Así se le canta a la soledad y al dolor: 'At Last' de Etta James
Por Brenda Liviere Camacho @brentibrent
Escribir acerca de una artista tan canónica como Etta James es intimidante. Su vida no fue nada fácil y a lo largo de su carrera lo reflejó a través de su música, que no se puede encasillar en un solo género, ya que su capacidad vocal le permitió abarcar varios estilos, desde el R&B, blues, jazz y pop, con éxito.
Nació en 1938 en los Ángeles, bajo el nombre Jamesetta Hawkins, que eventualmente cambiaría al que todxs conocemos: Etta James. Empezó a cantar en el coro de su iglesia a los cinco años y gracias a su maravillosa voz, incluso llegó a ser considerada como “La Reina del Soul” mucho antes de que Aretha Franklin se quedara con ese título.
Su madre tenía sólo 14 años cuando le dio a luz y nunca conoció a su padre, así que Etta fue criada por un montón de extraños, vecinos y parientes lejanos.
Uno de sus padres adoptivos, un hombre llamado Sarge, solía arrastrarla de la cama en medio de la noche y obligarla, mediante brutales y humillantes palizas, a cantar para sus borrachos amigos del póquer.
A principios de los 50, se unió a un girl group (The Creolettes y más tarde The Peaches) y conoció al productor de R&B Johnny Otis (quien le sugirió que cambiara su nombre). Así que en 1960 cuando lanzó At Last!, su álbum debut y el primero de 29 discos de estudio que grabaría, Etta ya llevaba varios años de carrera musical sobre sus hombros.
Entre enero y octubre de 1960, Etta James se dirigió al estudio de grabación para forma At Last! con una orquesta compuesta y dirigida por Riley Hampton y la producción de Phil y Leonard Chess. Grabaron 10 temas en total.
Las canciones elegidas eran una combinación de R&B, jazz y blues. Aunque Etta no tuvo poder de decisión en la selección, su interpretación es tal que casi parece haberlas vivido; atraviesa la angustia y el dolor, la soledad y el anhelo. Esto es algo que ella haría a lo largo de su carrera. No se limitó a interpretar líneas, sino que las transformaba en un sentimiento para después transmitirlo a quien estuviera dispuesto a escuchar.