(Fotos: Alondra Galinzoga) Por: Gerardo Mora @regandul
Las poblaciones indígenas representan el alma del país, sus tradiciones y costumbres hacen que su cultura sobreviva a pesar del paso del tiempo. El pueblo Purépecha, desde la época prehispánica, se rige por un calendario propio. Se trata de un sistema de 18 meses de 20 días cada uno y cuentan con 5 días que dedican a la reflexión. El día 1ero de febrero es la fecha que los municipios purépechas festejan el Año Nuevo o Fuego Nuevo que es dedicado en honor al Dios Kuricaveri y marca el comienzo de un nuevo ciclo.
El imperio purépecha se divide en 4 zonas y son representadas por un color en la bandera: La región de la ciénega de Zacapú (morado), la zona lacustre del lago de Pátzcuaro (azul), la cañada de los once pueblos (amarillo) y meseta o sierra (verde). En el centro de la bandera se ubica un escudo y debajo la frase “JUCHARI UINHAPEKUA” (Nuestra fuerza). Cada año, una población es la encargada de recibir y cuidar los símbolos purépechas: fuego (Kurhikua), piedra calendario (Mindaskuarheta), bandera (Anasïkukua) y bastón (Ts'irikuarheta). Esta población recibe el nombre de “carguera” y es la responsable de organizar un festival con danzas, música, comida y otras actividades culturales.
Uricho, población de la zona lacustre, se encargó de llevar el fuego a Arantepacua en la meseta. A la cabeza caminaron las mujeres cuidando los emblemas purépechas y con copal encendido a manera de ofrenda. El recorrido se llevó a cabo por los caminos viejos y veredas cuyo trazo antecede al de las carreteras actuales.
El trayecto se realizó en dos días; el sábado 30 de enero, se siguió la ruta Uricho - Pichataro - Comachuen. Cada pueblo recibió a los asistentes con comida, agua, danzas y orquestas musicales; además de un pequeño discurso de bienvenida donde se explica la importancia de conservar ese tipo de tradiciones. El domingo 31 la caminata continuó de Comachuen a Turicuaro para llegar por la noche a Arantepacua, dando fin a un viaje de 60 kilómetros aproximadamente. Las poblaciones designan, entre sus habitantes, a un pequeño grupo de personas que al tiempo que suenan caracoles acompañan al contingente en su caminata hasta llegar al lindero con la comunidad vecina.
Al arribar a los límites de las poblaciones de Turicuaro y Arantepacua, los nuevos cargueros hicieron un ritual al atardecer para recibir el fuego, agradecieron a las cuatro regiones por la asistencia recibidos con banda de música, pan y un ramo de nurite, una planta típica de la zona que sirve para ceremonias y hacer té.
El día primero de febrero se recibió al amanecer en un zona alta para ver salir el sol, este rito es similar al realizado el día anterior y es en agradecimiento a los encargados anteriores, en este caso Uricho. Durante todo el día se llevaron a cabo actividades culturales en la plaza principal, un mercado de artesanías y juegos de pelota purépecha llamada uarukhua.
Para la medianoche comenzó el ritual del encendido del fuego nuevo en una yácata construida en el centro; donde tuvo lugar una ceremonia que culminó con la interpretación del himno purépecha a cargo de una banda. Al terminar esto, se compartío el fuego nuevo entre los asistentes y comenzó a sonar un son abajeño para festejar.
La oscuridad total hizo que aquella imagen me recordará a la película Macario, justo en escena donde se encuentra observando las velas. La fuerza del fuego en la cúspide de la pirámide, el olor a ocote quemado y el calor generado crearon un ambiente de paz y espiritualidad. El frío de la noche fue desapareciendo bajo un cielo que enmarca una postal de una comunidad que busca la sobrevivencia de sus usos y costumbres, unidos por un grito de orgullo y libertad: JUCHARI UINHAPEKUA.