Por Daniela Muñoz @Danylagarza
El pasado domingo 12 de junio nuevamente se sumó un violento y devastador episodio a la memoria del mundo. Esta vez, Orlando, Florida en los Estados Unidos fue el escenario donde la violencia, homofobia y radicalización religiosa basada en la ideología yihadista, motivaron a Omar Mateen, a cometer el tiroteo masivo más sangriento de la historia de los Estados Unidos. El acto terrorista en el bar Pulse, frecuentado por miembros de la comunidad de Lesbianas, Gays, Bisexuales y personas Transgénero (LGBT) provocó la muerte de 50 personas y 53 heridos.
A pesar de que el grupo terrorista autodenominado Estado Islámico (ISIS) se adjudicó este ataque terrorista y reconoció a Omar Mateen como militante, es poco probable que ISIS haya participado en la organización y financiamiento del tiroteo, ya que la célula terrorista ha visto afectada su capacidad operativa por la la pérdida de territorio en Irak y Siria, además de que algunos de sus líderes han sido blanco de ataques quirúrgicos de la coalición de países que luchan contra el terrorismo. Sin embargo, esto no ha disminuido el número de seguidores que han acatado desde 2014 el "permiso", concedido por dicha organización terrorista, para cometer ataques en su nombre. Esto evidencía que Omar Mateen, actuó como un lobo solitario, tendencia que se ha observado en recientes ataques terroristas en occidente, consistiendo en individuos que operan por iniciativa propia, sin coordinarse con alguna célula terrorista, pero están inspirados y radicalizados por la ideología yihadista. La cual cabe mencionar, no forma parte de las características de las personas que practican el Islam.
Este ataque no sólo ha abierto el debate sobre el uso de armas en los Estados Unidos, sino que a su vez ha evidenciado que las minorías, como la comunidad LGBT, son también objetivos de ataques terroristas. No debemos olvidar, que día a día en los territorios ocupados por el Estado Islámico, se cometen genocidios contra minorías étnicas o religiosas. La masacre de Orlando, nos recuerda una vez más las transformaciones que el terrorismo ha tenido desde su surgimiento, mostrando mayor coordinación y perfeccionamiento en sus operaciones, un perfil distinto de los terroristas, quienes ya no sólo se preocupan por la publicidad de sus actos, sino en generar un mayor número de víctimas y una sangrienta locación para lograr sus objetivos, mediante la generación de miedo y angustia en la población.
La evolución que presenta el terrorismo en sus operaciones y la capacidad de persuasión para radicalizar a individuos en situaciones socio económicas desfavorables, no sólo en regiones de África, Asia y Medio Oriente, sino también en países occidentales, gracias al uso de la tecnología, dificultan el establecimiento de medidas para luchar contra el terrorismo. A esto debemos agregar la falta de consenso para alcanzar una definición universalmente aceptada del fenómeno, ya que esta no existe. En cada país y organismo internacional, difieren los conceptos y factores que describen el terrorismo, dificultando la labor preventiva contra la radicalización y acciones directas por parte de la comunidad internacional para luchar contra el terrorismo.