"I promised not to cry anymore", The Dears en el Foro Indie Rocks

Fotos de Rodrigo González Llega un punto, creo, para todos los que van a conciertos recurrentemente, en donde te olvidas de la emoción primordial. Te olvidas de eso en el pecho. De la sensación indescriptible que parece disparar placer por el cuerpo. Te olvidas de la ansiedad de no dormir por ver a tu banda favorita al día siguiente. Y también te olvidas de lo que se siente estar en presencia de algo magistral. Claro que, muchas veces, ese sentimiento regresa por instantes —segundos de asombro incomparable—, y vuelves a pensar en los días primeros, cuando te encuentras con un escenario sin luces, para que, de repente, todo se transforme en lo que se conoce como concierto.

Si mi memoria no me falla, los conciertos en la CDMX empezaron a explotar por ahí del 2005. Recuerdo una semana en la que Audioslave y The White Stripes tocaban con días de separación en aquel mayo memorable para el Palacio de los Deportes. A partir de ahí, otros foros servirían como casa de bandas que antes no hubieran pisado México. Dos años después, las cosas iban todavía mejor. Empezaban algunos festivales, además del tradicional Vive Latino. Uno de ellos jugaba con el género-no-género de moda. El Indie-O Fest se realizaría en el Polyfórum Siqueiros y en él se presentaría una banda de Montreal conocida como The Dears.

México siempre ha tenido fascinación por la miserabilidad. Por lo nostálgico. Lo melodramático. Así pues, tenemos fanatismos recalcitrantes para bandas como The Cure o Depeche Mode, y por alguna razón, a pesar del idioma, nos podemos identificar plenamente con lo que se quiere decir. No era sorpresa alguna que una banda que cantaba “You and I Are a Gang of Losers” conectara con el público inmediatamente. La expectativa era alta. Podríamos decir, sí, que The Dears era una especie de banda de culto. Y todos sabemos lo que ese término significa en México: pasión, energía, mucho recelo hacia la masificación e igual griterío.

Lo que eso representa para alguien de 16 años como yo en el 2007, es abrumador. Esa fue una de las presentaciones por las que decidí que la música debía estar presente en mi vida de alguna forma. Por suerte lo está. Lo verdaderamente importante de esto, es que seguramente hay determinados proyectos que cambian la vida de las personas, como a mí, por una sola presentación de poco más de una hora de duración.

10 años y cachito después de esa presentación en particular, The Dears salían al escenario del Foro Indie Rocks! como parte de la gira de promoción del Times Infinity Volume Two. El público había cambiado y tenía miedo de que me robaran lo que se había quedado tan plasmado años atrás. Pobre ingenuo. Agradezco el fervor que tiene México para con algunos artistas. Si bien critico que se idolatra a alguien como Jake Bugg, también celebro que pase lo que pase, la emoción venga con determinados artistas. The Dears son unos de ellos. México los ama y los Dears nos aman. Inclusive, hace años, en un punto de crisis, Murray Lightburn dijo que la banda estuvo a punto de perecer para siempre. Por suerte habían agendado una visita a nuestras tierras. Acaban de estrenar canciones hace algunos meses, así que ya saben cómo acabó la historia.

19 fueron las canciones que sonaron esa noche. 19 canciones bien escogidas. Sí, con novedades, pero también con los caramelos de antes, con las canciones que tenían 987 reproducciones en tu iPod del 2007, y que, por obvias razones, se cantan abrazados de completos extraños que dicen: “A huevo que sí, a huevo que sí”.

No hay necesidad de que alguien salga a decirle a los Dears que son más que bienvenidos en México, supongo que eso lo saben bien. Lo saben bien porque se demuestra con el “Olé, olé, olé, olé, olé, The Dears, The Dears”. Lo saben porque cuando tocan las nuevas canciones la gente igual se las sabe, o porque aplauden desaforadamente cuando sólo sale Lightburn con una guitarra acústica. Lo saben porque en México, como dijimos antes, nos encanta el amor que duele, nos encantan las lágrimas de sabor agridulce, nos encanta tener un hombro siempre disponible sobre el cual recargar la cabeza mientras se reconocen los errores pasados, que probablemente se vuelvan a repetir, y probablemente vuelva a estar el mismo hombro esperando.

Lo saben porque a final de cuentas, todos los que fuimos nos convertimos en una banda de fracasados con el mismo corazón, a los que les regresó la emoción primordial de estar viendo algo irrepetible sobre un escenario.

“England Lost” el nuevo y controversial single de Mick Jagger.

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