Hay veces en que me empeño en evadir tus oídos, en bloquearte mi twitter cuando anuncio algún programa, porque tienes una antena muy presta a reparar en mis fallas.He perdido la cuenta de los programas de radio a los que me han invitado, y los que he hecho en años, divirtiéndome a un bajísimo costo: Radio UNAM, Ibero 90.9, Omega, Imer, Radio Chapultepec, Radio Efímera, Radio Chapingo, Radio Educación y hasta Radio Texcoco y Radio Otumba. En las radios comunitarias he hecho numeritos tales como ponerme motes subversivos como “La generala” o “La piedra en el zapato” sólo para despotricar a mis anchas en contra de presidentes municipales o leer fragmentos de panfletos rojillos y crónicas de guerrillas extintas en la sierra. Muchas veces me he equivocado, se me ha atorado la lengua. En el peor de los casos me ocurrió que se sentara a mi lado un incipiente poeta -de cuya presencia nadie me avisó previamente- fumando mariguana, tomando cerveza, haciéndose la súper estrella, tomándose el derecho de medir la consistencia de mis carnes mientras yo estaba al aire, etc. Dejé el programa a la mitad y salí de la cabina, muy enojada. ¡Vaya!, ¡todos quedaron encantados! Días después hasta me escribió el conductor principal para decirme que “qué padre” estuvo todo, su asistente también. Respondí con un reclamo al principal -y al asistente- por la presencia no anunciada del poeta en ciernes. Aquel programa era en honor a Dylan Thomas -que también fue radioasta- y se grabó por iniciativa mía. Ahora que lo pienso, debiste ir tú en lugar de aquel, a recitar poemas brillantes con tu voz serena y deliciosa, poemas desconocidos hasta por mi, pero en los que mi fe en ti no fallaría un solo segundo; hubiera sido rico que me tocaras un poco -tú sí- y nos apretujáramos en la cabina. Te detuviste a juzgarme, a escudriñar el tono “amenazante” y “soberbio” de mi voz cuando me despedía de los escasos escuchas de aquel programa, entre los cuales tú eras el único al que yo quería impactar. ¿Te resulta mi soberbia entretenida?¿Singular al menos?¿Ni tantito miedo te doy?¿No han bastado mis amenazas para hacerte temblar un poco?¿No?¿Sabes que la amenaza puede jugar como arma en la seducción? Si me lo propongo, cuando vale la pena, cuando mi amistad o mi interés son lo suficientemente sólidos, soy detallista, delicada, cuidadosa en la procuración de ciertos placeres, pero -eso sí- ni juzgo, ni desmenuzo, ni tomo nota de las veces en que le falla la lengua a mi verdadero amigo radiofónico, cuyo nombre es A; ni de las veces en que se entorpece al aire mi amiga admirada, cuyo nombre es P; ni le resto puntos a mi maestro, cuyo nombre es J, en algún cálculo arbitrario sobre su inteligencia, ni paso mi escáner sobre sus actitudes corporales para medir su carácter fálico narcisista u oral, ni formulo una jerga feminista para darle trapazos. Eso lo hago cuando el tipo en cuestión no es mi amigo verdadero y es sólo una masa de lugares comunes entre la machinada y la medianía. ¿Eres tú el caso? Alguna vez, por cierto, me dijiste que en ti había ciertos tintes de machismo, y sí, claro, faltaba más, pero ¿dónde los ves tú cuando te miras?¿En qué consisten? Responde, será reveladora, importante, y sabrosa, más que entrenida, tu respuesta. Tengo ganas de volver a hablarte mientras aprietas los audífonos a tus oídos. Recuerdo con melancolía nuestros mensajes velados al aire. Ven a escucharme una de estas noches, ¿Quieres?