Texto: David Ovando
Fotografías: FIC
Una forma espectral como protocolo de bienvenida, de algo que probablemente no se toque o se vea, aunque no se exima de sentirlo. La mezcla del aroma a copal y viejo se parte con la entrada de los seres que desfilan al interior de una cavidad gigante y fría, la cual se plantea como el Teatro Mesón de San Antonio, le conocen como las Catacumbas. Las luces rojas de fondo iluminan una pared erosionada, texturiza la estructura y da la impresión de ser un espacio recuperado e invaluable. En ese telón se presentó IXTAB, Caminando por los Aires.
Dentro de la vieja cultura del maíz se enmarca una premisa ¿Qué recién nacido es anunciado como mal augurio por un Búho? Barbaciana lo fue, y ha sido víctima de tortuosas pesadillas que condenaron a las mujeres de su familia a una intranquilidad acuchillante. El turno de Barbaciana de convertirse en hija del tormento llegó y haber presenciado el suicidio de su madre fue su mayor pecado. La luna en este marco representa el suicidio materno, el cual se ve interrumpido por ciclos y da pie a las hormigas que comienzan a devorar almas.
Los recuerdos de Barbaciana son una entremezcla de momentos bellos al lado de su madre, los cuales se ven manchados con secuelas de aquel brutal suicidio. Las pesadillas emiten sonidos, y son ejecutados en vivo por Antonio López Cardona y Mario Gómez Sosa, estas resonancias sumergen aún más al espectador en ambientes sumamente rasposos, estridentes, lúcidos y álgidos. Como destellos que se disparan aleatoriamente producto de este delirio.
Los sentimientos afloran con la interpretación de Eugenia Cano. Van de lo perturbador a la resignación de espíritu. Una obra que, en un solo acto, retrae la naturaleza humana en un sentido de creación y destrucción. Que pone a prueba los límites del ser, aunque nunca se sepa la disposición que exista para conocerlos. En el caso de Barbaciana nunca fue la mejor opción, lo que trae un fin aún más trágico y tremendamente conmovedor.