Fotografías por Ana Laura Hernández
El pasado miércoles 30 de noviembre el no. 39 de Zacatecas fue testigo de ondas sonoras producidas con absoluta libertad por tres actos de tres países: OOIOO de Japón, Ricarda Cometa de Argentina y Bitchin Bajas de Chicago, Illinois.
La composición musical, como todo método basado en matemáticas, tradicionalmente se enseña bajo parámetros lógicos que apelan a la estética. Sin embargo, encontrar la belleza suele ser un acto subjetivo y por lo tanto, cuando se produce música de manera industrial se sigue la tendencia de lo que le parece hermoso a la mayoría. El resultado son cientos de discos que suenan y se sienten igual.
Surgido como la sección de música experimental del Festival de México, Aural se presenta implícitamente como un discurso antagonista a la tendencia homologadora, no sólo de la industria de los discos y los conciertos, de la vida en el capitalismo. A través de 8 conciertos, la mitad de ellos gratuitos, este ciclo ofrece música transgresora y sin miedo a la exploración.
El primer turno sobre el púlpito fue para el trío de norteamericanos quienes apenas cabían en el escenario gracias a la cantidad de gear que traían. El grupo liderado por Cooper Crain presentó un show en 3 actos repleto de secuencias loopeadas que promovían la inmersión a los colores propuestos por los iluminadores. Las luces fueron el ancla de lo etéreo con lo concreto.
Fue una grata sorpresa descubrir que los arpegios de sintetizador que uno podría intuir eran secuenciadores programados, en realidad son escalas ejecutadas en vivo por Crain y su Yamaha. El concierto perfecto para el amante de los circuitos que producen sonido gracias a buena mezcla de parte del ingeniero. La gente se limitó a contemplar en paz mientras lavaban las arcas de la conciencia con la música inspirada en la vibración constante del didgeridoo en Oceanía y de la meditación oriental.
El acto
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