¿Por qué siempre son Sex Pistols y Ramones los que luchan por un puesto que no merecen? El sonido horrendo y la ejecución violenta no es necesariamente punk. “El Malo del Bronx” y “El Abogado” hicieron en 1977 un disco más punk que ninguna otra cosa jamás escuchada: Metiendo Mano! Inicia el round 40
En una esquina: de muy mala pinta, unos ingleses mal educados con ropa de diseñador y motivos irónicos, corbatas y botas de obrero en el mismo look. Del otro lado: unos sujetos escuálidos y altos con chamarras de piel y cortes de pelo ridículo. Se presume de estos sujetos que son el orgullo de Queens, Nueva York. El premio es el título de “creadores del punk”.
Antes de ellos había ya un acercamiento al punk y, junto a ellos, otras bandas también se encuentran en la pelea.
Cerca de Queens, aproximadamente a 30 minutos, según la ruta más corta de Google Maps, se encuentra El Bronx. Así, con un “El” antes de nombrarlo. Ahí, a tan sólo 30 minutos de uno de los contendientes, vivían Willie Colón y la escena de la salsa legendaria; en el mismo universo de la pelea del punk.
Años antes, en Panamá, un sujeto llamado Rubén, en ocasiones conocido como “Rubencito”, se encontraba en una situación de esas que hacen que hasta el alma más pura y noble se corrompa y opte por la ideología punk, anticapitalista y específicamente –en el caso de Rubén– antiyanqui. Un asesinato por parte de estadounidenses en 1964 en el canal de Panamá hizo que “El Poeta de La Salsa” se forjara una meta: Llevar su música con la misión de unir a Latinoamérica.
Para el año en que dio inicio de la pelea por definir al rey del punk (1977), Rubén Blades ya estaba también en Nueva York y ya había conocido a Willie. Y por supuesto el “Bad Boy” le extendió la mano para trabajar juntos.
Metiendo Mano! es un álbum inteligente, atrevido y sobretodo, activista. Entre los nueve tracks del disco, una letra de Tite Curet Alonso salta al ring y noquea con el primer uper a los mediocres punketos: “Plantación Adentro”, una canción ubicua e indescifrable como la salsa misma, pero icónica como pocas. ¿Cómo decodificar el recuerdo de una armonía de este ritmo latino?
La melodía es preocupante y caótica, se autodevora y permite que aparezca por momentos una inquietante algarabía de los metales. A primera instancia, pareciera que las risas de Rubén Blades hablan del éxtasis en la fiesta más memorable de la vida. El ritmo juega la misma broma, la forma en la que suenan los instrumentos irónicamente continúa con este triste evento. Al poner atención uno cae en cuenta de la historia de Camilo Manrique, asesinado brutalmente en manos de un Mayoral.
Escondida en lo alto de los plantíos se encuentra una fuerte referencia a la violencia en contra del latino, el de abajo, el que trabaja en el campo, el que es arrojado a una fosa común, el que muere "naturalmente" a costa de las tundas de los que gozan del poder. En este caso en forma de un palo contra un cuerpo humano. "¡Claro, si después de una tunda e' palo que te mueras es normal..."
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Para Blades siempre ha sido imperante que su letra tenga un mensaje, es por eso que incluso se le llama salsa intelectual a su obra.
Pareciera que entonces la canción se convierte en un grito de guerra, en el Caballo de Troya, todo oculto en la interpretación de la salsa desde la trinchera de un sujeto considerado el chico malo y Rubén, quien estudió leyes en NY: ambos levantando el puño; la intelectualidad del jolgorio latino, pensado pitorreo versus el yanqui, y que sigue latente y aparentemente necesario al día de hoy.
1745 ó 2017, “Plantación Adentro” engloba los padecimientos del latino. Los convierte en una celebración, una burla a la situación que a pesar de los años no mejora.
La portada del Metiendo Mano! tiene motivos de box. No es por nada, pero el universo hace las cosas por algo. A lo largo de la historia, el punk ha caído ante casi todos los géneros que ideológicamente logran ser superiores. Round 40, la salsa, más punk que el punk ni se preocupa por una pelea de pesos mosca. El rey de los ritmos, la salsa, sigue siendo el gran rey y “Rubencito”, con su gancho intelectual, por mucho una deidad no sólo del género sino de la historia de la música, por decisión unánime, se lleva el triunfo a casa.
Suena la campana.