La mayor exclusión de género es la homofobia
En México, hasta el año 2003, se registraron alrededor de 97 crímenes de odio en el Distrito Federal; el 95 por ciento fueron cometidos en contra de homosexuales. Datos más recientes revelan que, de enero de 2014 a diciembre de 2016, este conteo aumentó a 202 personas, mismas que forman parte de la comunidad Lésbico, Gay, Bisexual, Transexual, Transgénero, Travesti, Intersexual, Queer y más (LGBTTTIQ+). De acuerdo con la organización civil Asistencia Legal por los Derechos Humanos (ASLEGAL) los crímenes de odio se han focalizado recientemente en contra de mujeres trans (travestis, transgénero y transexuales) con 108 homicidios. Por su parte, se han registrado 93 hacia hombres gays y uno relativo a mujeres lesbianas. Sin embargo, a partir de la legalización de los matrimonios igualitarios o entre personas del mismo sexo en 2009, la prensa escrita ha documentado un incremento considerable de represión, maltrato, rechazo social e incluso violencia sexual, doméstica e intrafamiliar en contra de parejas conformadas por mujeres lesbianas.
¿Y a qué viene esta entrada tan abrupta? A que como dice Marta Lamas, “la mayor exclusión de género es la homofobia”, que hoy alcanza matices más alarmantes y que, más que violencia de género, me atrevo a calificarla de violencia machista.
Una sociedad patriarcal como la mexicana ha decretado sólo dos identidades básicas, cimentadas a partir de las diferencias y características biológicas de los órganos genitales, clasificando a todas las especies animales en pene/testículos para los machos y vagina/ovarios para las hembras, donde el pene o falo funge como el orden simbólico.
Este paradigma de la humanidad, basado en el prototipo de la masculinidad, determina el orden social a través de su poder, dominio, fuerza, racionalidad, creatividad, control, conducción y superioridad hacia el otro sexo/género. Es decir, un sistema cultural que impone, reproduce, sostiene y mantiene a través de las tradiciones, costumbres, símbolos, ritos, valores y lenguaje, el dominio de lo que representa la mujer y lo femenino como lo otro, como el objeto a sujetar. Dicha estructura de poder se fortalece con los estereotipos sexo-genéricos y los roles sexuales asignados a cumplirse, acatarse y obedecerse, de lo contrario seremos estigmatizados, discriminados y excluidos de la sociedad.
Más aún, para el sistema patriarcal aquellos que transgreden las normas y los mandamientos son considerados traidores, disidentes o inadaptados sociales. Ejemplo de ello son los hombres homosexuales a quienes se les considera usurpadores por considerar que desempeñan un rol sexual que no les pertenece y que además denigra al prototipo masculino. En el caso de las lesbianas, éstas son juzgadas como seres despreciables por pretender alcanzar lo que supuestamente la naturaleza les negó. Por lo que la máxima prohibición, crueldad y exclusión sexo-genérica —en contra de hombres y mujeres que han optado por una preferencia, manifestación u orientación sexual diferente a la establecida— es la homo-lesbofobia. Por eso sostengo que se trata de violencia machista.
La primera Encuesta Nacional contra la Discriminación aplicada en México en mayo de 2005 reveló que el 48 por ciento de los mexicanos no están dispuestos a compartir casa con un homosexual. Siete de cada diez homosexuales han sido víctimas de algún tipo de agresión que van desde risas burlonas, miradas de desprecio y chistes ofensivos hasta expulsiones del hogar, maltrato en la escuela o trabajo, exclusiones, violaciones y despidos laborales.
"No tengo confianza en un estado que criminaliza, desaparece y persigue a jóvenes. No existe una verdadera protección a los derechos en general. Si 43 estudiantes desaparecen sin respuesta, ¿qué protección y justicia habría para 43 homosexuales".
Testimonio de un joven homosexual de 25 años,
publicado en Resultados de la Encuesta Nacional
sobre Discriminación y Juventudes LGBTI.
Por su parte, las principales manifestaciones sociales que afectan la vida socio-política y económica de las mujeres no heterosexuales son: la invisibilidad social (se silencia o desconoce la preferencia sexual), fomento de estigmas y prejuicios, abandono, distanciamiento y violencia familiar; violencia y hostigamiento sexuales, maltrato físico, moral y psicológico; violencia intrafamiliar —aún de la misma pareja sexual—; discriminación en el trabajo y la escuela; descrédito moral al presentar demandas jurídicas, de salud, económicas y/o de prestaciones sociales.
"Puse mi confianza en un chico de la escuela que no debía; al día siguiente toda la gente se enteró en mi instituto. Todos susurraron a mis espaldas. Un chico me dijo: hasta que no cojas con un vato no puedes decir que eres lesbiana. Las chavas no se me acercan porque piensan que yo quiero con ellas".
Joven lesbiana de 21 años.
De acuerdo con la misma encuesta, de un total de mil 79 jóvenes entrevistados —de entre 15 y 29 años de edad de la república mexicana y que se autodefinen como pertenecientes a la comunidad LGBTI— el 62% de los jóvenes encuestados en materia de violencia y discriminación han experimentado: 54.9% agresión verbal; 5.3% violencia psicológica, 23.2% amenazas y 20.8% violencia física. En cuanto al cyberbullying, dos de cada diez han sido víctimas debido a su orientación sexual y/o identidad de género.
Precisamente en días pasados, el colectivo estudiantil Plural Ibero fue objeto de acoso cibernético al difundir la V Semana Ibero de Diversidad Humana con un video que mostraba cuerpos semidesnudos interactuando entre sí con el fin de promover la diversidad sexual. La respuesta no se hizo esperar por parte de grupos conservadores y de estudiantes que lanzaron mediante sus redes sociales toda clase de denostaciones y mensajes de discriminación, a más de evidenciar múltiples prejuicios e ignorancia sobre las diferentes orientaciones y manifestaciones de género. Este tipo de rechazos y agresiones traen como consecuencia condiciones de injusticia e inequidad a quienes se viven a sí mismos como sexualmente diversos. Esto es alarmante, en especial dentro de una comunidad universitaria que ha apostado, con todo y su tradición jesuita, a fomentar el respeto y difusión de los derechos humanos.
Las manifestaciones de rechazo, acoso y agresión pueden afectar significativamente el desarrollo integral de las personas que han optado por una preferencia u orientación sexo-genérica diferente a la heterosexual. En palabras de mi querida amiga Gabriela Delgado, psicóloga y feminista, se impide "... que la vida sea expresión de las libertades individuales, de cerrar oportunidades para los propios proyectos de vida, más allá de los límites institucionales de participar y compartir un mundo donde hay espacio para todas y todos".
Finalmente, cierro con una reflexión de Marcela Lagarde: "El mundo patriarcal se caracteriza por el machismo, el sexismo, la misoginia, la discriminación y la homo-lesbofobia, como formas estructurantes más relevantes del sistema patriarcal que se expresa en la políticas de las instituciones; Estado, Iglesia, familia y medios de comunicación, así como en las formas de relación y comportamientos, en actitudes y acciones de las personas.
Respeto, empatía e inclusión. Deseo que esos sean los valores, acciones y actitudes que predominen en la próxima V Semana Ibero de Diversidad Humana.