Akelarre, una visión feminista de la Brujería en Netflix
En 1609 en el País Vasco español, cerca de la frontera con Francia, un grupo de jóvenes adolescentes son acusadas de brujería por la inquisición, por lo que, solas en un mundo machista donde las mujeres no tienen derechos, se enfrentarán a supersticiones, ignorancias y fanatismos, utilizando tanto el ingenio como su conocimiento de la naturaleza para resistir los ataques infundados del patriarcado.
Con esta premisa más una excelente fotografía y una impecable adaptación a la época, el director español Pablo Agüero nos propone una historia fresca y revolucionaria, la cual abre una nueva brecha en la forma cinematográfica de entender la brujería, superando los clichés, buscando una explicación racional y conectando su obra con una clara teoría feminista que nos hace preguntarnos dónde se encuentra realmente “la maldad”, si en la brujería misma o en la intolerancia religiosa.
Mezclando el lenguaje vasco con el castellano, Agüero nos lleva también a otros temas profundos como la imposición política del idioma dentro de la península española, la indiferencia hacia las costumbres regionales, la incomprensión de la adolescencia femenina y, por supuesto, la construcción imaginaria de un rito de brujería que quizá no existió en realidad.
Basada en hechos reales, esta historia se logra gracias a una profunda búsqueda en el libro Tratado de brujería vasca: descripción de la inconstancia de los malos ángeles y demonios escrito por el inquisidor francés Pierre de Rosteguy, donde se exponen algunos casos de represiones y castigos ante la resistencia de la población vasca.
Esta producción, que tuvo ocho nominaciones y ganó cinco premios en la ceremonia de los Premios Goya 2021, además de haber sido seleccionada en el 2020 para el Festival Internacional de Cine de San Sebastián, puede encontrarse actualmente dentro del catálogo de Netflix.
Vale la pena adentrarse en esta visión feminista de lo que pudo haber sido la brujería europea y las representaciones de la misma, poniéndonos a dudar sobre qué es lo que entendemos exactamente por un “Akelarre”.