Por Rodrigo Martínez Torres Fotos por Jimena Santoyo
Un par de manos extendidas desde un extremo del Polyfrum Siquerios recibieron a la gente que llenó el lugar que posteriormente resonaría con la música de Sébastien Tellier. Tras disfrutar de unos tragos y un exquisito DJ set a cargo de Teen Flirt, el público estaba preparado para bailar. El cambio de venue para el concierto (que se planeó, a primera instancia, en el Auditorio BlackBerry) se ajustó perfectamente al misticismo absurdo y sensual que evoca la personalidad del compositor francés.
Dieron las once y Tellier, adoptando una postura sacerdotal, apareció con las manos extendidas para dar inicio a su presentación con la canción “Pepito Bleu”. Lo acompañaban un baterista y un tecladista. Fuimos introducidos al peculiar mundo del compositor a través de sus discursos sobre La Alianza Azul, o el matrimonio gay en Francia. La noche se desarrollaba en torno a su último álbum, My God is Blue (Record Makers 2012) y el francés ya mostraba su característico humor entre las canciones “Against the Law” y “My Poseidon”, con quejas acerca de la cerveza que estaba tomando, o disculpándose con el público porque él creía necesario dejar pasar 45 minutos para que pudiera comenzar a tocar otra canción. Las risas pronto se convirtieron en movimientos de cadera con la canción “Cochon Ville”. La fiesta en el Polyforum emulaba, en términos de adrenalina y baile, al video de este primer sencillo de My God is Blue.
Con un cigarro eléctrico en una mano y un ramo de rosas blancas en la otra, Sébastien conquistaba a un público que ya lo adoraba, que ya bailaba con esas líneas de sintetizadores hipnotizantes de “Fingers of Steel”. La seducción musical continuaba con las canciones “Russian Attractions” y “Kilometer”. A lo largo de la noche, su interés por mofarse de sí mismo fue reiterado y comúnmente recurría a excusas para dejar de tocar, por ejemplo, que un niño lo había vencido en una pelea a golpes y lo había obligado a ingerir un ácido entero, “por lo tanto, no podré continuar, ya que debo ir a ver televisión.” Aunado a esto, el cantante seguía en espera de una cerveza que lo satisficiera, lo cual nunca sucedió –el pedía cerveza mexicana, que jamás le fue concedida. El concierto pudo haber terminado a causa de esta nueva excusa. “Lo siento mucho por mi personalidad, me siento muy avergonzado de mí mismo, pero muy orgulloso de mi música” fue la frase que dio inicio a “Divine”. El público se olvidó de los sinsentidos de Tellier y bailó en exceso una vez más.
La experiencia visual estuvo a la altura de la interpretación músical durante toda la noche. Para “La Ritournelle”, el evento había cobrado un nuevo aire, producido por rayos de luz que inspeccionaban cada rincón del Polyforum. Entre la oscuridad se dejaban entrever parejas enamoradas, melómanos extasiados, y la silueta del compositor al piano. La noche se encontraba en su clímax cuando, de manera imprevista, la música dejo de sonar. Sébastien veía el piano con los brazos cruzados, victima de una duda ficticia: “¿qué seguía?” Para el final de esta canción, la cual se transportó a un ritmo disco, el compositor decidió dejar de tocar de manera abrupta. Dijo, “no me gusta la música dance” y se bajo del escenario. Habría sido un perfecto final absurdista. Pero tenía que haber un encore.
Las grandes interpretaciones de “L’amour et la Violence” y “Yes, It’s Possible” fueron intercaladas con eventos cuasi religiosos. El tecladista emulaba órganos de misa, y Tellier una vez más hablaba de su Alianza Azul desde su papel de Mesías. Incluso bautizó a alguien del público: lo introdujo a su secta de manera rápida, tocándole la cabeza y diciéndole “Te Amo, Los Amo, La Alianza Azul los Ama.” En presencia de dicha espiritualidad injustificada, los asistentes al Polyforum vimos a Sébastien Tellier dar su última ovación y sus más sinceros agradecimientos. Fue una noche divertida, la divulgación de la palabra del Dios Azul.
Por @ElRoyMT