en el panorama mundial para deleitar los oídos de su —cada vez más— numeroso grupo de fans. Allí, en Brooklyn, cuando corrían los primeros meses del 2010, Ian Devaney, un joven de entonces 18 años, vio cómo la banda de indie-rock que lideraba, Static Jacks, terminaba con un puñado de pequeños éxitos, dos álbumes publicados y un tercero en puerta. 

Con el material en sus manos, Devaney encontró la encrucijada de si publicar el álbum o comenzar de nuevo, así que hizo lo que cualquier joven nostálgico haría: fue y se sumergió en la música de su juventud para intentar encontrar respuestas. 

Fueron los sintetizadores los que finalmente le dieron la tan anhelada contestación y así, bajo las manos de su esposa, Aidan Noéll y junto a su socio Michael Sue-Poi en el bajo, lograron conjugar un sonido plenamente identificable para con ello formar la banda que hoy ocupa el #Extracto909 con su disco debut lntroduction, Presence

“Se me ocurrió que existía un momento en el tiempo en el que parecía que todos todavía tenían una especie de ‘mente de principiante’ sobre cómo los sintetizadores podían usarse y encajar en el panorama musical”, explicó en alguna ocasión Devaney, refiriéndose a la vez en que escuchó “Electricity” de OMD, convirtiéndose aquel en un momento sumamente especial porque fue justo ahí cuando detonó la idea para la música de Nation of Language. “Ellos manejaban esta tecnología como un instrumento contundente, y se sentía como si me hubieran dado permiso para hacer lo mismo”, aseguró.

En los últimos años, la casi recién nacida banda se lo venía tomado con calma, soltando poco a poco algunos sencillos que se han ido posicionando en el gusto de sus escuchas. Pero finalmente, este 2020, el año de la pandemia y el distanciamientos social, su primer álbum por fin ve la luz, invitándonos a acercarnos a una pista de baila donde también podemos llorar.

En una nostálgica composición de sonidos, lntroduction, Presence, su álbum debut, logra hacerse acreedor de un espacio en las ideas de quien lo escucha para que, a su vez, a lo largo de diez inmaculados tracks, éste pueda también ingresar en los pensamientos de los tres jóvenes integrantes de la banda y descubrir en ellos cierta “alegría exploradora” (como la que acuña el vocalista), pero con esa melancolía neoyorquina que tantos clásicos ha legado a la historia de la música. En alianza con la incertidumbre emocional que bien podrían representar al álbum, y, como son sentimientos con los que cualquier persona joven en la actualidad podría sentirse identificada, obtienen un juego de elementos con los que logran que el proyecto se sienta tan genuino como “inspirado en”.

Y es que, en cierto nivel, es posible percibir todas esas influencias que se mencionan en un principio por los cánones del synthpop primitivo que la banda sigue a cabalidad, ya que el estilo supuestamente “endeudado con los ochenta” de la banda, se traduce en simples ecos de los días de gloria del género. Aún así, éstos encuentran un nuevo lenguaje en lntroduction, Presence, sabiendo sortear “las trampas de la apropiación” de una lengua tan icónica y sobre-explotada como los sintes ochenteros. Nation of Language logra suficiente control y comprensión del idioma elegido para dar su mensaje y hacerlo completamente suyo.

El disco comienza en “Tournament”, track que por todos lados tiene impreso el nombre New Wave. Ya de inicio identificamos el synth-pop, pero la voz es un barítono muy parecido en texturas y tesituras al del vocalista de The National y la belleza de las notas nos evoca enseguida a esa densa nostalgia de la que ya hablamos y el culto que la banda brinda a los clásicos. Este primer track se siente como una confesión de la constante búsqueda del sentido de la vida. En él, Devaney canta: “No me apresuro porque he estado esperando por mucho, mucho tiempo”, con una línea de bajo Peter Hook-ish de Sue-Poi como hilo conductor y los sintetizadores de Aidan Noéll acompañándolo en el asiento del copiloto. La influencia de The National se repite en el sintetizador pop del segundo track “Rush & Fever”.

Al tercer track llega un redescubrimiento que te lleva al corazón de la euforia del disco con “September Again”. Ya para esta rola, tan temprana en el disco, se alcanza uno de los picos más altos del álbum. Te das cuenta de que si bien los temas tienen una vibra muy bailable, también te invitan a algo más íntimo que la masividad de un club nocturno. Hay algo en ellos que parece invitar de pronto, más bien, a una completa introspección.

A partir de aquí, el álbum continúa moviéndose con propósito y equilibrio: “On Division St” se basa en claves que podrían pertenecer fácilmente a cualquier idea de New Order, mientras que las patadas de batería y las guitarras sintetizadas de “Indignities” profundizan en lo hecho por Joy Division en su momento. Sin embargo, es refrescante el hecho de que a pesar de lo vívidas y bien ejecutadas que son estas influencias, en ningún momento corren el riesgo de convertirse en una simple copia del pasado.

Friend Machine”, casi llegando al final, presenta un nuevo alcance de la banda que lleva al escucha a un nuevo nivel de éxtasis. La pista evoca a los clubes clandestinos y subterráneos de Londres, Berlín y Múnich de los ochenta, pero mezclando el New Wave y el Krautrock en un track oscuro e hipnótico. Esta compleja mezcla de sonido se funde alrededor del bajo en trance y consume la voz fantasmal de Devaney. Parece que los músicos están atrapados en otra dimensión, mientras que, en realidad, solo son prisioneros de su propia mente.

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The Wall & I” nos muestra la puerta de salida como un himno al clímax de una obra. A través de unas pocas notas dramáticas de teclado bien colocadas y algunos acordes de guitarra inesperados, Devaney, por primera vez durante todo el álbum, aparece como un desdichado ser que bien podría trascender sobre todas esas circunstancias que hasta ahora lo habían mantenido atrapado. «Miré por la pared y dijo: ‘No sé’ no es una respuesta a la pregunta», reza Ian en el coro, dándose cuenta de que ya no puede esconderse en la indecisión. Una frase que, si bien no necesariamente es una epifanía reconfortante, adecuada al álbum es una fuerte declaración de que hacer las paces con el pasado nos permite ver hacia un futuro posiblemente más grandioso.

Introducción, Presence, fiel a su nombre, es una especie de declaración introductoria a la promesa casi cumplida que hoy representan los Nation of Language. Como una colección de viñetas que narran una historia no lineal, los músicos lograr una fusión en la que la banda descubre su propia voz a través de un lenguaje antiguo y lo usa para unir el presente con el pasado, para así comenzar a crear un futuro musical que promete y ambiciona.

En suma, no es simplemente revivir la música de los años ochenta, porque lo contemporáneo de su narrativa nos recuerda que los grandes registros también pueden ofrecer un escape y obligarnos a contemplar nuestra propia existencia, cosa que lo hace igual de trascendente como cualquier cosa que los artistas que encabezaron las listas hace 40 años hicieron en su momento. A veces eres demasiado joven como para tener la vida resuelta y entender de qué se trata realmente “vivir”; por eso, mirar al pasado puede ser el origen de las respuestas a las preguntas que todos, sin importar nuestra edad o la época que nos reciba, deseamos responder. Y qué mejor que hacerlo con la música que permanece década tras década.

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