Innovación y riesgo en los 60 con Esquivel y su Orquesta en Infinity in Sound Vol. 2
Estamos en 1961: John F. Kennedy es el presidente más popular del mundo; Guillermo González Camarena es el inventor mexicano más influyente sobre la tierra; el rock and roll ha sido sustituido por una serie de baladistas y grupos femeninos de Rythm and blues que poco tienen que ver con los rebeldes sin causa. En México pasa todo y al mismo tiempo nada, Adolfo López Mateos viaja por el mundo mientras el “changarro” es bien cuidado por el implacable Secretario de Gobernación, Gustavo Díaz Ordaz y el impactante ministro de Hacienda, el legendario Antonio Ortiz Mena.
Las caricaturas de Hannah Barbera modernizan la animación y llevan los temas para adultos a los programas clasificación A. En este momento, lo más cool son los chavos en ascenso económico, con altos puestos ejecutivos, verdaderos iniciadores de lo que hoy llamamos metrosexuales, bachelores, seductores de señoritas para un one night stand, habitantes de apartamentos ultramodernos, ultratecnológicos con televisores descapotados, equipos de alta definición para cintas de carrete y componentes donde se reverencia el impactante sonido en estéreo.
En este momento, como viajeros en el tiempo, sabemos cosas que los habitantes de la era Eisen Howard Kennedy no saben aún pero el futuro ya está en sus manos, frente a sus ojos, pero sobre todo, en cada uno de sus oídos. A toda esa generación de playboys, la tenemos más que presente, más que por sus exóticos gustos, por su exquisita melomanía, esa variación del jazz rara y alternativa llamada pop de la era espacial.
Como ya todos saben, Juan García Esquivel, originario de Tampico, es el máximo exponente de su generación: amigo de Henry Mancini y Les Baxter, quienes también soñaban con el espacio igual que Esquivel. Protegido de Frank Sinatra; mujeriego empedernido; chico maravilla de la estereofonía, llegado a Estados Unidos desde un México que lo vio nacer pero que no lo valoraba del todo -ni siquiera su alma máter, el Instituto Politécnico Nacional, ha sido capaz de valorar a uno de sus hijos más prolíferos y reconocidos en el mundo-. Visionario del futuro remoto, tan adelantado a su tiempo que los músicos de la era alternativa fueron altamente influenciados por su ingenio: Blur, Stereolab, The Chemical Brothers, Saint Etienne, Plastilina Mosh, Café Tacuba, el Instituto Mexicano del Sonido, entre otros.
Por una década Juan García Esquivel impresionó a los más grandes productores de la escena hollywoodense y neoyorquina. Con Exploring New Sounds in Stereo, Esquivel construyó una inclasificable gama de sonidos que bien pudieran llamarse posmodernos para ese momento (como diría Uriel Weizel ¿qué es “Wachamacolit”? ¿Es rock? ¿Es jazz? ¿Es música del espacio?).
Varios álbumes después, con un trabajo fijo en Nueva York y Los Ángeles donde hizo bandas sonoras, sonidos incidentales para la televisión y las caricaturas, incluyendo los arreglos para el tema de Los Picapiedra y Los Supersónicos además de las fanfarrias de la 20th Century Fox llega la serie Infinity in Sound, la primera parte fue lanzada en 1960, el volumen 2 se lanzó el año siguiente.
Más arriesgada y experimental que sus lanzamientos previos, la serie Infinity in Sound lleva al extremo la estereofonía de la marca Living in Stereo de RCA.
El volumen 2 de Infinity in Sound es totalmente innovador, arriesgado, donde Esquivel utiliza por completo arreglos no convencionales con instrumentos electrónicos no vistos en una orquesta tradicional de easy listening.
Si bien Les Baxter ya había utilizado a finales de los años 40 y los años 50 al theremin en temas como “Lunar Rhapsody” o Henry Mancini utilizaba instrumentos latinos como el lujon –aparato musical de percusión que le da nombre a uno de los temas más sobresalientes de la discografía de Mancini– Esquivel va más allá de las fantasías espaciales de Baxter y la mezcla multiracial de Mancini.
En Infinity in Sound Vol. 2 escuchamos ambientaciones sonoras sacadas de Los Supersónicos, arreglos rimbombantes, saturados, grandilocuentes, a la vez de minimalistas que contrastan con la grandilocuencia. En “Jealousy”, “Baía” y “Limehouse Blues” Esquivel juega con los ritmos y con el abuso del sonido en estéreo; en “Time is On My Hands” nos adelanta el advenimiento de los sampleos que usarán los Beatles en Revolver y Pink Floyd en The Dark Side of The Moon, para la psicodelia y el rock progresivo.
Catalogado como la obra cumbre de Esquivel, junto con Latin Esque del año siguiente, Infinity in Sound Vol. 2 es un momento crucial de la cultura occidental, precisamente de la Guerra Fría; es un hito de un mundo donde lo atómico y lo espacial vaticinaban las colonias lunares, las máquinas que todo lo facilitarían. Es un momento de cierta inocencia, una paralela a la del rock de baladistas, previa a que el mundo entrara de lleno a los años más revolucionarios de la historia humana, los años sesenta.
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