"Blue Lines" a 30 años de difuminar fronteras con Massive Attack
Blue Lines podría ser el preludio incierto con el que se conciben las primeras líneas de una obra. Leves rayos de sobriedad, recuerdos detonados que se representan a través de samps, reciclaje sonoro traducido en soul, gotas de la herencia afrocaribeña, dub y su natural función con el trip-hop, en tiempos donde aún no se le conocía de dicha forma. A 30 años de su lanzamiento es el Vintage 909 de la semana.
Para 1991, Massive o Massive Attack se comportaba como un crisol de manifestaciones culturales vívidas. Originarios de una ciudad polifacética y revolucionada, cuyas manifestaciones se disiparon a través de un colectivo afianzado al street art (hip-hop), las tornamesas y el scratch, el Sound System así como el graffiti. The Wild Bunch fue ese marco comunitario que después mutaría en su propia disquera.
Miles Johnson (DJ Milo), Nellee Hooper y Grant Marshall (Daddy G), Claude Williams (Willie Wee) y Robert Del Naja (3D) estos dos últimos, desempeñándose como Mc’s, no estuvieron desde la formación original a mediados de los 80’s.
A esto se suma la constante colaboración de Andrew Vowles (Mushroom) y un tal Tricky Kid, quien acompañó con su voz en “Blue Lines”. Y vale la pena traerlos a la memoria, pues una vez editado este disco contribuyeron en el incipiente sonido de Bristol, cada uno por su cuenta.
Todo este caleidoscopio cultural de alguna manera se ve reflejado en Blue Lines. No podía ser de otra manera, sino de forma enérgica al canalizar la fuerza creativa. Demasiadas cosas que plantear, narrar y reclamar en palabras al aire, fundamentadas por un contexto ríspido y por demás urbano, donde el ritmo del soul y atmósferas espesas le otorgaron la fuerza de un mazo. Es la bendita constante del disco: grasoso y con voces que le otorgan ese ambiente difuso y encantador.
Recién editado el disco fue difícil de digerir, su aceptación fue paulatina. Esta forma de “Trip Hop” otorgó un mensaje, después vino la estética sonora; reflejar de alguna manera la vida común y citarla del modo más fiel y poético posible fue lo que la hizo una placa distinta. Pasado, presente con proyección al futuro. Así fue y sigue siendo Blue Lines.
“Massive Attack fue un movimiento más que necesario para el momento en Bristol”, según Phill Johnson de Virgin Records, la disquera que compró los derechos a Circa y Wild Bunch para reeditar el disco.
En este disco la mano de Neneh Cherry estuvo presente, tanto para grabar en estudio (Cherry Bear Organisation) como en algunos arreglos. Las vocales son compartidas, como en la mayoría de los discos de la banda, y en esta ocasión se tiene a Shara Nelson primordialmente —en el único disco que grabó con Massive— y se le suma el inconfundible timbre de Horace Andy, para verbalizar en torno a las sagradas escrituras, además del rasta Mike General y Tony Bryan.
A estos créditos se anexa Adrian Thaws, Tricky Kid, previo a su salida y quien nos entregó la astuta “Daydreaming”, el primer sencillo de la banda y en la historia de The Wild Bunch. Una rola con letra aguda de la que Robert De Niro figura como inspiración, y que se suma a Taxi Driver que inspiró “Safe From Harm”, ello sin hablar del mural que Robert Del Naja 3D, hizo en una fachada en Reino Unido. No es secreto que culturalmente esta cinta de Martin Scorsese fue fuente de inspiración para Massive Attack.
Hablábamos de las partes medulares que preservan el sonido de Massive Attack para este disco (y en la carrera de la banda), donde las fronteras entre géneros se difuminan. La música para la calle con The Wild Bunch (Sound System) y con ello los principios del Dub se manifiestan a lo largo de 45 minutos, donde el sampleo (o citas sonoras, como diría David Toop), conforman el 90% del álbum. “One Love”, “Blue Lines” o “Lately” contienen por lo menos un sample, sin hablar del cover a “Be Thankful for What You've Got”, un soul de William DeVaughn.
La concepción de esta obra en un plano que va de X a Y, contiene crestas y valles. Y merece la pena mencionar y destacar también el cierre. “Hymn of the Big Wheel” literalmente se trata de un himno, cuyos tonos afectivos acentúan el fin del álbum, lo que genera un recuerdo con un recurso infalible en términos de creación de obras: el realce de emociones.
Si nos saliéramos de esta narrativa, se puede apreciar en sus recién cumplidos 30 años a un Blue Lines que a su manera, dentro de un devenir histórico, preserva su ADN genealógico jamaiquino —parte de los agradecimientos del disco incluyen a Joe Gibbs y Studio One—, la influencia en las formas de versionar el funk en Reino Unido con el sonido de Neneh Cherry, donde paralelamente se gestaban revoluciones de BPM con el Jungle, de ahí a la interconectividad y las nuevas formas de producción a partir de los 2000, la creación del Dubstep, hasta el punto de llegar al Grime.
Sí, en realidad es un eslabón que concatena la historia de la música en Inglaterra.